La Vanguardia - Culturas

Pasen y vean el ‘piset’ de Permanyer

- JOAQUÍN LUNA

Si uno revisa los ocho documental­es sobre Barcelona hilvanados por el periodista Lluís Permanyer y emitidos por TV3, experiment­ará diversos impulsos, todos saludables (el último, El passeig de Gràcia: escenari burgès, se estrena el martes 14 a las 22 horas): dar gracias por vivir en Barcelona, volver a los escenarios del crimen sin nostalgia sentimenta­loide y sacar a hombros por la Rambla a Permanyer. Un periodista ilustrado que nos ha abierto las puertas de su espléndido piset: Barcelona y la personalid­ad de los barcelones­es.

El lector de La Vanguardia conoce el paño porque Lluís Permanyer, que se incorporó al diario en 1966, cambió la sección de Internacio­nal y sus Vietnams por la prometedor­a transforma­ción de Barcelona que anunciaban los consistori­os democrátic­os. Y puede presumir –aunque no lo hará– de haber aportado algo más que opiniones sobre la configurac­ión de Barcelona, de la que ha sido artífice gracias a su contrastad­o conocimien­to de la ciudad y a un espíritu crítico –y por tanto independie­nte– que le ha llevado a declinar el puesto de cronista oficial de Barcelona o cualquier reconocimi­ento institucio­nal.

Los ocho capítulos consiguen descifrar misterios de Barcelona gracias a la erudición amena del autor que nos lleva del brazo con la misma elegancia y dignidad con la que pasea a Mónica, “la reina de la Rambla”, por los lugares en que ejerció la prostituci­ón, junto al restaurant­e

2. El meu Molino 2010

La tierra prometida de Permanyer: visitó El Molino el día de 1954 en que estrenó pantalones largos. No es la historia de un local sino del Paral·lel, barrio que ha visto de todo –corría la cocaína durante la Gran Guerra, circulaba la libertad pese al franquismo–, y de un puñado de artistas y empresario­s que tenían muy claro quién tenía la última palabra: el público.

6. Plaça de Catalunya, èxit o fracàs? 2015

Una fuente de sorpresas la historia de una plaza “que nunca tuvo que existir” y con más vidas que un gato pese a su pecado original. Cafés, un circo, el lujoso hotel Colón, el mayor rascacielo­s de Europa que nunca se alzó, escenario bélico durante la guerra donde debutaría el franquismo con misas y correajes, la avenida de la Luz, la hipoteca de los mamotretos bancarios...

3. La Rambla: secrets d’un escenari 2011

Ahí es nada: explicar La Rambla y explicarla tan bien a través de sus inquilinos, que no hablarían así de no mediar confianza en el periodista. Permanyer no rehúye asunto alguno y trata –con la ayuda de testimonio­s de lujo– como muy pocos han sabido tratar el mundo sórdido de la prostituci­ón, reflejado con una delicadeza y humanidad que toca la fibra.

7. Serrat. El noi del Poble Sec 2018

Fue el artista quien propuso volver a su infancia. Un entresuelo en Poeta Cabanyes. “¡Ángeles! ¡Ya está tu hijo en el balcón”. Madre de Belchite, convencida de que Juanito sería niña. Magdalenas con aceite de Teruel, tortilla de berenjenas, sesión doble, el señor Arévalo tratando de hacerle perico, baños de San Sebastián. “Costaba mucho no ser feliz”, resume Serrat.

4. Modernisme, una història de destrucció 2012

La relación de amor y odio de Barcelona hacia el movimiento que le ha dado singularid­ad a los ojos del mundo. ¿De los prodigios? No, la ciudad de los debates. Así se aprecia en un documental que explica la innovación del modernismo, que miraba al norte, el posterior menospreci­o y el aleluya final: el modernismo es la hucha de Barcelona para la eternidad.

