Todo niño es una batalla
Ensayo Arno Gruen analiza el origen de la agresividad y la violencia, que identifica con el odio a uno mismo
ALBERT LLADÓ
Arpa acaba de recuperar el ensayo El extraño que llevamos dentro, con el que Arno Gruen (Berlín, 1923Zurich, 2015) fue reconocido con el prestigioso Geschwister-Schollcuando Preis a principios de siglo. El pensador, que se opone a la idea freudiana de que los humanos tenemos una tendencia innata a la destrucción, analiza las causas del odio, que se forja desde la más temprana edad, y que luego se puede llegar a propagar masivamente, como en el caso del nazismo.
Para Arno Gruen, el odio a los demás siempre tiene que ver con el odio a uno mismo. Es la imposibilidad de expresar la vergüenza, y el sentido de culpa no exteriorizado adecuadamente, lo que nos hace ir ocultando una vulnerabilidad que reprimimos. El alemán, que pasó gran parte de su vida en Estados Unidos y Suiza, combina el estudio de la personalidad de sus pacientes con el perfil de personajes que han pasado a la historia por su maldad, como Hermann Göring, Rudolf Hess o el mismísimo Hitler.
En todos los casos, es la abstracción, ver al otro como un engranaje de un grupo enemigo, lo que permite cortar toda posibilidad de empatía. Sin singularizar al individuo que tenemos enfrente, lo deshumanizamos, y, así, podemos humillarlo o maltratarlo. Gruen considera que esa posición nace ya en el Arno Gruen
niño, cuando los padres, con la excusa de “civilizarlo”, lo único que hacen es establecer su dominio en una suerte de lucha de poder. Por eso el pensador recurre a una frase pronunciada por Hitler en 1934, éste proclama que “todo niño es una batalla”.
“El enemigo interior, que es idéntico al ajeno, es aquella parte del niño que se perdió porque la madre o el padre la rechazaron”, sostiene el también psicólogo. Ese proceso, nos recuerda el autor, “debe transmitirse convirtiendo a otros en víctimas”.
Hay un capítulo en el libro, La camaradería, que es tristemente actual. Parece que nos esté hablando del caso de La Manada. “No es de extrañar que, en sociedades en las que se da mucha importancia a ideales externos de masculinidad, como el honor, el deber y la lealtad, los índices de asesinados y homicidios sean muy altos”, dice el autor.
Arno Gruen considera que esa personalidad está íntimamente relacionada con la ambición y la obediencia, dos caras de la misma moneda. “La cantidad de violencia que el individuo experimenta determina el grado de su sometimiento a la autoridad”, apunta. Cuando el niño no puede mostrar libremente su debilidad, nace, entonces, una propensión a la alineación. Esa máscara de lo humano, una personalidad ficticia sin capa