Revolución Francesa: el relato necesario
Los vencedores de la Bastilla en el Ayuntamiento durante la Revolución Francesa, obra de Paul Delaroche ¿Quieren saber qué fue la Revolución Francesa? Lean Ciudadanos de Schama. Un libro para tomárselo con calma, y no solo por sus más de mil páginas: también por su composición y su estilo. Un prólogo, cuatro partes y un epílogo. No se puede pedir más. En el prólogo, planteado como una evocación cuarenta años después de la Revolución, en las puertas de otra “revolución”, la de “los tres días de julio de 1830”, el autor se permite el reto de referirse, sin citarlo, a Plutarco, pues de dos vidas paralelas trata su trabajo, la de Gilbert de Lafayette y la de Maurice de Talleyrand. Es un modo original de abordar el gran acontecimiento de la historia contemporánea de Europa.
Una vez presentados los dos protagonistas, se abre el telón, consciente que la memoria social es más favorable al inicio del acontecimiento, lo ocurrido el 14 de julio de 1789 con la toma de Bastilla, que al final, el golpe de Estado de noviembre de 1799, el 18 de Brumario de Napoleón. Acto Primero: las alteraciones que pusieron fin al Antiguo Régimen con los personajes que trataron de evitarlo porque creían en la Reforma, Luis XVI, Necker o Malesherbes, sin olvidar a Chateaubriand.
Acto Segundo: circunstancias; una elaboración del escenario social con un apólogo sobre “el collar de María Antonieta”, en nada inferior al clásico de Stefan Zweig; una descripción del perfil de Mirabeau, al que considera “el producto de un inteligente vagabundeo, una especie de heterogéneo cosmopolitismo”; y una presentación de Necker en su famoso discurso ante los Estados Generales, donde, en lugar de seguirle, se desplaza a la galería de invitados donde estaba la hija del orador: “Germanine de Staël, para quien la ocasión debía ser la apoteosis de papá, estaba cada vez más deprimida ¡ y con los ojos perlados en lagrimas”.
Acto Tercero, decisiones: los hechos han revelado la situación del país y no es posible olvidarlos. Los personajes se organizan para evitar el terror. Nadie quiere estar por debajo de las decisiones que el pueblo está exigiendo, pero sin llevar las cosas demasiado lejos. Revuelta sí pero no cambio de régimen. El azar se interpone a la voluntad política. En septiembre de 1791, el rey acepta la Constitución. Todo ha concluido. Pero no es así. El ambiente revolucionario persiste trufado de patriotismo cuando se anuncia la llegada de ejércitos extranjeros a las fronteras. Se habla de traición y se preparan las tropas para una suerte de “cruzada por la libertad universal”. Ahí halla su protagonismo la guarnición de Estrasburgo. Al ingeniero