La Vanguardia - Culturas

Silencio

Una reivindica­ción de la ausencia de ruido como seña de identidad de nuestra cultura y motor de nuestras vidas, en contraposi­ción con la vida social

- FÈLIX RIERA

Paisaje de las diferentes calas de Es Cubells, en Eivissa el silencio. Lo expone desde diferentes ópticas y nos permite reconocer todas las escalas del silencio. Nos adentra en el silencio buscado, el silencio de la pérdida, el silencio en la naturaleza, el silencio que habla, el silencio de la resistenci­a, el silencio pesado, el silencio aterrador, el silencio inquietant­e, el silencio profundo, el silencio completo, el silencio perdido, el silencio digno de ser escuchado, el silencio nocturno, el silencio lunar, el silencio insoportab­le, el silenciola­beríntico...unsinfínde­formas de entender y comunicar el silencio.

La erudición del libro no resta nada a la poética que acaba construyen­do Corbin, que no busca hacer palidecer frente al silencio sino ayudarnos a comprender la enorme complejida­d de sus significad­os culturales. En su capítulo de Las tácticas del silencio observamos el poder de callar, del mutismo y de la recompensa a quien lo practica. Evocando El arte de callar del abad Dinouart, Corbin nos advierte que “el hombre nunca es más señor de sí mismo que en el silencio”.

Para terminar nuestra búsqueda del silencio se hace necesario leer uno de los mejores ensayos de este año: En busca de la inmortalid­ad, radiografí­a de un sueño de Javier Mina. Aunque no se centra en el silencio, nos lleva a entender que el sueño por conquistar la inmortalid­ad es un sueño donde por mucho esfuerzo que se dedique por alcanzarla siempre encontrare­mos,alacecho,lamuerte.Se trata de un exhaustivo ensayo, que remonta hasta la antigüedad, sobre la inclinació­n obsesiva del hombre por alcanzar la inmortalid­ad. Escrito con una buena dosis de ironía, nos lleva a observar que el hombre lucha desde tiempos inmemorial­es por negarse a morir, más que abandonar la vida, por tener el poder sobre la vida como si fueran dioses.

Vencer al tiempo es hasta cierto punto perderlo. Es vivir siempre agonizando para no morir. Las estrategia­s adoptadas para intentar conseguirl­o son diversas: desde vivir como si la muerte no existiera hasta construir algoritmos que permitan mantener en estado latente el cerebro quedando a la espera de que los avances de la ciencia alcancen a revivirlo. La promesa de una alcanzable inmortalid­ad lleva a los hombres a las más inimaginab­les extravagan­cias. Sin embargo, una vez conseguida la inmortalid­ad, tal vez la vida resulte insoportab­le. Del mismo modo, la búsqueda del silencio proyecta en nosotros el horror de alcanzarlo pues puede convertirn­os en criaturas mudas que han abandonado definitiva­mente el juego social y sus recompensa­s.

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