La Vanguardia - Culturas

El Triángulo Friki

Alrededor del Arc de Triomf barcelonés se ha creado un asombroso ecosistema de librerías (como Gigamesh o Norma) y locales (Fantasy, Júpiter...) centrados en la ciencia ficción, el cómic y la literatura fantástica

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A la sombra del clásico Arc de Triomf han florecido como setas alucinógen­as tiendas de libros de ciencia ficción, locales de juegos de rol, comercios de cultura anime japonesa, tiendas de cómics y gabinetes de curiosidad­es vinculados a la fantasía. Más de una veintena de locales entre plaza Tetuan, Arc de Triomf y la calle Girona, lo que se conoce popularmen­te como el Triángulo Friki. Una manera de llegar a Matrix tomando la línea 1 del metro.

Salgo de la estación de metro de Arc de Triomf y enfilo paseo Sant Joan. Ya en el número 1 está la tienda Fantasy. El cartel que anuncia que el dependient­e ha salido un momento es un rótulo que dice “I’ll be back” y te mira la cara de Terminator/Schwarzene­gger con un pistolón en la mano. Hay medallones de fantasía heroica, unicornios, muñecos de Jurassic Park y una surtida colección de caganers, de Catwoman a Mr. Spock. Se agradece la fidelidad metabólica del belenista: las deposicion­es Darth Vader son negras y las de Hulk, verdes. A unos metros, en Otamashi, hay todo tipo de gadgets a la japonesa: hay bonsáis góticos y figuras de chicas manga con minifalda plisada muy corta y de chicos guapos de mirada retadora.

Empiezan a aparecer por la esquina de Alí Bei con paseo Sant Joan individuos ataviados con chaquetas rojas y negras con un corte que me recuerda a mi adorada serie de infancia Espacio 1999. Uno de ellos hace algún tipo de conjuro y empieza a elevarse la persiana metálica de Norma Comics, que tiene tatuada en la chapa una astronave con la estética de la exitosa factoría Funco. Mientras los de Norma despiertan a los Vengadores y le planchan la capa a Flash Gordon, me acerco a tomar el primer café de la mañana al Len’s Comic Café, en el otro vértice del triángulo, en la plaza Tetuan.

Está con la persiana medio echada, pero como tengo el cuello de chicle como Mr. Fantástico, meto la cabeza por debajo. Me sonríe Elena y me cuenta que abren a partir de mediodía (en realidad, sus horarios son una especie de acertijo). Hay juegos de mesa y una pequeña biblioteca de cómics a disposició­n de la clientela. Me explica que “los martes por la tarde vienen los del Club de Star Trek de España y les ponen alguna película. Y una vez al mes, karaoke”. ¿En klingon?, le pregunto. No, pero cantan canciones de películas y de series de animación. Dan ganas de hincar el diente a una de sus Batburguer y tomarse una cerveza con la etiqueta de Thor, a ver si a uno se le pega algo.

Doy un rodeo por la calle Ausiàs March y me detengo en la puerta de Júpiter Juegos, un local de juegos de mesa a lo grande, un parque de atraccione­s para los aventurero­s de silla. Paso por delante de Play Games and Cards, un local pequeño atestado de videojuego­s y todo tipo de juegos que parece uno de esos garitos entre futuristas y desvencija­dos que Deckard visita en Blade runner. En la calle Bailèn me detengo en la Estación del Cómic, desde donde me miran unas ediciones americanas de Doc Savage, X-men y The Punisher (que en mis tiempos era El Castigador). A un par de puertas está la Meca de este triángulo de las Bermudas, el lugar de peregrinac­ión de todo tipo de adictos a la imaginació­n: la librería Gigamesh. Una placa en su puerta es toda una declaració­n de intencione­s, aunque no se sabe cuáles son: “Vicio y subcultura”.

Gigamesh empezó en un semisótano en la ronda Sant Pere en 1985 por la fe de Alejo Cuervo. Lleva años repitiendo un mantra: “Las cosas frikis están condenadas a prosperar”. No se ha equivocado. Ahora Gigamesh tiene 500 metros cuadrados repletos de libros fantástico­s en una de las mejores tiendas del enero de Europa.

Estoy de suerte, me topo en la entrada con Alberto Granda ,al Norma Comics recibió el premio a la mejor librería de cómics del mundo en el 2018 que todo el mundo en el mundillo del fantástico conoce como Hay novedades, libros más desconocid­os, primeras ediciones e incluso sección de saldos sugestivos. El orden es por editoriale­s, de las más longevas a las más nuevas, excepto algunos reinos de taifas como la zona dedicada a Terry Pratchett oa Stephen King.

Para los amantes del género esto es como la cueva de Ali Babá y sus clientes son de lo más variopinto, desde Chicote a Álex de la Iglesia.

La Real Academia ha aceptado la palabra friki (o friqui) como “extravagan­te, raro o excéntrico”. Le pregunto a Zeta si le molesta que se les llame “frikis”: “Es una palabra que aceptamos con normalidad. Otra cosa es que haya gente que lo use de manera peyorativa, pero es absurdo. Nadie pone en duda a Borges por hacer género fantástico”.

Gigamesh también es una editorial especializ­ada en fantasía. Un sello pequeño, de rarezas de nicho para frikis… hasta que empezó a publicar a un tipo barbudo llamado George R.R. Martin, autor de una serie fantasiosa que no iba a interesar más que a cuatro chalados titulada Juego de tronos. Martin, en agradecimi­ento a la editorial española que creyó en él desde el principio, pese a su subidón y muchas ofertas tentadoras, permaneció fiel a Gigamesh. Así ha sido hasta este último libro y le

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CÉSAR RANGEL

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