La Vanguardia - Culturas

‘Le catalogue, c’est moi’

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J.A. MASOLIVER RÓDENAS

Desde Opiniones mohicanas

(2000), a lo largo de diez libros, Jorge Herralde (Barcelona, 1935) ha ido dejando testimonio de la trayectori­a de su editorial, sin olvidar las referencia­s personales, es decir, retazos de su propia biografía, que van dibujando una figura altamente polémica, con amigos y enemigos a los que les une el inevitable juicio de que Anagrama (mi querida Ana Grama) es la mejor editorial española, que ha sabido tomar el relevo de Janés Editores, Destino, de Josep Vergés, o la Seix Barral de Carlos Barral. Sus autores no son sólo sus autores sino también sus amigos, miembros de lo que él, amante del deporte, llama su escudería. Como observa Juan Gabriel Vásquez, “en lugar de escribir sus memorias, Herralde ha venido recopiland­o artículos breves (…), que forman un curioso conjunto, una especie de diario con memorias o de memorias fragmentad­as”, escritas con una voluntad literaria en la que no falta, señala Silvia Sesé en el prólogo a Un día en la vida de un editor, “el guiño humorístic­o que no excluye el aguijonazo puntual”, maestro como es del malicioso gossip.

Una forma de hacer cómplice al lector.

Si para el editor francés Christian Bourgois “mi autobiogra­fía es mi catálogo”, también para Herralde “toda mi vida está dedicada a los libros que escogí”. Una entrega que nace de su pasión ya desde pequeño por la lectura, que le llevará a abandonar la ingeniería para crear la editorial Anagrama. Se identifica con la izquierda heterodoxa y con la contracult­ura, e inicia su aventura con textos que reflejan sus ideas, en perpetua lucha con la censura. Y, con la llegada del desencanto, centra su interés en la literatura, con Panorama de Narrativas, y más tarde con Narrativas Hispánicas. Impresiona el conocimien­to que tiene de las numerosas editoriale­s y el contacto directo con los editores, muchos amigos cercanos. Si leemos el largo texto dedicado a Wodehouse, observamos, además, su talento para el análisis literario, visible por otro lado en un catálogo que nace directamen­te de sus lecturas. Son varias las generacion­es que gracias a Anagrama se han acercado a la narrativa italiana, francesa o inglesa, así como a la latinoamer­icana, especialme­nte la argentina y la mexicana. Y cincuenta años que son un día en la vida de un editor cubren un largo periodo que va desde los estertores de la dictadura hasta un presente que es hoy mismo. Si estuvo rabiosamen­te àla page al inicio de su carrera, lo sigue estando hoy: continúa descubrien­do autores, con una fuerte presencia de la narrativa femenina.

Herralde está en estrecho contacto no sólo con sus colegas sino también con los libreros. Mucho más sorprenden­te es el escaso, escasísimo, espacio a los críticos, a los que sin embargo persigue tenazmente con sus lacónicos e incisivos mensajes, y por la atención que dedica a los suplemento­s literarios. Pese a la informació­n apabullant­e, hay autores que sin explicació­n alguna han desapareci­do del catálogo, como Monterroso, “el gran Tito”, Robert Coover, “nuestro amigo americano”, o Antolín Rato, que fue durante años traductor de la casa. Como sí suelen ser de la casa los autores galardonad­os con el premio Herralde de Novela, y que él pretende independie­nte. Pero, en fin, estas omisiones o verdades a medias añaden más polémica en torno al editor responsabl­e de un fabuloso catálogo, realmente único en nuestro país, del que este fascinante libro es un claro testimonio.

Jorge Herralde

Un día en la vida de un editor

PRÓLOGO DE SILVIA SESÉ. ANAGRAMA. NUEVA EDICIÓN AMPLIADA. 496 PÁGINAS. 19,90 EUROS

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