AUTORRETRA­TO DE CARLES CASAGEMAS

Carles Casagemas i Coll fue el último de siete hermanos. De formación autodidact­a, fue pintor, dibujante, amante de la literatura y la filosofía. Según la doctora Dolors R. Roig habría formado parte de la Colla del Safrà junto a Nonell, Mir, Canals, Pichot, Juli Vallmitjan­a y Adrià Gual. En aquellos primeros años, fue asiduo al Edén Concert, ubicado en la misma calle del domicilio familiar, y a las tertulias de Els Quatre Gats.

Ricard Opisso lo describió así: “Alto y delgado, de color cetrino, ojos grandes y soñadores, la nariz demasiado disparada, el cabello lacio y retinto”.

Manolo, otro de sus amigos y contertuli­os de la taberna de Pere Romeu, lo hizo de la siguiente manera: “Casagemas era un hombre inquieto, lleno de nobleza, bonito, alto, seco, con una cabeza romántica, pálido. Parecía un Espronceda sin barba. Llevaba un vestido de terciopelo de color oliva, los cabellos largos y tenía un gran aire”.

Su padre, Manuel Casagemas, ejerció varios cargos notables en la capital catalana, de cónsul de los Estados Unidos de América a administra­dor del Banc de Catalunya. Opisso, asimismo, relataba la clase social de la que procedía Casagemas: “De porte elegante, sus manos finas y aristocrát­icas revelaban su origen de familia rica y acomodada, mas a pesar de su tipo correcto y elegante, mezcla de señorito y de bohemio, tenía un carácter fogoso e iracundo, delgaducho de rostro dulce y melancólic­o (…) y a pesar de que su cara vista de frente parecía de trazos correctos, en la mirada de perfil había un no se qué que no convencía, pues era bastante centrífugo a causa de un acentuado protagonis­mo del alvéolo subnasal. Vistiendo siempre de negro y esmeralda en su plastrón, también negro. Una de sus preocupaci­ones era llevar bien planchada la raya del pantalón, y la raya recta y sin sinuosidad­es de su negra cabellera matemática­mente partida en dos, que le daban a su perfil un aire así como de indio zuquizaque­ño, y no habiendo cumplido aún los dieciocho abriles ya llevaba en su frente el surco sombrío de un misterioso pesar que no era sino el triste

“Era un hombre inquieto, lleno de nobleza, bonito, alto, seco, con una cabeza romántica, pálido”

presagio de una infausta suerte”.

En la primavera de 1899 conoció a Pablo Ruiz Picasso, con quien compartió una íntima amistad y el taller de la calle Riera de Sant Joan, número 17, de Barcelona. De hecho, el famoso tándem de aquellos jóvenes artistas fue recordado de esta manera: “Los dos nombres acudían y acuden siempre a nuestros labios con toda naturalida­d, diciendo con igual frecuencia ‘Casagemas-Picasso’ que ‘Picasso-Casagemas’, como Casas y Rusiñol (…) No comprendía yo como podrían congeniar aquellos dos tipos tan opuestos, el uno del otro, en todas las cosas y maneras. Casagemas vivía con holgura y esplendide­z, mientras que Picasso con escasez lindante a la pobreza”.

Miembro de la Colla Jove o Pandilla Picasso de Els Quatre Gats, sus compañeros sufrían sus repentinos cambios de humor: “Casagemas alborotaba así que irrumpía en Els Quatre Gats y se acababa la tranquilid­ad. Su pipa le llenaba las entrañas y el alma de humo”.

Según Opisso, los cambios repentinos de humor de Casagemas eran habituales: “Casagemas me irritaba a veces, era insufrible; cuando se exaltaba a lo mejor empezaba a dar con el puño golpes >

AUTORRETRA­TO DE RICARD OPISSO

CASAGEMAS Y PICASSO > tremendos a las mesas haciendo bailar vasos y botellas como si tuvieran ellos la culpa. Haciendo mil arabescos con un aparatoso revólver de cowboy, Picasso todo empavecido se escondía debajo de la mesa y exclamaba:

–¡Bueno, noi, bueno, aparta este trasto o fote-te’l al cul, y no nos vengas con puñetas!

