El libro como tesoro
Una exposición en el MNAC muestra cómo en Catalunya, mediante la Associació de Bibliòfils y en colaboración con la Reial Acadèmia de Bones Lletres, se han editado clásicos y exquisiteces de las letras en objetos preciosos y de máxima calidad
CARLES BARBA
¿Hay que extrañarse de que Catalunya, propugnadora durante el noucentisme de l’obra ben feta, haya sido tierra propicia a los libros bellos y raros, y que en este 2019 l’AssociaciódeBibliòfilsdeBarcelonaestécelebrando –con una exposición y un catálogo– sus 75 años de existencia? Tanto la muestra (comisariada por Albert Corbeto) como el catálogo (editado por el sello andorrano Aloma) evidencian que entre nosotros existió desde mediados del XIX un vivo interés por los libros antiguos y los tesoros bibliográficos, y que en los primeros decenios del XX fundamentalmente tres personajes –el polígrafo Ramon Miquel i Planas, el editor Gustau Gili Esteve y el librero Josep Porter Rovira– impulsaron una bibliofilia erudita genuina que vindicaba una elaboración artesanal no sólo de obras antiguas sino contemporáneas e ilustradas por artistas coetáneos. Estas sinergias quedaron lógicamente cortadas por la Guerra Civil, pero en 1943 diferentes estamentos barceloneses (mecenas, editores, coleccionistas, impresores, grabadores...) aunaron voluntades y en 1944 se fundaba la Associació de Bibliòfils, presidida por Alfons Macaya, con Josep Porter como hombre en la sombra, y con cincuenta socios iniciales que enseguida doblaron hasta cien. Se acordó enseguida crear un logotipo, editar un boletín y publicar un promedio de un libro al año.
El título con el que la ABB inició su aventura da bastante el tono de su modus operandi: escogió un clásico literario ya incontestable, la novela decimonónica El Capitán Veneno de Pedro Antonio de Alarcón; encargó la fijación del texto a un miembro de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, Manuel de Montoliu (esta institución secundará a menudo a la recién creada entidad); contrató diez láminas de ilustración a un artista catalán entonces muy prometedor, Josep Maria Mallol Suazo, y se confió al artista Teodoro Miciano una parte ornamental de la edición, capitulares incluidas (Miciano había pagado su republicanismo con tres años en la cárcel, y la asociación, para paliar un poco su situación, y atendiendo a su pericia como grabador, le sumó al proyecto). Se imprimieron cien ejemplares numerados y nominados.
Gracias doblemente a la exposición y al catálogo, podemos seguir (y apreciar en todos sus detalles) treinta y cinco ediciones estelares que ha llevado a cabo la ABB hasta hoy, con una ecléctica línea operativa que va desde un Cantar de los cantares en versión de fray Luis de León a Tots els contes de Pere Calders o unas insólitas Set cartes de Dalí a Pere Coromines. Dentro de la asociación durante años hicieron y deshicieron una serie de figuras de entonces, empezando por el marqués de Mura (que rigió la entidad entre 1950 y 02
El marqués de Mura, Josep Porter y Martí de Riquer fueron los principales activistas de la entidad bibliófila
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