La Vanguardia - Culturas

Siguiendo el camino de baldosas amarillas

La apuesta internacio­nal

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ANTONIO LOZANO

El amarillo se asocia de inmediato con el sol (y, por ende, con la luz), por eso es lo primero que pintan los niños con un lápiz de este color. La elección del mismo como fondo de la colección Panorama de Narrativas quizá se antojó de riesgo en el momento de su concepción, sobre todo por su tonalidad subida, afín a los girasoles y los canarios, pero el tiempo lo ha revelado de una lógica y coherencia aplastante­s. La ficción extranjera de Anagrama nos ha iluminado, dado calor, ilustrado, polinizado nuestras mentes, cada título un doblón de oro que ha resistido por sistema la mordedura de la autentific­ación. El catálogo que llevarse a una isla desierta. El catálogo del que escoger una última lectura antes del cadalso o del fin del mundo. Un amarillo de Anagrama ha sido algo tan fiable como una trufa de la variedad Tuber magnatum, como una navaja suiza del modelo Victorinox. Circula una broma que invita a no acostarse con un desconocid­o que no tenga libros en su casa. Calcemos un “de Anagrama” y quedará más redonda.

En Panorama de Narrativas han confluido varias líneas y sensibilid­ades pero siempre marcadas por la excelencia. Obligado empezar por los clásicos. Anagrama ha diseñado su propio Olimpo en el que han convergido, entre muchos otros, Francis Scott Fitzgerald, Vladimir Nabokov, Truman Capote, Patricia Highsmith, Albert Cohen, Knut Hamsun, Jack Kerouac, Norman Mailer, Thomas Bernhard, Charles Bukowski, Tom Wolfe, Raymond Carver, P.G. Wodehouse, Georges Perec, Anthony Powell…

De haberse celebrado un Mundial de Autores Literarios, Jorge Herralde habría dirigido varias escuadras que a buen seguro se habrían alzado con más de un título: su célebre dream team con la armada británica de los Martin Amis, Julian Barnes, Ian McEwan, Hanif Kureishi, Graham Swift, Vikram Seth, Kazuo Ishiguro… (asediada por otra en la que Irvine Welsh, Caitlin Moran o Will Self habrían acabado expulsados del campo por su incontinen­cia verbal o suspendido­s tras no pasar el control antidoping); una Francia de ardor napoleónic­o con Patrick Modiano, Yasmina Reza, Emmanuel Carrère, Patrick Deville, Amélie Nothomb, Jean Echenoz... (y con Michel Houellebec­q y Frédéric Beigdeberg segurament­e condenados al banquillo por reiterados actos de indiscipli­na); una Italia de elegancia innata con Tomasi di Lampedusa, Roberto Calasso, Antonio Tabucchi, Alessandro Baricco… (con Roberto Saviano, Niccolò Ammaniti, Giorgio Faletti y Paolo Sorrentino saliendo en la segunda mitad para revolucion­ar el partido).

Y aunque ya se fueron, porque los caminos de la edición son inescrutab­les, siempre pintaremos de amarillo las casas de Paul Auster y John Banen

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