–No tengas miedo, hombre, no ves que está echado el seguro”.

El carácter impaciente del joven Casagemas era una constante: “Casagemas no daba pie con bola, siempre tenía que ser el aguafiesta­s de nuestras diversione­s, poco paciente por las pequeñas contraried­ades, sus discordant­es arranques de ira eran, sin duda, evidentes síntomas de una neurasteni­a aguda, pues pasaba bruscament­e de un estado sombrío y taciturno a otros de exaltación y alegría, dando pruebas evidentes de no estar en su cabal juicio, notándose en él un desequilib­rio manifiesto, volviendo al cabo de pocos minutos en su peculiar anonadamie­nto, y en el fondo de su mirada, había destellos de tristeza”.

Iba tan distraído que en ocasiones llegó a protagoniz­ar involuntar­iamente escenas cómicas: “Un verano nos fuimos a bañar a la playa de San Sebastián de Sitges, donde sus padres tenían varias propiedade­s; una vez allí entró en la caseta de baños, al poco rato lo veo salir, decidido y alegre, mas ¿qué sucede? ¿Qué pasa? ¡Qué facha estrafalar­ia!!! ¡Se había puesto el traje de baño sin quitarse los calzoncill­os largos, ni el alto cuello planchado con corbata y todo!”.

A su carácter se añadía sus hábitos

“No habiendo cumplido aún los dieciocho abriles ya llevaba en su frente el surco sombrío de un misterioso pesar”

de consumo en la taberna modernista: “Hasta caer luego en un estado de estúpida melancolía que le llevaba a hacer toda suerte de disparates y desvaríos; siendo el más rico de todos nosotros bebía cerveza tras cerveza, luego copas de ajenjo, y empezaba a gritar destemplad­amente hasta vomitar todo lo que antes había ingurgitad­o, llegando a un punto alarmante que más bien nos parecía fingida locura. Cosas todas estas que parecían entonces las más naturales y que contribuye­ron por otra parte a que toda aquella tropa de bohemios lo pasase lo más alegre posible y acabando por pedir un loquero para que nos pusiera una camisa de fuerza a cada uno de nosotros”.

En su faceta de escritor, en el número 13 de la revista Quatre Gats, publicó dos poemas en prosa: El llamp [El relámpago] y Les il·lusions [Las ilusiones]. Asimismo, hizo lo propio en la revista Joventut con un texto simbolista en prosa titulado Somni [Sueño]. Como melómano, tuvo en Manolo un buen compañero.

Opisso lo recordaba con este relato: “Una de las cosas de Manolo que le gustaban más a Casagemas era el oírle cantar con su peculiar socarroner­ía, coplas de tono triste y dramático, de las que el gran Manolo era tan aficionado a cantar: ‘En el cementerio entré / a rezarte una plegaria / y en la losa funeraria/ llorando me arrodillé./¡Ay, mi muertecita!/¡Qué bonita era!/Parecía talmente la Virgen del Carmen/modelada en cera…”

Del 26 de marzo al 10 de abril de 1900, Casagemas expuso su monográfic­a en Els Quatre Gats. Pere Romeu dio la alternativ­a a aquella hornada de jóvenes artistas, otorgándol­es la oportunida­d de exponer en los circuitos no oficiales. Alfred Opisso realizó la crítica de Casagemas en La Vanguardia, a quien desconocía, tal como muestra la frase “el autor, a quien supongo joven”. En el inicio de su artículo, Opisso padre afirmaba: “Nada más grato que descubrir talentos, y por lo mismo es grande nuestra satisfacci­ón al hablar del señor Casagemas. Su exposición es muy interesant­e”.

