Clase dirigente
Documento Dos nuevas visiones del gigante Josep Pla: en su correspondencia con Vicens Vives y a través de seis amigos y una amante
En un artículo de 1944, publicado en el Diario de Barcelona, Josep Pla comentaba una historia general recién llegada a las librerías. Es un artículo rescatado en los apéndices generosos de L’hora de les decisions, editado por el profesor Guillem Molla. Pla destacaba la valía de algunos de los colaboradores de esa serie. Y no había para menos. Eran sabios jóvenes, comprometidos con el proyecto republicano, a los que la Guerra Civil había derruido el horizonte: Enric Bagué, Salvador Espriu y Jaume Vicens Vives. A Vicens, 34 años y víctima de la depuración franquista, Pla lo definía como “uno de las temperamentos más dotados para la historia que tenemos en este país”. No se debían conocer ni poco ni mucho, pero al cabo de un lustro estrenaron una relación personal que madurada a lo largo de una década –los últimos diez años de la vida de Vicens– los llevaría a un elevadísimo grado de confiada confluencia personal y política.
Esta relación, a partir de las cartas que se cruzaron (la mayoría publicadas, algunas inéditas) y muchos materiales más (cartas con terceros, artículos empolvados, dedicatorias a obrasdelunoydelotro),eseltemade un libro que prologa un Joaquim Nadal historiador que no deja de pensar el presente como un político. “En la afligida hora actual”, escribe el dr. Nadal, impacta la cotidiana responsabilidad civil que Pla y Vicens, cada uno a su manera, ejercieron durante la década de los cincuenta. Pla no necesitaba decírselo, aparentemente sólo preocupado por el OK de la censura para poder publicar los libros, pero Vicens se atrevía a poner por escrito la función que él mismo se había autoasignado. En una carta, agradeciendo el elogio público de Pla en un artículo en Destino (donde escribían los dos), le escribió lo que sigue: “No puc per menys d’acceptar la part de responsabilitat que em carregueu sobre les espatlles. Una responsabilitat orientada, certament, no ja cap al camí de l’anomenada vulgarment política, sinó cap a la preparació de l’ambient cultural que faci possible una nova realització –i esperem que més assenyada– de la vida política de la nostra terra”.
Lo descodifico así: Vicens asumía su papel como constructor de un nuevo discurso y una nueva clase dirigente para refundar el catalanismo y, desde un antifranquismo liberal, entendía que Pla encarnaba mejor que nadie la pervivencia de esta tradición que Vicens quería que reconquistara poder en España. Pla, que hacía volar muchas menos palomas políticas que Vicens, entendió que la coyuntura económica española podía posibilitar que una nueva élite catalanista pudiera jugar dicho papel. “Ara podríem tornar a una repetició de l’esperit de la restauració de Cánovas, és a dir, a donar bel·ligerància a la indústria i el comerç, al qual podríem anomenar l’esperit del foment”. Es la hora del ascenso de los técnicos catalanes vinculados al desarrollismo y la influencia de los lobby grandes burgueses algodoneros, con quienes Pla tenía tratos a través de Manuel Ortínez. Es la hora de un cierto descubrimiento del Josep Tarradellas exiliado, con quien se reunirán Pla y Vicens, en buena medida gracias a Ortínez.
Precisamente la relación de Pla con el financiero Ortínez la destaca a Xavier Febrés en Josep Pla: sis amics i una amant. Aquí Febrés, usando su prosa sensual y amena, retorna a algunos de los temas que había abordado ya como planiano veterano. De hecho esta veteranía es el principal atractivo del libro: le permite coser a algunos de los protagonistas que trata –sobre todo el pintor Josep Martinell– con su propia trayectoria como periodista, habitante de Palafrugell durante una temporada y especialista en la historia y la cultura humana delaCostaBrava.YcomoFebrés fue el primer escriba de las memorias de Ortínez, como además organizó una serie de conferencias durante el centenario de Pla, revela cosas de Pla que poquísima gente sabe. Por ejemplo que Ortínez, atendiendo la petición de Pla, organizó varias comidas en Barcelona para que el escritor conociera a los principales burgueses del país y así escribiera una descripción, tal como hizo con los payeses y los pescadores. “Els participants van veure de mica en mica que no es suportaven”, recordó Ortínez en un inédito, “els uns per la vulgaritat de PlaiPlapelfetd’arribaralaconclusió que no l’interessava la mediocritat intel·lectual dels seus amfitrions”.
Con el coche de Ortínez o con el de Josep Quintà –uno de los secundarios de L’hora de les decisions–, Pla volvía a Palafrugell. Volvía al pueblo que había dejado de ser agrícola para ser industrial y que en la década de los cincuenta dejaba de serlo para ser eminentemente turístico (Febrés brilla explicándolo). Volvía a la tertulia con Martinell y al recuerdo erótico de Aurora. Y al refugio de siempre, la escritura. Y con una extraña fe: ni con Dios ni con los hombres, con las palabras y la tierra. Creyendo en la misma fe que acabó abrazando a Vicens: “Ens en sortirem perquè hi ha proves palpables del miracle que contínuament provoquen l’esperit desacrificiid’emulació”.
Vicens quería refundar el catalanismo y Pla encarnaba mejor que nadie la pervivencia de la tradición en España
Josep Pla / Jaume Vicens Vives L’hora de les decisions. Cartes 1950-1960 DESTINO.310 PÁGINAS. 18,90 EUROS
Xavier Febrés
Josep Pla: sis amics i una amant EMPÚRIES. 198 PÁGINAS. 18,49 EUROS