Ignacio Zuloaga, Franco y la España ineducada
Recorrido Referente mundial de la pintura figurativa en la primera mitad del siglo XX, Zuloaga (1870-1945) fijó en el imaginario internacional una España rural y arcaica, atávica y mística. Al final de su vida sirvió al franquismo
Zuloaga pintó mucho a sus tres primas, aquí hay dos ejemplos; las miradas y las sonrisas son de mujeres guapas y resueltas
XAVIER MAS DE XAXÀS
Ignacio Zuloaga fue un superventas internacional. Con Joaquín Sorolla, el más reconocido de los pintores españoles en la primera mitad del siglo XX, un referente mundial del retrato y de la pintura figurativa. Fue hijo de la burguesía vasca y lo educaron los jesuitas en París, Roma y Madrid. Vivió casi medio siglo en la capital francesa, donde conoció a su esposa, nacieron sus hijos y entabló amistad con Rodin, Rilke y otros gigantes de la cultura. Recorrió Europa y triunfó en Nueva York, donde en 1925 pintó, por encargo de una agencia de relaciones públicas, el retrato de un pianista a cambio de 20.000 dólares, suma astronómica para una campaña de publicidad.
A pesar de su éxito comercial y artístico, Zuloaga ha tenido una relación ambivalente con España. Primero porque ayudó a perpetuar la imagen de un país tremendista, rural, atávico y místico que fue muy aplaudidafueraperomuycriticadadentro. Y después, porque pintó al general Francisco Franco y a otros miembros del régimen, al que sirvió con su arte.
Ejemplo de la dificultad de abordar a Zuloaga es que la exposición
antológica que le dedica el museo de Bellas Artes de Bilbao es la primera. La fundación Mapfre repasó hace dos años su paso por París entre 1891 y 1914, pero no ha sido hasta ahora, 72 años después de su muerte, que se ha
hecho un verdadero esfuerzo para entender a Zuloaga. De ello se han encargado los comisarios, Javier Novo González y Mikel Lertxundi Galiana, que han trabajado durante cinco años para reunir 95 obras –60 ‘La víctima de la fiesta’, uno de los lienzos más emblemáticos de Zuloaga inéditas– y han confeccionado un catálogo imprescindible.
La muestra presenta a un Zuloaga joven y autodidacta en París, inspirado por el impresionismo y el naturalismo, así como por el realismo de corte social. Luego está el pintor que en Sevilla y Segovia se rinde a la tradición pictórica española como seguidor de El Greco, Ribera, Velázquez, Zurbarán y Goya. Surgen los paisajes de horizontes bajos y cielos atormentados, los personajes hirsutos en un medio hostil. Esta España negra puede ser alegre, exótica y romántica, especialmente cuando pinta a sus primas –mujeres guapas y resueltas–, pero, por encima de todo, es una España pobre, salvaje y religiosa, como demuestra el tremendismo entre ceja y ceja de El alcalde de Río Moro, El poeta don Miguel y El enano Gregorio el botero.
El dominio de la técnica y la composición
La exposición excluye un gran lienzo de Franco porque “como sociedad no estamos preparados para verlo”
que le hizo rico y famoso a principios del siglo XX –el retrato de la poetisa Mathieu de Noailles es paradigmático– la utilizó en 1940, al final de su carrera, para pintar a Francisco Franco. Zuloaga coloca al dictador en lo alto de un cerro, sobre el valle de Cuelgamuros, donde acaba de ordenar la construcción de un monumento a los caídos. Lo pinta como un héroe invicto, con boina roja de requeté, camisa azul de falangista, botas y pantalones militares, fajín de generalísimo y una bandera española que lo arropa.
Este lienzo es el resumen de una carrera artística y de un compromiso político, pero no está en la exposición. Pertenece a la familia Franco y se encuentra bien conservado en el pazo de Meirás. Los comisarios quisieron exponerlo por su valor artístico pero sopesaron la carga política que supondría. El precedente del asalto a la estatua ecuestre de Franco decapitado en el Born de Barcelona (2016) les hizo desistir. “Aún no estamos preparados como sociedad para ver esta pintura –explica Miguel Zugaza, director del museo–. No, al menos, para verla como una obra de arte. Hubiéramos tenido que protegerla con guardias de seguridad y, sin duda, habría eclipsado al resto de la exposición. No hubiéramos visto el arte de Zuloaga sino al Zuloaga que simpatizó con el franquismo, y este no era nuestro objetivo”.
La España negra que pintó Zuloaga ha desaparecido pero esta autocensura demuestra la persistencia de una España ineducada, incapaz todavía de afrontar su pasado reciente, aunqueseaatravésdelarte.
Zuloaga 1870-1945
MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO. WWW. MUSEOBILBAO.COM.HASTA EL 20 DE OCTUBRE