Un viaje aragonés
Novela Arturo San Agustín teje una historia surrealista sobre buscar la identidad; un homenaje a Aragón, sus paisajes, sus gentes y su historia
ANTONIO PÉREZ LASHERAS
Pluma de buitre, de Arturo San Agustín (Barcelona, 1949), cruza varios géneros narrativos. Y, entre otros, se trata de un libro de viajes, que supone un deambular por un territorio (físico), que permite entablar una distancia adecuada para la sátira o para el reconocimiento, porque siempre implica una mirada diferente que desautomatiza lo habitual y hace que parezca distinto. Todo viaje provoca un recorrido interior (psicológico) en el que el protagonista deja de ser quien es para convertirse en otra persona. San Agustín lo realiza magistralmente: un viaje imaginario en el que un protagonista ficticio (más o menos) va buscando sus ancestros por diversos pueblos de Aragón, principalmente Riglos. Su modelo se indica al comienzo: José Antonio Labordeta, quien con su Albada marca el ritmo.
Estamos ante una obra en la que la búsqueda de la identidad, el surrealismo y el canto a los ángeles tutelares de la historia y la cultura aragonesas se aúnan en un recorrido peculiar, personal y colectivo: un personaje (parecido al autor) que, con un rifle va buscando su voz, su perspectiva, su personalidad; un Winchester que sólo pueden ver quienes tienen una deuda pendiente y que ignora el resto proporciona el grado de surrealismo a una narración precisa y divertida. La equiparación del paisaje con los viejos westerns y la introducción de la búsqueda de un imaginario hacen lo demás.
La clave aragonesa del libro se debe tanto a la intención de su autor (y del narrador) como a los lugares y los personajes