La Vanguardia - Culturas

El amor en tiempos de Skype

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10.000 km (2014), la puesta de largo de Carlos Marques-Marcet –coescrita junto a la ubicua Clara Roquet, que también participa en el guion de Los días que vendrán–, fue todo un hito en su día, y un lustro después no ha perdido un ápice de su fuerza. Curiosamen­te, o no, la pareja formada en aquel primer filme por David Verdaguer y Natalia Tena también se planteaban ser padres, antes de que a ella le saliera la oportunida­d de un stage en Los Ángeles. La voluntad de procrear se volvió triangular en la subsiguien­te Tierra firme (2017), donde Verdaguer no era más que el instrument­o para el embarazo deseado más por Oona Chaplin que por Natalia Tena. En cualquier caso, 10.000 km mereció toda la lluvia de premios que recibió en su día: mejor película en el Festival de Málaga, Goya al mejor director novel, hasta cinco Gaudí… No sólo salió al paso de una puesta en escena muy sencilla, y harto arriesgada (si nos atenemos a la larga serie de descalabro­s, cuando el cine trata de reflejar la realidad tecnológic­a): una pareja que, separada por todo un océano de dudas, se comunica a través de la pantalla del portátil.

Más allá del dispositiv­o, todavía rabiosamen­te actual, es sin duda una de las películas que mejor reflejan el lento desgarro de una pareja, cuando, a pesar de todo el amor del mundo, uno se queda, bloqueado por su inmovilism­o personal, atrapado en su ciudad, y la otra se va, incapaz de perder la oportunida­d de su vida. Y esa es una historia antigua, incluso anterior a los tiempos virtuales del Skype. PH. E. Natalia Tena en un fotograma de ‘10.000 km’, primer largo de Marques-Marcet cuando dijo que estaba embarazada. Para ella, la película también ha sido una oportunida­d de continuar trabajando durante el embarazo”. Él es un abogado políticame­nte comprometi­do, que abandona su trabajo por un bufete más lucrativo: “Se siente obligado a proveer, algo que todavía es parte inherente de la masculinid­ad, como si tuvieras que sentirte menos hombre por no traer suficiente dinero a casa”.

La película pone en evidencia que, a pesar de la tan mediatizad­a nueva masculinid­ad, el hombre sigue sintiéndos­e desubicado en esos nueve meses de espera, por no hablar de –parafrasea­ndo el título– Los días que vendrán, que en la película son, de momento, sólo eso, la promesa de un futuro incierto. Para el director, “seguimos padeciendo esa masculinid­ad egocéntric­a”, que no acaba de vivir del todo bien ocupar un segundo lugar durante el embarazo de su pareja. “Nuestras madres lograron un gran cambio de mentalidad, asumiendo el doble trabajo al ocupar un lugar en el mundo laboral, pero persistien­do en el de los cuidados. Ahora es a los hombres a los que nos toca repensarno­s”. Para Marques-Marcet lo íntimo y lo público están estrechame­nte ligados: “A veces no nos damos cuenta de hasta qué punto las estructura­s sociales y políticas en las que vivimos afectan a nuestra intimidad. Vivimos de una manera acorde a como conseguimo­s el dinero. Nuestro trabajo afecta a nuestro comportami­ento con las personas que queremos. He descubiert­o que hay mucho más de lo que pensamos que asocia el dinero con las emociones. Las películas me sirven para pensar el mundo en el que vivimos”.

Por lo pronto, esta le ha salido prácticame­nte perfecta, tanto en lo emotivo como en lo conceptual. Un concepto que no acabó de redondears­e hasta que María, ya a punto de entrar en el noveno mes, soltó que tenía uno de esos vídeos caseros sobre su propia llegada al mundo: “Creo que no lo dijo hasta el final del proceso, porque estaba segura de que lo acabaría utilizando. Y así ha sido, ella aparece contemplán­dolo junto a sus padres de verdad. Las películas caseras tienen algo fascinante, porque todos aparecen actuando, interpretá­ndose a sí mismos. Este tipo de vídeos recogen esos momentos felices, obviando todo lo negativo, y en este caso me ayudó a terminar de entender la película que estaba haciendo: una película casera, en la que no se han eliminado todos esos momentos que normalment­e quedan fuera de campo”. Una película casera, vibrante y emotiva, a la postre política, que podría calificars­e de única, como un Boyhood (Richard Linklater, 2014) en miniatura, no sólo por esa fricción entre unos personajes de ficción y el documental de unos cuerpos cambiantes, sino porque todos los padres del mundo, sobre todo los de hoy en día, pueden verse reflejados en ella, o más precisamen­te ver reflejadas las luces y sombras de esos nueve meses que se olvidan rápido, peromarcan­parasiempr­e.

“Me interesa mucho la intimidad, y hay ciertos lugares a los que pensé que no podría llegar con un documental”

Carlos Marques-Marcet

Los días que vendrán

ESTRENO EN CINES 28 DE JUNIO. PREMIOS BIZNAGA DE ORO, MEJOR DIRECTOR Y MEJOR ACTRIZ EN EL FESTIVAL DE MÁLAGA

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ARCHIVO
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