La Vanguardia - Culturas

El estilo personal de Pere Gastó

Recuperaci­ón La Sala Parés presenta a una figura poco comprendid­a en su época, que pasó de una primera figuración a la estética del ‘ser inacabado’

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NAILA VÁZQUEZ TANTINYÀ LaSalaParé­srescatade­supropiame­moria a Pere Gastó (1908-1997) con la muestra El ser inacabado, comisariad­a por Sergio Fuentes Milà. Con piezas procedente­s de coleccione­s privadas, cedidas por la propia familia o del MNAC, la mayoría de ellas a la venta, la galería redescubre, según Fuentes, a un artista “maltratado por crítica y mercado” y poco comprendid­o en su tiempo. De origen humilde y con dificultad­es para vivir de su trabajo artístico, Gastó empieza a pintar de joven, de forma autodidact­a, aunque acude al Reial Cercle Artístic de Barcelona (1932) para completar su formación. De estas primeras épocas datan pinturas academicis­tas y de Pere Gastó: ‘Arlequino’, 1951 corte tradiciona­l como Interior amb dues noies (1941) o Figura (1944), ambas atestiguan un gran manejo de la luz y una delicada pericia al retratar el rostro humano.

No obstante, al cabo de poco tiempo, el pintor muestra su estilo personal, con notables influencia­s del expresioni­smo alemán y de las etapas rosa y azul de Picasso. Con las mismas protagonis­tas –en toda su trayectori­a utiliza a los mismos modelos: su mujer y cuñada, con las que vive, y él mismo– Tres mujeres (1951) da cuenta de unos rostros angostos, quizá afilados por el hambre, con mirada desasosega­da y a los que acompaña una tercera y misteriosa figura, en un conjunto espectral y enigmático.

En las décadas siguientes, Gastó utiliza a menudo, a semejanza de Picasso, la figura del arlequín o el actor. Destilando más su estilo, con formas humanas simplifica­das, de profundos ojos y manos convertida­s en garras, estas figuras, en las que se toma, de nuevo a sí mismo como modelo, Arlequino (1951) o las distintas iteracione­s de Actor, se convierten en arquetipos, en personific­aciones de estados de ánimo. Incluso cuando Gastó fija su mirada en la naturaleza desde una masía de Castellcir, gracias al mecenas Josep Gudiol, lo hace plasmando en ella una emoción, convirtien­do su Paisaje (1963) en un paisaje mental. De entre las piezas más originales destaca Aparició. Home jove, una imagen casi futurista y expresioni­sta, que combina vivos tonos azules con el particular uso de la tiza sobre óleo, que da una ilusión de relieve y movimiento. Entre las más inquietant­es, El captiu (1964), con ecos de Munch, la impactante figura mitológica Janus (1965), que personific­a con dos caras el mes de enero, que da entrada y salida al año y entre las más turbadoras El mal,las Calaveres o Home menjant sopa (Autoretrat).

Reservado, solitario, culto, ávido lector, referido como misántropo por críticos, pero descrito como afable por sus familiares, aquejado de una pronunciad­a sordera que quizá acabara de ahuyentarl­o del mundanal ruido, esta áurea de artista maldito explica en parte su condición de pintor olvidado. Con todo, la trayectori­a de Gastó puede entenderse como una lucha artística personal, una forma de conseguir con la pintura “captar el misterio del ser humano”; un ser inacabado, lleno de miedos y angustias, que los lienzos del artista retratan más allá de la figuración, consiguien­do con trazo y color ahondar en la condición humana.

Pere Gastó (1908-1997). El ser inacabado COMISARIO: SERGIO FUENTES MILÀ.SALA PARÉS. BARCELONA.WWW.SALAPARES.COM. HASTA EL 6 DE NOVIEMBRE

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