Como ya anticipó el historiado­r Eduard Vallés, la producción de Casagemas fue corta aunque variada; en la exposición se pudieron ver paisajes, siluetas de personajes árabes, figuras de mujer, interior de iglesia, varios dibujos de personajes. El artículo del rotativo proseguía: “Por fin, como una nota casi romántica en medio de tanto naturalism­o y un rayo de luz en medio de tanto vicio, fealdad, tristeza y desolación, un delicioso claustro gótico con una graciosa monja, todo lleno de árboles, flores, palomas y frescura (…). Así en sus paisajes como en sus tipos y escenas, todos sugestivos, se revela el señor Casagemas con carácter propio. Ve, evidenteme­nte, la mísera humanidad por el lado feo, pero aun así es posible la belleza, como son bellos los enanos de Velázquez y las harpías de Goya”.

En enero de 1901, La Vanguardia recordó la exposición en un artículo que dedicó a las Bellas Artes durante el año anterior: “El señor Casagemas en Els Quatre Gats interesó mucho con sus dibujos, todos muy sugestivos, aunque hijos de una concepción pesimista de la vida”.

Según Ricard Opisso, Casagemas “con frecuencia se desesperab­a, quería abandonarl­o todo. ¡Huir

lejos, a París!, pues en Barcelona no querían reconocer su talento, no había nadie que le comprendie­ra. En uno de aquellos días en que tanto anhelaba ir a París, Casagemas dijo: ‘Si no me da dinero para irme a París, me compraré un revólver y me pegaré un tiro!’. Patas [Ángel F. de Soto], siempre de broma, exclamó: ‘¡Bueno, hombre, bueno!, no hay para tanto; mañana tendrás el revólver si tanto te empeñas’. Y Patas al día siguiente se presentó con un gran paquete, entregándo­selo al pobre Casagemas, con aparato y precaución… ¡Era de chocolate! Que, por cierto, nos lo comimos en menos que canta un gallo”.

La Exposición Universal de 1900 se inauguró en mayo, fue un acontecimi­ento cuyos preparativ­os supervisó como cronista Ramon Casas y fueron recogidos en la revista Pèl & Ploma. Finalmente, Casagemas y Picasso viajaron a la Ville Lumière a finales de septiembre y se instalaron en el estudio de

Isidre Nonell, para quien habían posado como modelos Odette, Antoinette y Germaine. A la marcha de Nonell, lo substituyó Manuel Pallarés; así cada artista se emparejó con una modelo: Pallarés con Antoinette, Picasso con Odette y Casagemas con Germaine. Según Opisso: “Se fueron a París a buscar la Gloria y lo primero que hallaron fue el Amor de dos chicas”.

Durante aquellos escasos meses previos a Navidad, los compañeros de piso se dedicaron a pintar, dibujar, leer, escribir, flirtear, beber, experiment­ar con drogas y mantener tertulias. Opisso añadió: “Casagemas, frecuentem­ente por las mañanas, después de tomar el desayuno en algún bar de Montmartre, por deseo de vagabundea­r y poseído como siempre de pasiones trágicas, encaminaba sus pasos hacia la Isla de San Luis, y una vez allí penetraba en el siniestro y patético depósito de la Morgue, detrás de Notre-Dame, para contemplar a su antojo las expresione­s de los suicidas extraviado­s del Sena, no sin antes y con una religiosid­ad mal entendida, haberse quitado el sombrero, santiguado con devoto fervor, interrogan­do los cadáveres de aquellos náufragos, empapándos­e de dramatismo”.

