La Vanguardia - Culturas

Annie Ernaux en Arenys de Mar

- SERGIO VILA-SANJUÁN

Al inicio de Los años, su crónica subjetiva de siete décadas de vida personal y francesa, la escritora Annie Ernaux desgrana un rosario de frases breves en la línea del Me acuerdo de Georges Perec. Ráfagas de imágenes o sensacione­s con poder de evocación que plasman una época.

Una referencia me ha intrigado: “La playa de Arenys de Mar junto a las vías del ferrocarri­l, el cliente del hotel que se parecía al animador radiofónic­o belga Zappy Max”.

Annie Ernaux (Lillebonne, 1940), autora de reconocida­s novelas como Pura pasión o La mujer helada , ha obtenido este año el premio Formentor por toda su trayectori­a, que se otorga en el legendario hotel homónimo.

En la cena, junto a la piscina, que sigue a la ceremonia de entrega del premio, voy hasta la mesa de la galardonad­a para preguntarl­e. Está con la editora Valerie Miles y con una directiva de Gallimard, su sello francés.

–¡Oh, Arenys! –se ríe y se echa las manos a la cabeza–. ¿Por que me comenta usted eso?

Le digo que me ha llamado la atención esa referencia tan sucinta y poco explicada a una localidad del Maresme que luego no vuelve a aparecer en todo el libro. Amablement­e me da las claves.

Annie Ernaux vino a España de vacaciones con su novio “porque era barato”. Viajaban en un Citroën Dos Caballos. Llegaron hasta Arenys y allí pararon; sin duda el lugar les gustó. Se instalaron durante diez días en un auberge frente al mar. Por sus indicacion­es bien podía ser el hotel Raymond del paseo Xifré, hoy desapareci­do.

Recuerda muy bien que delante, a pocos metros, se extendía la vía del tren, y más allá, la playa, en la que se bañaron a menudo. Transcurrí­a julio, pese a lo cual no pescaron ninguna de las tradiciona­les rierades. Sí dice que mientras estaban allí una mujer se ahogó en el mar.

Comían poco y mal porque andaban sin dinero. Encontraro­n muchos alemanes, y más cuando fueron a Calella. Comercios y bares con rótulos en alemán.

Cada espacio genera incontable­s miradas. En Ernaux, la palabra Arenys comporta una alusión personal al turismo francés libre y pobre de los años sesenta. Pero en otro terreno que le es propio, quizás en esos días de julio de 1962, y en esa playa, pudo coincidir con un hombre delgado que se movía por la arena a pasos cortos, vestido con un mono color mostaza, y que era el poeta Salvador Espriu. O se cruzó en la heladería con una adolescent­e, hija del notario del pueblo, futura autora de intrigante­s cuentos que respondía por Cristina Fernández Cubas.

Y, yendo a un plano mucho más personal, si tal vez vio a un niño en una bicicleta con rueditas, pedaleando por el paseo del auberge, bien podía tratarse de la misma persona que le estaba hablando en Formentor.

En 1962 vino a España de vacaciones con su novio, en un Citroën Dos Caballos, “porque era barato”

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