Desaparecer para vencer
En un apunte de 1957, Henry de Montherlant, el autor de El caos y la noche, fijó los límites exactos de su filosofía: “La libertad sigue existiendo. Basta con estar dispuesto a pagar su precio”. Vale decir: la libertad, que es el mayor de los anhelos, exige la mayor de las renuncias. Ser adulto, ser consciente en una palabra, quizá consista en comprender que el precio de la libertad es la renuncia a las ataduras: familia, dinero, éxito: los préstamos con los que el mundo compra nuestra esclavitud. Al fin y al cabo, ¿quién no posee la experiencia de ganar la libertad, por pequeña que sea su parcela, para inmediatamente traicionarla cargándose de responsabilidades? Será porque nada nos aterra tanto como el hecho de ser libres. Por eso el infierno, en esta época descreída, ya no es un lugar cartografiado por las religiones ni bendecido por los comendadores de almas. Basta con firmar una hipoteca a treinta años. La eternidad, hoy, es privilegio de la banca; la metafísica, un asunto de índices económicos. Dime cuánto debes y te diré qué tienes. Así nos atamos a la inmundicia: creyéndonos libres en la posesión. Cuando son las cosas, siempre ellas, las que nos abducen.
Para escapar de estas cadenas, es suficiente el desdén. Walt Whitman ‘The disappearance of Joseph Plummer’, fotolibro de Amani Willett