Convivir con el agua sucia
Novela Martí Domínguez relata la historia de un científico que colaboró con los nazis en el intento de germanizar la población de los territorios anexados durante la Segunda Guerra Mundial y describe un torbellino de obnubilación y fanatismo
L’esperit del temps es el retorno de Martí Domínguez (Madrid, 1966) a sus orígenes como novelista, a Les confidències del comte Buffon (1997), que puso el foco sobre un novelista de primer nivel europeo. Científico y escritor, la combinación era imbatible. En las últimas novelas, Domínguez ha recorrido terrenos inciertos: la novela de ideas artísticas (El fracassat), la memoria histórica (La sega, sobre los maquis, un tema que siempre tiene premio) y la novela en clave de ambientes culturales (L’assassí que estimava els llibres). Se había perdido un poco el impulso inicial. L’esperit del temps lo recupera generosamente. Es la historia de un científico, de quien no se dice el nombre, aunque queda claro que se trata del etólogo, zoólogo y biólogo Konrad Lorenz (1903-1989), premio Nobel de Medicina de 1973.
Existe una foto muy conocida de Lorenz con unas ocas, dentro del agua, sólo se le ve la cabeza. Tiene una oca a cada lado, parece el emblema de un escudo. Es una imagen que circuló mucho, incluso por los ambientes contraculturales. Lorenz aparecía en ella con pinta de sabio extravagante. Si en los años setenta se hubiera sabido que había sido nazi, la gente, que tiene tanta tirada a los libros sobre el comportamiento de los bichos, se habría quedado perpleja.
Esto es lo que explica, en primera persona, el protagonista de la novela de Martí Domínguez. La fascinación por Hitler y el deseo de revertir la humillación del tratado de Versalles. En las novelas de Martí Domínguez dedicadas a grandes figuras de la cultura europea (Buffon, Goethe, Voltaire, Cézanne) encontramos un elemento que se repite: el orgullo. Prisionero en el campo de Kirov, vencidos los nazis, el científico lo cuenta todo. Como empezó a estudiar aquellas ocas tan simpáticas y nadie le hacía caso. Advirtió del peligro de la domesticación para la evolución de las especies. De ahí se pasó a la idea que la mezcla de razas comportaba una decadencia. Quería justificar científicamente la eugenesia: la selección artificial. Las Leyes de Nuremberg de 1935 desencadenaron un torbellino de abusos y horrores.
Una de las partes más convincentes de la novela es cuando el científico se da cuenta de las purgas de colegas que se producen a su alrededor y se desentiende de ello. “Com ens vam endinsar en aquella vida de perdició, obnubilació i fanatisme”, escribe. Y lo cuenta: en el frente se producían miles de muertes, se tenía que reemplazar a la gente y por eso se cayó en la locura reproductora. Daré sólo un detalle:sehormonabaaniñasdenueve y diez años para que pudieran ser madres. Las vidas humanas se trataban como piezas reemplazables. Al mismo tiempo se seleccionaba a los habitantes de los territorios anexados, y se sometía a los niños a un proceso de germanización, que acostumbraba a ser un fracaso. Se experimentaban tratamientos químicos para que los chicos se olvidaran de sus familias. Moría mucha gente y se generó un mercado de cabezas cortadas y esqueletos de partisanos que se
El protagonista quería justificar científicamente la eugenesia, la selección artificial