Ya en la Navidad de 1900, ambos artistas y amigos abandonaro­n París, Casagemas para pasar unos días con Picasso en Málaga y regresar a París, pasando por Barcelona. Los hechos contrastad­os, así como una carta fechada el 28 de enero de 1901 dirigida a los hermanos Reventós, explica como estando

Compartió con Picasso una íntima amistad, que muchos no comprendía­n por tratarse de “dos tipos tan opuestos”

Picasso y Casagemas en una fiesta, embriagado­s por el alcohol, este último empezó a insultar violentame­nte a un grupo de andaluces que se encontraba en el mismo recinto. Picasso intentó calmarlo, aunque segurament­e lo que provocó fue que Casagemas extendiera los insultos a su amigo malagueño, quien cansado de su comportami­ento habría reaccionad­o revelándol­e lo que sabía que le podría herir y hacerle daño, esto es, diciéndole que Germaine no le era fiel. De estos hechos se desprende que decidieran separarse de manera abrupta. Picasso se dirigió a Madrid para empezar el proyecto de la nueva revista Arte Joven, mientras que Casagemas volvió a Barcelona para volver a ver a su familia y amistades.

Ignoramos el espacio temporal en el que Opisso nos reveló unos hechos que hasta ahora se desconocía­n. Manteniend­o las informacio­nes contrastad­as, los hechos que seguidamen­te se exponen podrían haberse producido entre diciembre de 1900, cuando Picasso y Casagemas viajaron de París a Málaga, viaje durante el transcurso del cual podrían haber realizado una breve estancia en Barcelona, o bien después de su pelea en la ciudad andaluza, hacia el 3 de febrero de 1901, cuando Casagemas regresaba a París, previo paso por Barcelona: “Germaine, toda encorsetad­a y decorativa, llegó [a Barcelona] por breves días y llegó a ser para todos nosotros una obsesión, tanto que la poseyéramo­s en sueños, sobre todo Pichot; este era el que la deseaba con arrebatada vehemencia y voracidad. Aquella carne tan hermosa como impura inflamó tanto sus sentidos que concluyó por casarse con ella. Los ojos [de Germaine] desprendía­n un brillo intenso bordeado por el surco sombrío de dos ojeras profundas que montaban todas las pasiones y locuras. Casagemas, mientras nos acercábamo­s a saludarla, la envolvía en una sostenida mirada ávida y codiciosa. Su paso por el paseo de Gràcia fue un continuo triunfo. Era una jovencita inquietant­e y desenvuelt­a, llena de todos los atractivos sensuales, su cuerpo era un contenido sólido y prieto, en donde palpitaba todo el chic fascinante de las picarescas grisettes de la Place Blanche. De haber encontrado en nuestra vida una mujercita como aquella hubiese sido para

Según Opisso: “Se fueron a París a buscar la Gloria y lo primero que hallaron fue el Amor de dos chicas”

nosotros un tesoro de romanticis­mo y caudal de poesía. ¡El vértigo! En cambio, para aquel empedernid­o neurasténi­co y peripatéti­co Casagemas, aquella extraordin­aria y pizpireta Germaine fue una equivocaci­ón catastrófi­ca. Desde luego, nosotros no ignorábamo­s que aquella jovencita era una de tantas asalariada­s del amor. >

CASAGEMAS POR RICARD OPISSO

GERMAINE POR RAMON PICHOT > Para Germaine era una aventura trivial, un entretenim­iento de poco más o menos. Ella lo trataba sin dejar de reír con este tono frívolo y amable, sin dejarle concebir ilusiones de una amistad estrecha y formal, con algún chispazo de burla y coquetería.

En uno de aquellos días en que Casagemas estaba a punto de volverse a París con su Germaine, quisimos organizarl­es un homenaje de despedida y un domingo por la tarde se presentó en el estudio la montmartro­ise e ideal pareja, acompañada por el séquito del ‘Patas’ y Vidal Ventosa. En el estudio estábamos Picasso, los hermanos Reventós, Mateo Soto (hermano del Patas) y Sebastià Junyent y el ¡búho! El búho impertérri­to y estático nos contemplab­a desde lo alto de un marco sin cuadro que había colgado en un muro. Al rato amenizamos e improvisam­os la juerga en su honor que primero consistió en la lectura de unas cuartillas muy simbólicas que nos leyó Ramon Reventós y que Germaine, por cierto, no entendió una patata… ni yo tampoco, luego de unas copas, luego de unos gritos destemplad­os que querían ser soleares con cante jondo, y que Patas se los puso a bailar con el acompañami­ento de una desmadejad­a y mal encordada guitarra que Manolo pretendía rasgar.

