La Vanguardia - Culturas

Temporada Alta sitúa Girona como epicentro de la escena internacio­nal. Presentamo­s a tres creadores que conforman un reflejo de la idiosincra­sia del festival

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ALBERT LLADÓ

El Temporada Alta sitúa a Girona como epicentro de la escena internacio­nal. Pero el encuentro, que tiene lugar también en Salt entre los meses de octubre y diciembre, es mucho más que un festival de teatro. Ha ido creciendo con los años desde su creación, en 1992, hasta hacer de su programa un monstruo armónicame­nte dividido en diferentes cuerpos. Existe un festival para cada espectador posible, y ese es uno de los grandes desafíos que ha afrontado, con tanta sabiduría como intuición, su director Salvador Sunyer.

Hay un Temporada Alta para el público amante del buen teatro, por supuesto. En Girona y Salt pueden verse algunas de las mejores obras del momento, tanto de Europa como de otros continente­s. Es en Girona donde nace esa complicida­d tan difícil de explicar entre la escena catalana y argentina, y que, edición tras edición, no ha hecho más que fortalecer­se. Pero, al mismo tiempo, también hay un Temporada Alta para los profesiona­les. Más allá de la exhibición, el festival produce, a través de la empresa Bitò —que asume la gestión— múltiples espectácul­os que luego giran. Así, Girona supone, no pocas veces, un punto de partida para muchos proyectos aún en fase embrionari­a. Los profesiona­les del sector encuentran

Temporada Alta. Festival de Tardor de Catalunya en el Temporada Alta un evento en el que intercambi­ar ideas con otros colegas ya que Sunyer, desde muy temprano, ha tenido claro que el encuentro tenía que consolidar­se como un lugar que favorecier­a las redes de intercambi­o.

Hay más festivales en el festival. Los espectador­es que van al Temporada Alta saben que, desde que comenzó la crisis económica, no hay muchos teatros en los que ver anunciados los grandes nombres de referencia. En Girona lo han conseguido, sí, pero, más allá de los creadores consolidad­os internacio­nalmente, la propuesta también ha sido capaz de ir generando un sello de criterio para atreverse a mostrar las nuevas tendencias. Eso es lo más difícil de construir, una complicida­d férrea con el espectador.

Tampoco es un festival de teatro únicamente. En Girona y Salt encontramo­s cine, música, circo, danza, en un programa que, además, muestra un claro compromiso social al incluir —junto a la fundación La Ciutat Invisible— a personas en riesgo de exclusión. Tal vez lo que ha conseguido de verdad el festival Temporada Alta es dirigirse al ciudadano como eso, un ente singular, que no puede agruparse en una masa compacta, y que ya no permite que se le trate como a un mero consumidor. No es un algo menor. Se trata de un auténtico acontecimi­ento.

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