Lo mejor está por llegar
El pasado mes de marzo falleció a los noventa y cinco años John Richardson, el gran biógrafo de Picasso. Prácticamente hasta el final estuvo trabajando cada día, fines de semana incluidos, junto con los tres documentalistas que le ayudaban, en el cuarto volumen de su obra sobre el malagueño, que está previsto aparezca el próximo mes de diciembre.
Al redactar su necrológica me chocó retrospectivamente lo muy tarde que empezó con ese gran proyecto. El primer volumen, que cubre el cuarto de siglo inicial de andanzas picassianas, lo publicó en 1991; tenía sesenta y seis años, edad en la que muchos ya han optado por una plácida jubilación. Richardson, por el contrario, ponía la primera piedra de un proyecto que sabía monumental y que le iba a llevar mucho tiempo: nada menos que narrar la vida del pintor más potente y uno de los más longevos del siglo XX. Tuve la oportunidad de tratarle durante unos días en 1996, cuando vino a Barcelona a recoger un premio de La Vanguardia. Desplegaba la energía de un chaval. ¿Contribuyó ese gran proyecto a mantenerla activada? En cualquier caso sacó provecho al máximo a esos seis lustros finales de su vida que pudo dedicar al trabajo.
He vuelto a pensar en Richardson leyendo el sugestivo libro de Theodor Kallifatides Otra vida por vivir, que publica la editorial Galaxia Gutenberg. Se trata de
Richardson y Kallifatides han sabido desarrollar a una edad avanzada nuevos proyectos intelectuales
una obra de pequeño formato y 153 páginas, redactada hace tres años. Kallifatides es un escritor griego instalado desde 1964 en Suecia por motivos entre políticos y económicos. Adoptó el sueco como lengua literaria y le fue bien: en el país escandinavo ha ganado lectores y reconocimiento, incluso trabajó con Ingmar Bergman, aunque en España no había sido traducido hasta ahora.
Kallifatides nos cuenta como, a los setenta y siete años, empezó a sentirse viejo de verdad. En el plano colectivo, ya no encontraba a su alrededor los valores de solidaridad y compromiso que le habían atraído de la sociedad sueca; en el plano personal, al cerrar su estudio y ponerse a trabajar en casa notaba la falta de estímulos. ¿Debía renunciar a escribir, puesto que ya no encontraba los temas que le animaban a hacerlo?
Será el retorno a Grecia, el problemático, culto y arruinado país natal, lo que reactive al escritor y le ayude a ver con claridad que sí sigue teniendo temas, y son justo los que constituyen el punto de partida de su texto: la emigración, las injusticias de la nueva Europa, la lengua de origen, la propia vejez. Como el biógrafo de Picasso, Kallifatides ha encontrado, cumplida ya una edad más que respetable, que aún le queda “otra vida por vivir”. Y nos lo transmite.