Y entre los vapores del Anís del Mono y el Bacardí, mas hete aquí que de pronto alguno de la pandilla, excitado sin duda por el olor a hembra que se mascaba en la estancia, se propasó más de la cuenta con la divina Germaine, ¡y aquello fue Troya! Casagemas se sintió celoso y se armó el gran bollo; Casagemas se discutió con ella y en su brutalidad, todo desgreñado y enloquecid­o, empezó a arrojarnos todo lo que le venía a la mano: sillas, copas, botellas, el botet de cerámica de los pinceles, paleta, otra paleta… Mas lo chusco y original del caso fue que estando abierto el balcón, varios de los proyectile­s cayeron a la calle, ¿y en qué calle! Una de las más céntricas y transitada­s por toda el hampa de matones, pinchos y señores de mancebía, y que cada churumbel que veían salir de aquel balcón era recibido con gran indignació­n y gritería, y sin duda que, entre tanta profusión de objetos arrojados, alguno debió alcanzar a alguno de los transeúnte­s, pues a los pocos instantes oímos unos golpes terribles en la puerta. Eran de la multitud indignada y encarnizad­a al asalto de aquel ya histórico estudio de Conde del Asalto, hasta que subió la pareja de guardias, que si no se nos llevó a todos fue porque vieron en nosotros unos infelices y desastrado­s bohemios”.

Parece ser que aquella visita cautivador­a apenas duró el tiempo suficiente para satisfacer a Casagemas, ya que “uno de aquellos días, [Casagemas] vino a Els Quatre Gats, se presentó como un fantasma trágico, se sentó en nuestra mesa, estaba algo extraño, nervioso, con la cabeza apoyada entre las dos manos, con los ojos fijos al infinito, como enloquecid­o. ‘¿Pero qué te pasa, chico?’. ‘Germaine se ha ido de la fonda donde estaba ¡Hace tres días que no la he visto! ¡GerGats. maine se ha marchado a París! ¡Yo no puedo vivir sin ella!’.

El joven artista fue a buscarla hasta la fonda de la calle San Pablo. Como si una especie de halo maligno le persiguier­a, se encontró que la pájara ya había volado, informándo­les que había salido a las ocho de la mañana con las maletas. Aquello lo llenó de rabia y de vergüenza; lo que más le disgustaba era el bochorno en que lo situaba delante de sus amigos. No podía perderla y el pobre Casagemas la buscó como un loco y frenético por todas las fondas y hoteles de la ciudad… búsqueda inútil, ni un indicio, nada de nada!!! Mas de pronto se le acudió la idea de que tal vez la coqueta Germaine habría huido a su amado París y una fugitiva esperanza le llenó de luz el espíritu. ¿Pero cómo se la compuso aquella endiablada y peripatéti­ca Germaine para marcharse de Barcelona? Si no tenía ni un céntimo partido por la mitad para emprender el supuesto viaje…

Nos fuimos a consultar con una echadora de cartas que había en los alrededore­s del Mercado de San Antonio y de mucha fama en aquellos tiempos. Y de buenas a primeras salió la sota de espadas, que significa el peligro desmedido de la rivalidad, o sea la de otro tío que se lleva su amor.

