Cultura de síntesis
El producto cultural –por cierto, término horrible– se adapta y amolda a las épocas. Y a los gustos que se le adivinan al consumidor. Y cuando no, nos los imponen de las mil maneras posibles. Los estudios y las encuestas de mercado parecen dirigir y orientar toda la industria cultural hacia la brevedad, el resumen y la simplificación. De una manera inexorable, las nuevas tecnologías nos traen la obligada síntesis. Y la sobreinformación.
Hasta no hace mucho los grandes editores americanos solicitaban a sus escritores libros grandes, extensos en páginas y argumentación; habían observado –estudiado– que, en los largos trayectos, los lectores leían y leían a la vez que exhibían un volumen del cual se podría presumir de leerlo: libro grueso, lector sabio. El caso es que así se fabricaron muchos superventas. Incluso autores famosos opinaban que una novela que “pesara” por fuera tenía que ser buena a la fuerza. Así mismo las películas eran largas y complejas. Y las canciones superaban en mucho a las actuales. Los programas de Fotografía de la interfaz de App TV en una pantalla de televisión LCD
radio interminables… Pero hoy con el auge de las nuevas tecnologías, la elefantiasis en las múltiples prácticas creativas se ha acabado. Los nuevos tiempos nos conducen a la inmediatez, a la impaciencia, a ser absolutamente intolerantes con la demora y la espera. La neurociencia analiza el asunto en nuestro cerebro: deterioro de la atención sostenida. A la información, también a la no estrictamente cultural, se le pide rapidez, concisión y brevedad (¿frivolidad?). No siempre. A veces la síntesis es también un valor añadido a la creación, no lo olvidemos. Pero este es otro tema.
Canciones más sucintas, novelas más cortas, películas de menor metraje, obras de teatro en pequeño formato… incluso series y programas de televisión están sujetos a un estricto minutaje. Todo lo que sea para hacer más tolerable el producto a las mentes inquietas e impacientes. Parece ser que nos saturamos con facilidad, ¿el cerebro humano hoy es más disperso e intolerante a la espera? ¿O es más ávido de urgencias y de informaciones sin elaborar? Rapidez e inmediatez. Está muy claro.
¿La creación a las órdenes de la industria? De una manera más o menos específica siempre ha sido así. Lo cierto es que los creadores están ávidos de conocimiento, de fuerza y necesidad expresiva, y de deseos de llegar al mayor número de espectadores, pero… la época los devora. El arte se autodevora. El negocio está por encima de todo. Y nada puede evitar la superposición sistemática de todo lo que nos llega. Y la muy probable saturación. Más o menos, parece ser que vamos por el camino, o al precipicio, del mínimo esfuerzo. Sin ir más lejos un retraso o un apagón en el sistema digital inquieta
a adultos y niños. Sí, queremos saber… ¿pero cómo? ¿A qué precio? ¿Con qué intensidad? ¿Satisfacer la curiosidad o formarse un criterio?
La cultura, en el formato que sea, necesita su tiempo, induce a la reflexión y no a la histeria compulsiva ni a el ansia por saber (?) a toda velocidad. Igual que avanza la cultura, avanza la historia y, los nuevos medios, sustituyendo a los ya antiguos, crearan una nueva forma de entender el conocimiento. Un concepto nuevo, incluso moral y ético ¿Mejor o peor? En todo caso inevitable. Son los nuevos tiempos.
Claro que siempre nos enriqueceremos con las excepciones.