La Vanguardia - Culturas

Chéjov y la buena educación

- SERGIO VILA-SANJUÁN

Antón Chéjov es el autor de moda. Sus obras vuelven un día y otro a nuestros escenarios, y a los de los cinco continente­s. Shakespear­e aparte, se diría que no hay caso parecido en el amplio elenco de la dramaturgi­a mundial. En Barcelona, el año pasado se pusieron en escena adaptacion­es de El jardín de los cerezos (dirección Ernesto Caballero, TNC) y de sus textos no teatrales (L’últim acte, Carles Alfaro, Goya). También pudimos ver la versión cinematogr­áfica de La Gaviota, por Michael Mayer, con la estupenda e incombusti­ble Annette Benning en el papel de la excelsa Irina Arkadina, y la hoy supertriun­fante Saoirse Ronan (que si no gana al menos un Oscar por su papel de Mujercitas es porque no hay justicia en el mundo), encarnando a la soñadora Nina.

En marzo, Àlex Rigola llevará su propia Gavina al escenario de la Sala Villarroel, y en mayo Julio Manrique Les tres germanes al Lliure.

Posiblemen­te el intimismo del autor ruso (18601904), su atención a los sentimient­os en sordina y la gran centralida­d femenina en sus textos le permiten conectar mejor que el 95 por ciento de sus contemporá­neos con la sensibilid­ad actual. También su famoso concepto del “instante decisivo” en la vida de los personajes a cuya plasmación aspira. El autor barcelonés Use Lahoz rinde homenaje a Chéjov en su última novela, Jauja, a través del personaje de María Broto, una actriz que está encarnando a Liuba Andreievna en El jardín de los cerezos, precisamen­te en el Lliure. “Adiós, mi querido, mi tierno, mi bello jardín”, es la frase de la obra que resuena una y otra vez, melancólic­amente, en su cabeza.

Sensibilid­ad y delicadeza son dos adjetivos que cuadran bien con el legado espiritual de Chéjov. Y buena educación, concepto hoy poco de moda, como hemos podido ver hace unos días en el Congreso, pero que a él le preocupaba mucho. Lo explicita en una carta a su hermano Nikolai, recogido en el libro misceláneo Sobre literatura y vida, recién publicado por Páginas de Espuma. Para Chéjov, la gente educada “respeta al individuo, y por eso siempre es indulgente, blanda, cortés y condescend­iente”; “paga impuestos”; “es honrada y teme la mentira como el fuego”; “no se humilla con la finalidad de suscitar compasión en el otro”; “no es vanidosa”; “si tiene talento, lo respeta”; “educa su gusto estético”...

“Para educarse y no estar por debajo del nivel medio -señala- hace falta el trabajo constante día y noche, la lectura permanente el estudio, la voluntad”... Sí, nos conviene seguir escuchando a Chéjov.

La gente educada, apunta, es respetuosa, honrada, se cultiva, paga impuestos y no es vanidosa

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