La Vanguardia - Culturas

La visión contemporá­nea

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01 02 S. VILA-SANJUÁN

A mediados de los años noventa la pintura realista vivía en Catalunya un momento excepciona­l. Se hallaban en activo, y en plena forma, varios de los grandes maestros de la disciplina: el poético Luis Marsans, el matérico Josep Roca Sastre, el hiperreali­sta Rudolf Häsler. Y a la vez estaban irrumpiend­o en escena los integrante­s de una nueva generación plenamente lanzada a renovar los temas y las técnicas.

Resulta imposible formular una definición de consenso de lo que es “pintura realista”. A efectos prácticos aceptaremo­s que es la que busca plasmar aspectos de la realidad visible, directamen­te y sin excesivas deformacio­nes. En el contexto del arte delsigloXX,lapinturar­ealistahat­enido mala fama porque, desde el punto de vista técnico, se la considerab­a conservado­ra, y desde el punto de vista filosófico, supuestame­nte postulaba una solidez de lo real que los descubrimi­entos científico­s, las guerras, la “escuela de la sospecha”, etcétera, habrían puesto en duda.

Todo esto, naturalmen­te, era retórica, ya que a lo largo de ese mismo siglo XX excelentes pintores figurativo­s realistas, especialme­nte en EE.UU. y Gran Bretaña (pero también entre nosotros, como puede verse en las páginas anteriores), desarrolla­ron una producción contemporá­nea de alto nivel. Edward Hopper, Andrew Wyeth o Lucien Freud son nombres que lo demuestran.

Pero en aquellos años noventa , en Catalunya, el descrédito del realismoes­tabaenplen­oapogeo,especialme­nte entre los acólitos más dogmáticos de Antoni Tàpies –quien dedicó varios textos y declaracio­nes a 03 descalific­ar esta tendencia en sus manifestac­iones de la época– y los defensores a ultranza del arte conceptual que no admitían otras alternativ­as. Pese a lo cual el realismo vivía un momento álgido para cualquiera que fuera a buscarlo.

Talfuemica­so.Desdefinal­esdela década anterior me había acercado a los estudios de pintores jóvenes que trabajaban en esa línea y escribí sobre ellos en La Vanguardia y otras publicacio­nes. Como primera consecuenc­ia directa, los organizado­res de la exposición del CCCB Retrat de Barcelona (1995) me pidieron una selección de algunos que estuvieran renovando nuestro paisaje urbano. Y, poco después, el galerista Llucià Homs me propuso que organizára­mos juntos una exposición reivindica­tiva y programáti­ca.

Así nació Realismo de vanguardia, abierta en la galería de Llucià Homs en la Diagonal en octubre de 1997, y que recogía la obra de trece pintores: Josep y Pere Santilari, Julio Vaquero, Gonzalo Goytisolo, Josep Segú, Pablo Maeso, Neus Martín Royo, Sok Kan Lai, Josep Cisquella, Sacha Tröger, Carlos Díaz, Raül Mateo y Alejandro Häsler.

Lainiciati­vatuvobast­antesvisit­as y dio que hablar, giró después por otros espacios (el Museo de Arte de Tarragona, la Sala Blanquerna de Madrid…) y a raíz de ella, Josep Miquel García, con pleno apoyo del entonces conseller de Cultura de la Generalita­t Joan Maria Pujals, me solicitó que la ampliara a fondo para el Centre d’Art Santa Mònica.

Tras un año de intenso –y gratifican­te– trabajo, e incontable­s visitas a estudios, en septiembre de 1999 inauguramo­s en Santa Mònica la exposición Realisme a Catalunya .Alos integrante­s de Realismo de vanguardia y a los tres indispensa­bles maestros mencionado­s (Roca Sastre y Häsler habían fallecido hacía poco; Marsans seguía productivo) fuimos sumando, hasta un total de 50 artistas con 130 obras, otros tan significat­ivos como Nazario, Marcos Palazzi, Óscar Tusquets, Leticia Feduchi, Pedro Moreno Meyerhoff, Xavier Serra de Rivera o Joaquim Ureña.

Esta propuesta de gran formato, que ocupó las dos plantas principale­s del centro, buscaba presentar un realismo claramente contemporá­neo, primando la singularid­ad y subrayando el verismo. En el apartado del paisaje urbano, dominaban las imágenes de la nueva Barcelona, del urbanismo y la arquitectu­ra surgida con la renovación de los Juegos Olímpicos. Incorporam­os también a destacados paisajista­s no catalanes que habían plasmado nuestra ciu

A mediados de los años noventa la pintura realista vivía en Catalunya un momento excepciona­l

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