Un universo teatral
JORGE CARRIÓN
En ese catálogo pictórico y no obstante literario, en esa retrospectiva contrapunteada con poesía, en esa autobiografía onírica e ilustrada que es Sí, quiero (Lunwerg), Gino Rubert recuerda que en la juventud le interesaban sobre todo “el arte, la literatura y la vida social”.
Su nueva exposición en la galería Senda de Barcelona, The place to be or not to be, es un triángulo que se mueve entre esos tres vértices. La metapintura está presente de varios modos, como ocurre habitualmente en su poética siempre autoconsciente. Destacan dos: un fragmento del taller del pintor (el dispositivo de sobres de plástico donde clasifica las fotografías de rostros que se repiten en sus cuadros) y dos obras de gran tamaño que ponen en escena la desquiciada inauguración de una muestra del propio Gino Rubert (de modo que en la inauguración real nos encontramos ante una auténtica puesta en abismo).
El carnaval, que es extremadamente narrativo, se expande en el verso y la prosa del libro. Y tanto la exposición como esa peculiar novela gráfica se nutren de las relaciones emocionales y sociales del artista, quien integra en el ámbito dibujado de la galería o entre las cubiertas de Sí, quiero a un sinnúmero de personajes ficcionalizados. Presentes en las obras principales y, en otras, borrados, desaparecidos.
A la exposición se entra a través de un lienzo que se ilumina a intervalos, dejando ver periódicamente las figuras que se esconden al otro lado de una cortina. La obra gemela está al fondo de la galería. Del mismo modo, en las guardas anterior y posterior del volumen publicado por Lunwerg encontramos un telón. Con esos dos artefactos simbióticos, Rubert le ha dado una vuelta de tuerca magistral a su obra. Percibimos su continuidad, pero también su renovación a través de esos mecanismos dramáticos, que recuerdan a los de un mago: un público, un relato, lo que desaparece, mucho teatro y lo que se revela, al fin.