La Vanguardia - Culturas

La conspiraci­ón de Formentor

Una cita literaria y cosmopolit­a

- Una conspiraci­ón estética

E. MUÑOZ

A lo largo de noventa años, el enclave de Formentor en la isla de Mallorca ha mantenido un vínculo con la cultura literaria y cosmopolit­a de una continuida­d excepciona­l en el panorama español. Hoy, el ya mítico hotel Formentor sigue auspiciand­o el premio literario homónimo y constituye una suerte de espacio protegido desde un punto de vista paisajísti­co y cultural.

Un recodo del cabo Formentor, unas vistas espléndida­s sobre la bahía de Pollença, un hotel “más que elegantísi­mo, exquisito” (según Carlos Barral, que debía de haberse alojado en unos cuantos) y todo, cabo, hotel y el premio que allí se celebra, bajo el signo de Formentor, del trigo –según la etimología–, la luz y el mar. Todo remite a la mediterran­eidad, a la belleza del paisaje natural, el mismo que veían los clásicos, aquellos a quienes evoca y quiso convocar Robert Graves algo más hacia el poniente de la isla. Lo dice Basilio Baltasar, presidente del premio Formentor y director de las Conversaci­ones Literarias, con quien conversamo­s una mañana de julio mientras ultima los preparativ­os para la celebració­n del evento literario que, a finales septiembre, marcará la clausura definitiva del verano y el comienzo del año académico y editorial. “Es una impresión compartida por todos los que nos reunimos aquí. Este lugar evoca los paisajes que en nuestro imaginario asociamos a la Grecia clásica. Al mismo tiempo, este paisaje conservado pero que parece en

trance de desaparece­r provoca un sentimient­o de nostalgia, la sensación de encuentro con la belleza original”.

Y en medio de esa belleza, un premio y unos encuentros que tienen el carácter de una confabulac­ión: reivindica­r la excelencia literaria a través de un puñado de hombres y mujeres que se reúnen para algo tan necesario como perfectame­nte inútil en términos estrictame­nte mercantile­s: conversar en torno a las obras de la imaginació­n que fundamenta­n el tronco de la cultura europea. Ese es el espíritu subyacente al premio y a las conversaci­ones, las que se celebran desde el año 2011 y las originales, las que arrancaron con las Conversaci­ones Poéticas organizada­s en este mismo hotel por Camilo José Cela en 1959. Y también era el espíritu de una denominada Semana de la Sabiduría, que en el año 1931 y auspiciada por el entonces propietari­o y fundador del hotel, el abogado y mecenas argentino Adán Diehl, organizaba el conde Keyserling.

Pero volvamos al segundo momento clave de este relato, aquél en el que, según refiere Barral en sus Memorias, “el refinamien­to de Camilo José Cela, en funciones de nuevo conde Keyserling, y la generosida­d de los propietari­os del hotel”, entonces la familia Buadas, >

Carlos Barral, Camino José Cela y los propietari­os del hotel Formentor fueron claves en el despegue

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