Me acuerdo de Roland Barthes
El célebre ensayista formó parte del consejo de redacción de la revista de teatro francesa ‘Théatre Populaire’ firmando críticas de obras como ‘Nekrassov’ de Sartre
La célebre colección Que sais-je? publica un Roland Barthes de Mathieu Messager (126 páginas. 9 euros). Le debo –y no debo ser el único, vamos, creo yo– mucho a Que sais-je? Supongamos que he oído hablar de Barthes a unos amigos, un Barthes que yo desconozco, que no he leído y que me gustaría conocer. Pues bien, Que sais-je? te cuenta de dónde sale, de qué se alimenta, en qué mundo vive, con quiénes se hace, qué piensa, qué cree. Te muestra su obra, sus libros, la valoración y la La mítica actriz Helene Weigel en el papel principal en ‘Mutter Courage’ de Brecht, con la compañía Berliner Ensemble (1956)
repercusión que tuvieron… y si tras leer esas 126 páginas el personaje te sigue interesando, te señala el camino para que te familiarices con tal o cual aspecto de su obra –te ofrece las últimas ediciones críticas– o del propio personaje –la reciente biografía de Tiphaine Samoyault (Ronald Barthes, París, Seuil, 2015) o el Album de Éric Marty (Album. Inédits, correspondance et varia, París, Seuil, 2015).
En mi, nuestro, curso universitario, en el que los compañeros que acabábamos de conocernos hablábamos de lo que leíamos, de lo que nos agradaba, Barthes aparece, a mediados de los 50 como un tipo raro, curioso, muy curioso: el autor de Le Degré zéro de l’écriture, su primer ensayo (París, Seuil, 1953), antes de convertirse cuatro años más tarde, con sus Mythologies, en el ensayista de moda de la comunidad germanopratina.
No recuerdo quién fue el primero
que me habló de Barthes en el patio de Derecho –¿o fue en el de Letras, a donde me escapaba durante las clases de Derecho Canónico?– de nuestra vieja universidad. Lo que sí recuerdo es que el nombre del flamante ensayista me resultó familiar. El flamante ensayista, el Roland Barthes del que me hablaba mi compañero, ¿era el mismo Roland Barthes que formaba parte del comité de redacción –con Guy Dumur, Jean Duvignaud, Henri Laborde, Jean Paris– de Théâtre Populaire, la revista de teatro que yo había descubierto en 1954, en la biblioteca del Institut Français en la entonces avenida de Primo de Rivera? Pues sí, claro que sí. El flamante ensayista del “grado cero de la literatura” era el mismo crítico teatral, “marxista y sartriano” que, en 1954, en el Primer Festival Internacional de Arte Dramático que se celebraba en la capital de Francia, había descubierto la
magia del Berliner Ensemble con Mutter Courage, la obra de Brecht, en una puesta en escena del propio Brecht y Henrich Engel, con la mítica Elena Weigel en el papel del personaje que bautiza la pieza. Sí, el flamante ensayista era él, el mismo Roland Barthes que en 1955 defendería, en Théâtre Populaire, Nekrassov, la obra de Sartre en la que la gran mayoría de sus colegas de la crítica vieron una ciega apología del comunismo, amén de ser una obra de muy difícil digestión.
Cinco años más tarde, tras la muerte de mi padre, me marché a París, me matriculé en el recién creado Instituto de Estudios Teatrales de la Sorbona y conocí y traté a algunos de mis héroes de Théâtre Populaire, Roland Barthes entre ellos. Un Roland Barthes que me aceptó que se había pasado en su crítica de Nekrassov y se me emocionó recordando el efecto que le produjo la aparición de aquella Madre Coraje arrastrando su carreta en el escenario del Théâtre Sarah-Bernhardt.
Al regreso a España, primero a Madrid y luego a Barcelona, me familiaricé con gentes que no sólo sabían de la existencia de Théâtre Populaire y de mis héroes sino que los admiraban, si bien se dolían, con razón, del escaso interés que Barthes y sus colegas mostraban por ellos, por su teatro “de una noche y gracias”, gracias al franquismo. Gentes como Alfonso Sastre y el Pepe Monleón de Primer Acto, en Madrid, o Ricard Salvat en Barcelona.
¿Por qué les hablo de Théâtre Populaire y de mis héroes? Porque los echo a faltar. No conozco ninguna revista teatral como aquella. Es curioso: Barcelona tiene un Teatre Nacional, un teatro “con vocación de teatro público”, es decir, el Lliure; tiene un Institut del Teatre y una empresa, Focus, con un indiscutible peso en el escenario teatral. Y, si no me equivoco, el teatro sigue presente en la universidad (desde Ricard Salvat). Pero carece de una publicación como Théâtre Populaire, o aquel Primer Acto de Pepe Monleón. ¿Por qué? Otro día se lo cuento, y les cuento que el Lliure estuvo a punto de tener su revista, una mezcla de Théâtre Populaire y la revista que Antoine Vitez creó al hacerse cargo del TNP de Jean Vilar.
Descubrió la magia del Berliner Ensemble con ‘Mutter Courage’ de Brecht, y con la mítica Weigel de protagonista