Toros, no; caracoles, sí
¿Tiene sentido prohibir los toros y, en cambio, torturar a los caracoles? El analista Guy de Forestier lo pone en duda. Y aduce que pocas cosas le han parecido tan espeluznantes como contemplar, en la comarca del Segrià, la elaboración de cargols a la pedra. Se colocan, sobre una laja de pizarra, una buena cantidad de estos animalillos. Vivos. Se les espolvorea con sal gorda y se les cubre luego con paja, a la que se prende fuego. Los caracoles emiten unos “chillidos agudos” –aunque, puesto que carecen de cuerdas vocales, podría ser la ebullición de sus líquidos en la cáscara, admite el autor– hasta que ya están listos para el condumio. Y luego “hacía acto de presencia un silencio humeante, denso, explícito, culpable”.
Guy de Forestier es el seudónimo del arquitecto Carlos García Delgado, de combinada ascendencia catalana y andaluza, autor de obras de su especialidad y de una anterior donde practica lo que podríamos definir como análisis lúdico de las mentalidades: Queridos mallorquines. Ahora nos ofrece Queridos catalanes /Estimats catalans (ambas ediciones en Olañeta), que es un libro escrito como si no hubiera existido el procés, con su cosecha de inquinas y reproches. Forestier ofrece una mirada suave y perspicaz a la mentalidad , yo no diría catalana, sino de sucesivas generaciones de catalanes. Y entronca con una tradición literaria liberal en tono menor hoy casi desaparecida, que combinaba análisis histórico, costumbrismo y sentido del humor, y con la que reconforta reencontrarse. La practicaron el olvidadísimo André Maurois (Los silencios del coronel Bramble, sobre Gran Bretaña; Retrato de Francia y de los franceses), o entre nosotros, Fernando Díaz Plaja con El español y los siete pecados capitales; les unía cierta finura, el ser poco pretenciosos y no tomarse demasiado en serio la cuestión nacional.
Forestier utiliza –inteligentemente– como guía a Josep Pla , y reclama una Cataluña simpática, civilizada y sobre todo, muy relativista. Su recorrido se halla repleto de anécdotas: el presidente Estanislao Figueras y su “estic fins als collons de tots nosaltres”, Gaudí sugiriendo que tocara el violín a la clienta pesada que quería colocarle un gran piano en el salón... Cabe destacar las ilustraciones de ese clásico de nuestro tiempo que es Pere Joan.
El autor confronta la casa urbana gótica frente a la masía payesa. Y nos lleva hasta una tipología, montaña versus litoral, que algunos autores han equiparado, para el siglo XIX, a la de carlistas y liberales, y que en la actualidad, ay, sigue marcando dos comportamientos electorales nítidamente diferenciados (no diré en qué).
Queridos catalanes nos devuelve el tipo de mirada que ojalá todos los pueblos intentaran mantener siempre frente a sus propias vicisitudes.
‘Queridos catalanes’ es un libro amable y humorístico, escrito como si no hubiera existido el procés