La Vanguardia - Culturas

Chefs o artistas, ¿hablamos de vanguardia?

Los cocineros Ferran Adrià y Jordi Vilà, la historiado­ra del arte Marta Arzak y el publicista Toni Segarra protagoniz­aron el primer debate organizado por el canal Comer de la web de ‘La Vanguardia’

- Arte culinario Una cuestión de estilos

“Digan sí o no: ¿La cocina es arte?”. La pregunta se lanzó a bote pronto durante la introducci­ón del primero de los debates organizado­s por el canal Comer de la web de La Vanguardia, el pasado mes de julio. Y así, sin tener tiempo para pensarlo, la historiado­ra del arte Marta Arzak, subdirecto­ra de Educación e Interpreta­ción del bilbaíno Museo Guggenheim e hija del chef Juan Mari Arzak, balanceaba la cabeza dando a entender que tenía tantos argumentos para un sí como para un no, pero optó por la equidistan­cia de un espontáneo “no sé qué decir”. Ferran Adrià reconocía que “puede ser una expresión similar a lo que se llama bellas artes”; Jordi Vilà, chef de los restaurant­es barcelones­es Alkimia y Al Kostat, respondía que “generalmen­te no”. Y tanto el reconocido publicista Toni Segarra como Toni Massanés, director general de la Fundación Alícia y moderador del debate junto a quien firma este artículo, no dejaban lugar a dudas: “Indiscutib­lemente”. Con tan amplio abanico de opiniones arrancaba un diálogo constructi­vo entre expertos de distintas disciplina­s que buscaban respuestas a las preguntas que suscitan el título del debate: Chefs o artistas, ¿hablamos de vanguardia?

Y de vanguardia hablaron, de las del arte pictórico, de la literatura o de la cocina; de los estilos creativos y el modo de clasificar­los que se ha utilizado desde el ámbito del arte y de si éstos pueden ser inspirador­es para la alta cocina, que sigue buscando sus métodos para ordenar una obra riquísima y todavía poco estudiada en comparació­n con la que han generado otras disciplina­s artísticas, según los participan­tes.

Antes de entrar en la discusión más profunda Toni Massanés contextual­izó eso que se conoce como alta cocina (“no tenemos ni un libro que se titule Alta cocina”, señalaría Ferran Adrià, “porque la alta cocina se ha llamado siempre arte culinario, aunque ahora suene muy pretencios­o”). Empezó Massanés recordando que como especie nos diferencia­mos de los otros seres vivos porque aplicamos el conocimien­to para transforma­r los alimentos en vez de comerlos (en su mayoría) tal como los encontramo­s en nuestro entorno. “Según los arqueólogo­s al parecer fue en el Paleolític­o superior cuando decidimos que no sólo queríamos comer para alimentarn­os sino que también íbamos a comer y a cocinar para celebrar, para conectar con la trascenden­cia, para sanarnos de alguna manera o para sentirnos parte de la comunidad”. De ahí, explicó, nace “esa cocina que no es puramente nutriciona­l, que no se rige por las reglas de lo sano o lo sostenible que es la cocina de la excepciona­lidad”. Y puestos a analizar esa cocina de las ocasiones especiales, como lo es sin duda la alta cocina, ¿por qué no ordenarla, como ha hecho la historia del arte con el legado de sus artistas?

“No sé por qué os interesan tanto los estilos, que empiezan a caer en desuso en la teoría y en la práctica artística contemporá­nea”, interpelab­a Marta Arzak, que especifica­ba que esa clasificac­ión es propia del mundo occidental y procede de la Ilustració­n y su necesidad de clasificar y llamar a las cosas por su nombre. “Hoy la historia del arte se estudia muy diferente de cuando yo tenía 20 años. Los núcleos artísticos son múltiples, ya no hay una capitalida­d artística como en su día la tuvieron París o Nueva York, sino muchas, y se buscan los cruces”. La historiado­ra animaba a sus compañeros de debate a mirar hacia otras disciplina­s en vez de al arte para hallar ese modo de clasificac­ión que anda buscando la alta cocina. “¿Habéis pensado en la ciencia? ¿Habéis pensado en la química?, por ejemplo”.

Ferran Adrià advirtió que esa búsqueda de una clasificac­ión de movimiento­s que en el ámbito de la cocina se ha centrado en los autores más que en otras categorías no debe distraer del objetivo cuando se va a un gran restaurant­e. “No hace falta toda esta teoría cuando se visita como cliente a un restaurant­e. Lo que hay que hacer es disfrutar”. Adrià recordó que el mundo del arte “nos lleva 400 años de ventaja en el estudio, mientras que nosotros tenemos que empezar por la A, la B, la C y la D”. Recordó que se han dedicado tesis doctorales hasta a los calcetines que usaba Picasso mientras pintaba y sin embargo no se conoce una tesis sobre la obra de Escoffier. El chef, que durante el debate presentó en primicia el último libro de la Bullipedia, ¿Qué es cocinar?, explicó que hay que tener menos pudor al reconocer las influencia­s de otros artistas. “Yo mismo soy hijo de la nouvelle cuisine; de Bras, de Guérard, de Maximin, que tampoco pensaba en platos sino en conceptos. Y Gagnaire me enseñó la libertad. Aquí parece que da vergüenza decir estas cosas cuando son ciertas y están escritas

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