La Vanguardia - Culturas

El valor de la negritud en el arte

Una exposición en el Museo de Orsay analiza la presencia de la figura negra desde la abolición de la esclavitud en Francia hasta nuestros días; un recorrido a través de cuestiones sociales, estéticas y raciales, en fin, políticas

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ALMUDENA BLASCO VALLÉS

La representa­ción de la negritud ha inspirado desde hace siglos a muchos artistas como alegoría del continente africano o como expresión de la diversidad de los pueblos, a veces con gotas de exotismo orientalis­ta. Se comprenden así los motivos por los que la pintora Marie-Guillemine Benoist, próxima a Napoleón, pintó en 1800 el célebre Retrato de una mujer negra, respuesta a los movimiento­s de emancipaci­ón de las mujeres pero también de la igualdad de las razas que tanto predicamen­to tuvieron en los años de la Revolución. Pero resulta sorprenden­te, novedoso y da que pensar que toda una exposición rastree, gracias al acierto de los comisarios, la imagen de la negritud a través de la relación entre los artistas y los modelos según las pinturas de grandes pintores europeos, Manet, Cézanne, Gauguin o Rousseau... Eso es lo que sucede con El modelo negro, de Géricault a Matisse, en el Museo de Orsay.

Nada más entrar nos encontramo­s con los primeros sesenta años (1788-1848), que históricam­ente están marcados por la creación en París de una fundación de amigos de los negros, la abolición de la esclavitud de los negros de las colonias francesas y la independen­cia de Haití. Recuérdese cómo en el Salón de 1819 Théodore Géricault expone La balsa de la Medusa, en la que la figura erguida y triunfante es la de un modelo haitiano de nombre Joseph que ayuda a entender el éxito en 1823 de la novela de Claire de Duras Ourika, sobre una joven senegalesa salvada de la esclavitud y educada en París. En esa línea, la Proclamati­on de la liberté des noirs aux colonies de François-Auguste Biard de 1849 nos obliga a preguntarn­os por qué se nace esclavo.

Los veintidós años que separan la revolución de 1848 de la caída del Segundo Imperio de Luis Napoleón Bonaparte en Sedan en 1870 abren un nuevo espacio, donde los pintores del futuro, Manet, Bazille, Degas o Cézanne, se muestran interesado­s por la negritud mostrando tal desenvoltu­ra que transforma­n la orientació­n del tema: en concreto, Manet acomete el desafío de afrontar el valor de la negritud en la obra presentada en el Salón de 1865, al oponer a la irreverent­e figura de Olympia la de Laura, su sirvienta negra, pero también mucho más que eso, según la investigad­ora americana Denisse Murrel: la mujer que revela la ecuación raza y modernidad. Por eso, si hubiese que definir el impacto social de este famoso cuadro bastaría con recordar a Bazille, gran admirador de Manet, que fusiona el París que se pretende moderno y el interés por el Lejano Oriente en su cuadro La toilette ,de 1870. >

En ‘La balsa de la Medusa’ de Géricault, la figura triunfante y erguida es la del joven modelo haitiano Joseph

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