Realidad y ficción del ser padres
‘Los días que vendrán’ El embarazo de María Rodríguez Soto y David Verdaguer contado del predictor al parto. Un prodigio de naturalidad
PHILIPP ENGEL
No hay dos espectadores iguales. Tampoco dos embarazos, ni dos partos, ni dos bebés, etcétera. Pero, aunque pueda parecer que abundan los títulos sobre el proceso de gestación (Juno, Tully, Lío embarazoso…),
nos atreveríamos a decir que nunca, hasta la fecha, se había dado una película que transcriba con tanta verdad lo que, en definitiva, es una experiencia universal. Posiblemente la más trascendente de nuestras vidas, a excepción de la muerte, claro está, que no es una experiencia de vida sino más bien un punto final. Lo que ha logrado Carlos Marques-Marcet (Barcelona, 1983), a partir del embarazo de María Rodríguez Soto, es algo completamente extraordinario, que nos embarga de admiración y nos llena de emoción a partes iguales. Hablamos con su director de lo que bien podría ser un hito en la historia del cine.
“Hace algunos años, cuando estaba en Perú rodando un documental que se llamaba De Pizarros y Atahualpas (2009) –un videoensayo a lo Chris Marker, un poco a lo Le fond de l’air est rouge (1977)–, me puse un VHS, y al final de la película apareció un corto que me impactó muchísimo: era Window water baby moving,
de Stan Brakhage (1959). Eran apenas diez minutos en los que graba a su mujer dando a luz en la bañera. Me pregunté cómo podía ser que no hubiésemos visto más a menudo estas imágenes, cuando de lo que trata el cine es precisamente de filmar el mundo y la vida”, recuerda el director, que más adelante vio Genpin
(2010), el documental de Naomi Kawase sobre el parto natural, en el que tiene el valor de filmarse a ella misma dando a luz. Así que cuando sus amigos David Verdaguer, con el que ya ha rodado tres largos, y María Rodríguez Soto, con la que había trabajado Carlos MarquesMarcet (a la izquierda en una imagen del 2017) ha dirigido con ‘Los días que vendrán’ su tercer largometraje
David Verdaguer y María Rodríguez Soto son pareja en la vida real, pero Marques-Marcet tuvo claro enseguida que la película tenía que ser ficción: “Me interesa mucho la intimidad, algo muy difícil de capturar en el cine, y hay ciertos lugares a los que pensé que no podría llegar con un documental. Creo que hay una verdad profunda a la que sólo se puede acceder a través de la ficción”, sentencia. David y María se mudaron al piso de enfrente, en el mismo bloque donde siguen viviendo, en el Born barcelonés, y Carlos alquiló el que había sido su piso. Con este posicionamiento de fuerzas, y un equipo fluctuante que, como máximo, se elevaba a diez personas contando la pareja, la película pudo gestarse, con todo el tiempo del mundo, a lo largo de un año, puerta con puerta, sin las presiones de una producción al uso: “Sólo tenían que cruzar el rellano, para ensayar y rodar. Les preguntaba qué les había pasado aquella semana,ylotrasladábamosalaficción, improvisando a partir de sus personajes”. En la realidad, hacía tiempo que querían ser padres. En la ficción, Virginia y Lluís, sus personajes, “forman una pareja que tiene que aprender a conocerse, mientras esperan a una tercera persona. Hacía falta un poco de conflicto”. Ella es una periodista que pierde su trabajo al quedarse embarazada, circunstancia no tan alejada de la realidad: “Tenía que hacer una obra de teatro, que se cayó