La Vanguardia - Culturas

Las formas de la perfección

‘Parásitos’ Ganadora de la Palma de Oro en Cannes, la película de Bong Joon-ho (se estrena la próxima semana) culmina dos décadas de cine coreano

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El director surcoreano Bong Joon-ho estrena su último largometra­je VIOLETA KOVACSICS

Dice Bong Joon-ho que para explicar cómo trabaja la puesta en escena de sus películas necesitarí­a tres horas. Quizá porque su manera de trabajar es tan detallista que no se puede abarcar sólo con explicacio­nes a vuelapluma. También comenta que, cuando escribía el guión de Parásitos, la película con la que ganó la última Palma de Oro, ya tenía una idea clara de cómo tenía que ser el escenario principal de la película: una mansión de diseño, de grandes ventanales. En ella vive la familia Park, ricos, impecables, modernos. Y para colmo, parecen bienintenc­ionados. En este caserón al alcance de pocos bolsillos, los Kim trabajan para poder sobrevivir. Las dos familias se componen por igual de padre, madre, hijo e hija; pero aquí terminan las semejanzas, pues entre ambas existe una brecha insalvable. Los escenarios de Parásitos dibujan con nitidez este determinis­mo.

En Nosotros, el filme de terror de Jordan Peele, existían dos mundos: el de la superficie y el del subsuelo, el de unos ciudadanos de primera y el de los de segunda. La diferencia entre un estrato y otro se expresa en un plano perturbado­r: el de una niña pequeña que, perdida en una atracción laberíntic­a, se mira en un espejo, sólo para descubrir que lo que tiene enfrente no es su reflejo, sino su alter ego, un ser atrapado en otro nivel social. Parásitos propone algo similar: un relato de las diferencia­s de clase a partir de los espacios y de los géneros. Bong Joonho, que responde a mis preguntas por teléfono con una delicadeza extrema, no niega el sentido crítico de Parásitos –“cada elemento tiene alguna connotació­n política”–, pero celebra los vínculos con el género: “Ante todo, es una comedia negra de entretenim­iento, con un toque de drama e incluso de terror, así que sobre todo es una película de género y quería mostrarme fiel al entretenim­iento”.

En la casa donde residen los Park –ellos no viven, sino que residen–, el inglés se cuela en los diálogos en coreano como una señal de globalizac­ión. Bong no sólo atiza al capitalism­o denunciand­o la estratific­ación de clases, sino también los tiempos modernos, los de la obsesión por palabras como excelencia y por las de las nuevas tecnología­s. La primera vez que la puerta de la lujosa mansión de los Park se abre para el menor de la desamparad­a familia Kim, lo hace

Bong no sólo atiza al capitalism­o, sino también a los tiempos modernos, los de las nuevas tecnología­s

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