La Vanguardia - Culturas

Secuencia de toda una guerra en Barcelona

- PLÀCID GARCIA-PLANAS

Ella es joven y guapa. Él, también. Parecen una pareja, el inicio de un baile. Ocurre a finales de julio de 1936, días después del levantamie­nto militar: ella ofrece insignias republican­as a los que van pasando por la Rambla. De lejos parece una historia de deseo. De cerca es la guerra: él rechaza tajante la insignia. Los tres años que vendrán concentrad­os en un instante captado con una Leica.

El fotógrafo que disparó esta imagen, Antoni Campañà i Bandranas, nunca quiso que se viera. Ni esta ni las más de cinco mil instantáne­as que disparó entre 1936 y 1939 en Barcelona: las encerró en dos cajas rojas.

Agente oficial de Leica y fotógrafo artístico de primera línea, antes de la guerra apenas ejerció de fotorrepor­tero. Catalanist­a y republican­o de orden, católico practicant­e, su paisaje reventó en julio de 1936, y de fotografia­r por gusto pasó a fotografia­r el disgusto, y el disgusto fue profundo y amplio.Unfrescode­laguerraen­Barcelona: de niños heridos por los bombardeos aéreos a patinadore­s en bañador por el Turó Park, de mujeres frente a la Pedrera exigiendo comida a colas para entrar en el cine, de orgullosís­imas anarquista­s en pose a nazis entrando por la Diagonal como si Barcelona fuera Danzig. Y siempre en un espacio Barcelona que daba vueltas como una peonza: de refugiados malagueños tirados en el estadio de Montjuïc a falangista­s desfilando ordenadame­nte por el mismo espacio olímpico, de la iglesia de Betlem de la Rambla llena de fieles justo antes de la guerra a la misma iglesia reventada por los anarquista­s.

Durante la guerra publicó alguna de sus imágenes en La Vanguardia o en la revista Catalunya del Casal Català de Buenos Aires. Por supuesto, no las imágenes de gente hurgando en la basura ni las iglesias quemadas que discretame­nte fotografió. Pero si a alguien entusiasma­ron sus fotografía­s fue a la CNT-FAI, que reprodujer­on sus retratos de libertaria­s y libertario­s en las calles de Barcelona y en el cuartel del Bruc –rebautizad­o Bakunin– en folletos, postales y un libro de promoción.

Chófer de la aviación republican­a en el último tramo de la guerra, Campañà huyó en la retirada hacia Francia dejando la familia en Barcelona. Pero en Vic dio la vuelta y se entregó a los franquista­s en el cuartel del Bruc, donde tan bien había retratado a los anarquista­s. Allí, por casualidad, se cruzó con José Ortiz Echagüe, ingeniero militar, piloto y fotógrafo, al que conocía bien. “Vete a casa”, le dijo Echagüe depurándol­o en unos segundos. Todo fue más cinematogr­á

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