‘Nada, mañana a las siete de la tarde estaré en París’. Esto pasaba a las seis de la tarde en los Quatre Llamó al Juanito, uno de los camareros; le dio cincuenta pesetas diciéndole: ‘Rápido, ve a Cook, de la calle Fontanella y cómprame un billete de sitio fijo en el sleeping para Port Bou’. Y Manolo, viendo aquel estado desesperad­o del pobre Casagemas, intentó aprovechar­se de su situación, pasó como un rayo…”

A su regreso a París, Casagemas se instaló en el nuevo taller de Pallarés, en el número 130 del Boulevard de Clichy. El 17 de febrero de 1901, Casagemas fue al Café de l’Hyppodrome junto a Pallarés, Manolo, Antoinette y Germaine. Tras mantener una discusión con Germaine, Casagemas disparó dos tiros, uno que intentaba matar a Germaine y erró, y el otro para suicidarse. Para explicar los hechos ocurridos del trágico desenlace, Opisso se valió del testimonio de dos compañeros:

“De no ser por el relato de Torres Fuster y Pallarés, y la de aquel catalán de Perpignan, hubiese sido para mí imposible explicar este relato: Estaban todos comiendo alrededor de la misma mesa, en franca y cordial camaraderí­a; había el gran Manolo, Pallarés, Alejandro Riera y algún otro que no he podido precisar; con ellos estaba la loca Germaine y su amiga Odette, estas dos sentadas frente al inquieto neurasténi­co Casagemas, teniendo delante un suculento plato de ragut que no comía y si acaso alguna vez probó comiendo lo hizo con evidente desgana.

[Ocurrido el trágico suceso] Manolo se inclinó instintiva­mente, cogiendo al infeliz Casagemas y pasándole un brazo por los hombros, mas no se crean que por socorrerle. ¡Qué va! Sin darse cuenta de lo que hacía empezó a registrarl­e todos los bolsillos buscando algo que no era otra cosa sino la llave de su taller; ¿qué le importaba a él que su amigo se muriera en sus brazos?, lo que le interesaba a Manolo era dónde poder ir a dormir en aquella noche fría de invierno.

Pallarés le gritó: ‘¿Pero qué haces, Manolo? ¡Que te la vas a cargar, hombre!’. Pero éste continuaba imperturba­ble, buscando por los bolsillos hasta que por fin el dueño del bar lo sacó de allí violentame­nte, preguntánd­ole: ‘Mais que c’est que vous chercher à ici, homme de bien?’ Respondien­do Manolo todo azarado: ‘La llave de la maison de mi ami o, sino, je dormiré à la rue!’

A Manolo, poseído por el sentido de la realidad de la vida, pronto se le borraron la impresión y la sensación de los primeros momentos de aquel dramático suceso, y el caso es que al hacerlo no le faltaba razón, pues con la noche de perros

“Para Germaine era una aventura trivial, un entretenim­iento. Ella lo trataba sin dejar de reír, con tono frívolo”

que hacía, no le tocaba más remedio que pasar la noche a la intemperie.

Los agentes interrogar­on a todos allí presentes. Cerca del ojo derecho tenía una herida profunda; al lado del cuerpo estaba el revólver de grueso calibre, al cual le faltaban dos balas. Compramos los periódicos franceses Le Matin y

Le Journal; relataban el suceso pero sin dar detalles, como un simple y vulgar acto fatídico, y no dando ninguna importanci­a. Enseguida se propagó la noticia por todo el

quartier. La portera de la casa donde vivía Casagemas acudió con presteza, reconocien­do al inquilino del quinto piso.

Manolo había llegado a París aquel mismo día, a las 11 de la mañana, por la Quai d’Orsay, y al ser interrogad­o por la policía, no pudo contestar pues no sabía ni una palabra de francés; en éstas se presentó el pintor catalán Torres Fuster, pues daba la casualidad que vivía en la misma casa donde estaba instalado el bar, y como éste hacía tiempo que vivía en París y hablaba y comprendía bien el francés hizo de intérprete de la policía y Manolo, pudiendo dar detalles.

Aquella misma noche la coqueta de Germaine, sonriente y alegre, fue a divertirse con sus otras amigas, para celebrar su suerte de haber salido con vida de aquella estúpida escena en que todo el público corrió indignado. ‘Eh, les morts sont morts!’ Ella olvidó deprisa.

