Leopoldo Pomés: soñar tortillas
Memorias Barcelona, entre la fotografía y la publicidad, la arquitectura y la gastronomía, una reivindicación del hedonismo, la ética del placer
En su libro Humor honesto y vago (1942) Josep Pla utiliza la expresión soñar tortillas, que encaja a perfectamente con el espíritu Pomés. En una página de sus memorias No era pecat. Vivències d’una mirada explica el efecto de estar en el cine y tener la sensación de que Liza Minnelli o Charles Laughton actuan sólo para ti. “D’això s’en diu somiar truites. I ja sé que sonarà pejoratiu, però com que a mi m’agraden tantíssim, les truites, cap problema!”.
Leopoldo Pomés (Barcelona, 1931) ha sido una figura central en Barcelona, desde los años cincuenta. Fotógrafo y amigo de artistas (fue el fotógrafo de Dau al Set), publicitario, renovador de la imagen y el lenguaje comercial a través de sus campañas para Terry, Gallina Blanca o Freixenet, impulsor de dos restaurantes (la Tortillería Flash Flash y el Giardinetto) que combinan arquitectura y gastronomía y que han sido un lugar de encuentro para muchos barceloneses. Pomés ha hecho sus pinitos en el cine, ha colaborado con los arquitectos del Studio Per en un libro sobre el mal gusto, es un dibujante notable y un destacable escritor, autor de un libro de poemas y de un par de tratados sobre el pan con tomate y sobre l a alegría de comer.
El mundo de Pomés tiene muchos rinconcitos. Por ejemplo. Leyendo No era pecat. Vivències d’una mirada he descubierto una historia que no conocía. Josep Maria Juncadella fabricaba unas sábanas muy buenas, pero le faltaba un nombre y una marca. Pomés tuvo una intuición genial. ¿Recuerdan la primera frase de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez? “Platero es pequeño, peludo, suave, tan blanco por fuera, que se diría todo de algodón”. ¡Sí! Se inventó el nombre de El Burrito Blanco para las sábanas de Juncadella. En aquella época, Jordi Fornas (conocido hoy, sobretodo, por el diseño de La Cua de Palla, la colección de novela negra en catalán) era el grafista del Studio Pomés. Dibujó un burrito rodeado de flores, que no es el muñeco de Disney actual, sino una figura con un grafismo poderoso, que debería figurar entre las grandes marcas del diseño de los sesenta. La pareja Leopoldo PomésKarin Leiz (Karin es una figura indispensable con mucha sensibilidad y un gran talento literario) le añadió uno de sus eslogans demoledores, muy bien rotulado, en círculo, por Fornas: “Sábanas El Burrito Blanco le dan las buenas noches”. La foto de Pomés mostraba a una chica guapísima holgazaneando en la cama. Es un anuncio que, como las apariciones de Liza Minnelli o Charles Laughton en la pantalla, parece hecho sólo para ti.
Las memorias de Pomés están llenas de tortillas soñadas, esponjosas, hedonistas. Desde la infancia en el Poblenou, que deja unas páginas impresionantes dedicadas a la enfermedad y la muerte de la madre y a la tristeza devastadora del padre, hasta el anecdotario de sus relaciones con las modelos Nico o Margit Kocsis (las dos chicas Terry) o la cara oculta de la relación con las estrellas que aparecían en los anuncios de Freixenet. Hay una maravillosa capacidad de sugestión en muchas de estas páginas que retratan a un chavalito Pomés ávido de experiencias sensuales, muy tímido, con una imaginación desbordante. Una vez, en el restaurante La Puñalada, en el paseo de Gràcia, era muy joven, iba con su padre, y creyó descubrir a Roberto Rossellini e Ingrid Bergman, almorzando unas mesas más allá. Construyó toda la ficción hasta que, en el momento de levantarse para salir, descubrió que eran un padre y una hija que hablaban catalán. Para compensar, una vez en
Se inventó el nombre de El Burrito Blanco para las sábanas de Juncadella, gran marca de los sesenta