El conocimiento del dolor
Relatos La reedición de tres obras de Julio Ramón Ribeyro nos brindan la oportunidad de reivindicar a uno de los grandes escritores latinoamericanos; textos sin terreno literario propio y que reflexionan acerca de la vida del autor
J.A. MASOLIVER RÓDENAS
Julio Ramón Ribeyro (Lima, 19291994) nació en el barrio de Santa Beatriz de Lima, para luego trasladarse a Miraflores, donde se educó en el colegio Champagnat, como los personajes de Los cachorros de Vargas Llosa, otro destacado miraflorino. Desde muy joven soñó con viajar. En 1953 ganó una beca de periodismo del Instituto de Cultura Hispánica, que atrajo a tanto escritor latinoamericano. De Madrid se trasladó a París, donde trabajó como periodista durante diez años en la agencia France Press. Las primeras ediciones de su obra en España pasaron casi desapercibidas. La reedición ahora por Seix Barral de tres de sus libros más importantes –los cuentos de La palabra del mudo, las prosas de difícil definición de Prosas apátridas y lo que oscila entre el diarioylasmemorias, Latentacióndel fracaso– es una excelente oportunidad para reivindicar a uno de los más grandes escritores latinoamericanos.
En sus iluminadores prólogos, Sara Mesa, Fernando León Araona y Enrique Vila-Matas coinciden en señalar la estrecha relación entre los tres libros, precisamente por el carácter fragmentario de su prosa, ajena al concepto de género, especialmente las Prosas apátridas, llamadas así porque, en palabras de Ribeyro, “carecen de un territorio literario propio”. La autobiografía está siempre presente y el mensaje o el discurso están siempre ausentes. Por lo mismo, carece de sentido establecer una jerarquía de calidad y es posible leer los tres tomos como si se tratara de uno solo. Sin embargo, creo que sí conviene empezar por La tentación del fracaso, porque es el que más explícitamente se proyecta sobre el resto de su obra, tejiendo de este modo “una apretada trama de reflejos y reenvíos”. Los diarios se inician en 1950 y se cierran en 1978, pese a que Ribeyro los estuvo escribiendo hasta poco antes de su muerte. Páginas obsesivas y pesimistas de quien se considera “inepto para la felicidad” y cuyo eterno problema es “resignarse o quejarse”.
Uno de los temas dominantes es el de la mala salud: “La úlcera de estómago, las almorranas, las opresiones nocturnas, todo lo que me atormenta en estos días”. Lo es también la falta de dinero: “21 años de lecturas para terminar haciendo el trabajo de un cargador analfabeto”. Le persigue la adicción al alcohol y al tabaco. Cree en la superioridad de la amistad, y su conflictiva relación amorosa con C. recorre gran parte del libro. Encuentra una liberación en los viajes. Madrid le produce “una impresión provinciana e irrisoria”, y los españoles “tienen el cerebro endurecido y en él no entra ni a martillazos una idea nueva”. Y si se muestra crítico con París y con la Place Falguière, donde vive, añora la ciudad y volver a ella es una obsesión.
Especialmente interesantes son las reflexiones sobre su propia escritura. A diferencia de García Márquez, Asturias, Rulfo o Vargas Llosa, nos dice, su mundo es “mas bien sórdido, efectista, donde no ocurre nada grandioso, poblado de pequeños personajes desdichados, sin energía, individualistas y marginados”. Finalmente nos acompañan los autores que más admira y la relación con coetáneos, muyespecialmenteconVargasLlosa, al que admira y al mismo tiempo critica duramente. Y que encuentra su respuesta en El pez en el agua, del propio Vargas Llosa.
Las Prosas apátridas son un feliz complemento a los diarios. Y proyectan su mundo personal. Elogia a las mujeres. A diferencia de lo que opina Apollinaire, para él “el cuerpo de la mujer no tiene puertas, como el mar”. “Mientras más conozco a las mujeres, más me asombran”. Su capacidad de observación le acompaña continuamente y su penetración le asusta. “Todo se convierte en signo, en presagio”, lo que se expresa en esta tentación del fracaso que se observa en toda su obra. Lo que nos lleva a los relatos de La palabra del mudo, así titulado “porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginados…”, y “mis cuentos, al menos así lo creo, son el espejo de mi propia vida.” Hay relatos de una enorme dureza, pero en realidad lo que domina es una visión fatalista el mundo. Tras las páginas en las que nos parece vivir en la plenitud de la felicidad, ocurre algo que lo destruye todo. Domina la amenaza del peligro, la desventura, la infinidad de situaciones sorprendentes o inesperadas sacadas de la vida cotidiana. Su primer libro de relatos, Los gallinazos sin plumas (1955), fue muy elogiado en su país, donde se le considera uno de los grandes cuentistas en castellano del siglo XX. Lo mismo hemos sentido todoslosquehemosleídosuobra.
Julio Ramón Ribeyro
Prosas apátridas
SEIX BARRAL. PRÓLOGO DE FERNANDO LEÓN DE ARAONA. 152 PÁGINAS. 17 EUROS
Relatos de enorme dureza, en que domina una visión fatalista, domina la amenaza del peligro, la desventura...
La tentación del fracaso
SEIX BARRAL. PRÓLOGO DE ENRIQUE VILA-MATAS. 684 PÁGINAS. 26 EUROS
La palabra del mudo
SEIX BARRAL. PRÓLOGO DE SARA MESA. 1056 PÁGINAS. 27 EUROS