El pasado de la tribu
Novela Castañón escribe sobre dos familias burguesas en la Guerra Civil
Todos los naufragios, la última novela de Laura Castañón (Revollines, Mieres, Asturias, 1961), complementa en cierto modo aunque se lee de modo totalmente independiente a su anterior, La noche que no paró de llover, narración que tuvo cierto eco entre el público y la crítica al abordar de forma muy acertada los mecanismos de construcción, fuga, certeza y engaños a que está sometida la memoria, que siempre juega al escondite. Autora de otra novela anterior, Dejar las cosas en sus días, es, sin embargo, con Todos los naufragios, cuando Castañón consigue dar con el tono exacto que hace que una novela mantenga ese extraño equilibrio entre las partes que hace de ella su excelencia. Y ello ocurre porque esa reconstrucción se producía en dos niveles distintos pero complementarios, el que llevaba a cabo Valeria Santaclara cuando recibe un sobre otorgando el perdón y reconstruye su pasado en sesiones con su psicóloga, y, claro, la de la burguesía del Gijón de los años veinte, donde están imbricadas ella y su hermana, e indisolublemente unidas en ese tiempo a las acciones convulsas, al miedo, a la culpa...
En Todos los naufragios volvemos de nuevo a la reconstrucción del pasado, que en afortunada frase de Günter Grass, gusta de ocultarse en rincones. De nuevo se recrea el Gijón de principios del siglo XX, esta vez en los avatares y destinos muy diferentes de dos amigos de infancia que desde Nozaleda, pueblo cercano a Gijón, un territorio imaginado, les arroja al mundo. Pertenecientes a dos “buenas familias”, Santaclara, de ahí el vínculo con La noche que no paró de llover , y Los Forquetos, cada uno de ellos afrontará de forma muy distinta la pesadilla del rodillo de la historia, que aquí está representada por la Guerra Civil y la implantación de la dictadura franquista.
La novela abunda en guiños y haLaura Castañón