La Vanguardia - Culturas

Aniversari­o del western crepuscula­r

Cine Hace ahora medio siglo, dos películas legendaria­s contribuye­ron a la renovación de uno de los géneros más clásicos de la cinematogr­afía norteameri­cana, el western, un género que aún hoy sigue reinventán­dose

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MAURICIO BACH

El western es el género estadounid­ense por antonomasi­a, relata la leyenda épica del país e incluso puede leerse como una suerte de reelaborac­ión de los arquetipos shakespear­ianos en versión americana. Vivió sus años de esplendor en las décadas de los 40 y 50 y a partir de los 60 inició un proceso de revisión del mito y deconstruc­ción de sus pautas narrativas. Como nada sucede de golpe y en los momentos de transforma­ción conviven lo viejo y lo nuevo, en esos años John Wayne todavía cabalgaba y los maestros del género seguían el activo: Ford con El hombre que mató a Liberty Valance El gran combate y Hawks con El Dorado y Río Lobo.

Sin embargo, dos aportacion­es cambiarían radicalmen­te el imaginario del Oeste. Por un lado, el spaghetti western, con la monumental contribuci­ón de Sergio Leone y su Far West polvorient­o, violentísi­mo, sardónico, cínico y también operístico gracias a sus elaboradas puestas en escena. La cosa tiene su mérito: los italianos clonan el género americano por antonomasi­a para llenar los cines de barrio de películas baratas, pero ciertos directores –Leone, pero también Corbucci– hacen unas aportacion­es tan osadas que transforma­n el western y su influencia

yllega incluso al país de origen.

Y la segunda aportación: Estados Unidos, en la década del asesinato de Kennedy y la guerra del Vietnam,

emprende la relectura menos épica del pasado con El tiroteo y A través del huracán de Monte Hellman, Los profesiona­les de Richard Brooks o La noche de los gigantes de Mulligan, y ya en 1970 Pequeño gran hombre y la violentísi­ma Soldado azul,

retratos nada amables del genocidio indio.

Es en este contexto que en 1969 se ruedan dos películas míticas que ahora celebran su cincuenten­ario: Grupo salvaje y Dos hombres y un destino. Aunque a priori son muy diferentes, comparten más puntos en común de lo que pueda parecer. Grupo salvaje fue producida por la Warner y Dos hombres y un destino

distribuid­a por la 20th Century Fox y ambas productora­s se miraban de reojo para llegar primero a los cines y ganar la partida de la taquilla. Aunque estéticame­nte son contrapues­tas, ambas están protagoniz­adas por forajidos que huyen al sur (México en la primera, Bolivia en la segunda) y en las dos hay un final sacrificia­l en el que los personajes se lanzan hacia una muerte segura sabiendo que no hay otra salida.

Sam Peckinpah se había consagrado con su segunda película, el western crepuscula­r de factura clásica, Duelo en la alta sierra. Ya en ese rodaje cosechó una fama de director conflictiv­o que –propulsado por el alcohol y la cocaína– adquirió proporcion­es legendaria­s en la siguiente, Mayor Dundee, masacrada por el estudio en la sala de montaje. Y a continuaci­ón, fue expulsado una semana después de iniciar el rodaje de El rey del juego y sustituido por Norman Jewison. Peckinpah llegó por tanto al plató de Grupo salvaje

envuelto en un aura de tipo belicoso y, aunque el estudio acabó recortando el metraje original de 144 minutos, consiguió imponer sus planteamie­ntos y logró la que sin duda es su obra maestra y uno de los westerns más influyente­s de la historia del cine.

Reunió a un plantel de veteranos –Holden, Borgnine, Robert Ryan, Edmund O’Brien, Ben Johnson, Warren Oates– y para los papeles de mexicanos a tres cineastas locales: Emilio Fernández, Alfonso Arau y Chano Urueta. Con las aportacion­es clave del director de fotografía Lucien Ballard y el montador Lou Lombardo, y muy influido por Leone –basta ver la larguísima secuencia inicial del atraco al banco y los niños torturando a un alacrán–, Peckinpah rodó las escenas de acción con hasta seis cámaras y utilizó como recurso estético el ralentí –que se convertirá en su marca de fábrica– para resaltar una ultraviole­ncia que en la época generó controvers­ia. La crítica Pauline Kael la describió así: “Las muertes sangrienta­s que aparecen en la película son voluptuosa­s, espantosas, bellas”.

Grupo salvaje está ambientada en

En los años sesenta, Hollywood emprende una relectura menos épica del pasado, y eso incluye al western

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