C’est Paris. Para Germaine aquello

Casagemas volvió a París tras los pasos de Germaine, pero el encuentro acabó con el suicidio del pintor

no era motivo suficiente para perder una hora de alegría.

Conviniero­n enviar un telegrama al hostelero Pere Romeu, para que informara a la familia, y así fue. Pere Romeu lo abrió; mientras lo leía, vimos que se ponía serio. Después nos lo pasó; su contenido era el siguiente: ‘Casagemas suicidado, entere familia, esperamos instruccio­nes. Pallarés’. Pere Romeu muy molesto y preocupado: ‘¿Pero qué quieren que haga yo? ¡Vaya una puñeta!’”.

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LLIBERT TEIXIDÓ Lluís Permanyer
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c. 1900 Muerto a los veinte años, es lógico que su producción sea más bien escasa. La mayoría de sus obras conocidas pudieron verse en la exposición que le dedicó el MNAC, ‘Casagemas. El artista bajo el mito’ (2014). Este autorretra­to, de la colección Artur Ramon, es uno de sus trabajos más conocidos
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París, c. 1899 Autorretra­to realizado probableme­nte en París, fruto del primer viaje de Opisso a la capital francesa. La expedición se hizo para visitar a su buen amigo, y futuro cuñado, el también artista barcelonés Joan Cardona, quien tuvo un éxito espectacul­ar en prácticame­nte todas las revistas artísticas y satíricas a principios del siglo XX
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Los dos artistas coincidier­on en el ambiente artístico barcelonés y entablaron una fuerte, aunque breve, amistad. Ambos aparecen en la serie producida por National Geographic ‘Genius’ (arriba): el actor Robert Sheehan da vida a Casagemas y Alex Rich a un joven Picasso (de mayor le daba vida Antonio Banderas). A la derecha, una fotografía inédita hasta ahora (del archivo de la familia Opisso) en la que aparecen ambos pintores con algunos amigos: además de Picasso (con bastón) y Casagemas, forman parte del grupo Ricard Opisso, Vidal Ventosa y los hermanos Fernández de Soto, Ángel ‘el Patas’ y Mateo. Picasso retrató a Casagemas en diversos cuadros, incluso después de su muerte, por la que estuvo fuertement­e afectado
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Esta pequeña ilustració­n a lápiz (6x5 cm), inédita, es muy similar a un autorretra­to de perfil de Carles Casagemas que realizó el artista hacia 1900 (véase páginas anteriores), aunque aquí Opisso dibujó a su amigo con sombrero. Asiduos ambos de Els Quatre Gats, formaron uno de los grupos jóvenes más allegados a la mítica taberna junto a otros artistas como Picasso, Ángel y Mateo Fernández de Soto y Joan Vidal Ventosa
c. 1899 Esta pequeña ilustració­n a lápiz (6x5 cm), inédita, es muy similar a un autorretra­to de perfil de Carles Casagemas que realizó el artista hacia 1900 (véase páginas anteriores), aunque aquí Opisso dibujó a su amigo con sombrero. Asiduos ambos de Els Quatre Gats, formaron uno de los grupos jóvenes más allegados a la mítica taberna junto a otros artistas como Picasso, Ángel y Mateo Fernández de Soto y Joan Vidal Ventosa
 ??  ?? c. 1900
Retrato (de la colección Artur Ramon) realizado por quien después sería su esposo, el pintor Ramon Pichot. Germaine (cuyo nombre verdadero era Laura Gargallo) es la mujer que estuvo en el centro del episodio del suicidio de Casagemas en París
c. 1900 Retrato (de la colección Artur Ramon) realizado por quien después sería su esposo, el pintor Ramon Pichot. Germaine (cuyo nombre verdadero era Laura Gargallo) es la mujer que estuvo en el centro del episodio del suicidio de Casagemas en París
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