Formentor no se lo lleva el viento
Mallorca en invierno es un lugar con la belleza intacta. Doblo una de las curvas de la carretera que pasa por el cabo norte de la isla y me cuelo en el mítico hotel Formentor, adonde vino Winston Churchill en busca de inspiración para escribir sus memorias y Charles Chaplin desayunaba frente al Mediterráneo riñones salteados. Es el escenario de las ya míticas Conversaciones de Formentor que reunían a escritores y artistas en debates que se alargaban hasta el amanecer y también de la entrega de los premios literarios que inauguraron en 1961 al alimón Jorge Luis Borges y Samuel Beckett. Franco , el político español más sensible a la cultura de este siglo, los prohibió de manera furibunda y tuvieron que exiliarse, hasta que su excesivo coste y complejidad terminó por desactivarlos. Durante décadas las conversaciones enmudecieron y los premios se clausuraron, hasta que en el 2011, el empeño de un mallorquín de pies ligeros al frente de la Fundación Santillana, Basilio Baltasar, encontró el apoyo del empresario turístico y mecenas Simón Pedro Barceló para reactivar los encuentros culturales.
Para colarme en el hotel, que en cualquier época del año mantiene una calma de seda, me pinto un bigote, hago un bastón con una rama de hibisco y paso como Charlot. En la cocina hacen marchar unos riñones al jerez. Cruzo el vestíbulo y salgo a las escalinatas griegas que van a parar al mar, donde en septiembre los escritores premiados reciben su homenaje a cielo abierto. El sombrero hongo sale volando y cae a los pies de un hombre con aspecto de cónsul honorario. Es Basilio Baltasar.
Precisamente recibí hace unas semanas un correo suyo contando que, tras diez años, finalizaba su tiempo en la Fundación Santillana, que se replegaba a sus orígenes, en el ámbito de la educación. Una despedida elegante tras haber puesto en marcha eventos culturales como el Foro de Industrias Culturales, el Festival de Filosofía, el Congreso de Periodismo Cultural, la recuperación de las Conversaciones Literarias de Formentor o el máster de Gobernanza y Derechos Humanos. Interrumpo su contemplación del oleaje y le pregunto por su salida. Ya me temía que no iba a rajar. Baltasar quizá por tener apellido de rey, aunque sea mago, es un monarca de las buenas maneras: “Un final de ciclo y una conclusión feliz de una etapa de diez años. Una perfecta sincronía entre dos procesos”. La fundación vuelve a sus orígenes y él a los suyos, porque los mallorquines también tienen morriña, aunque sea una morriña socialdemócrata y cosmopolita. Explica sus reuniones en Santander para que el Congreso de Periodismo Cultural continúe (liderado por la revista Jot Down) o las gestiones para que la Universidad Complutense de Madrid siga con el Congreso de Filosofía. “Mi mayor deseo es que esos proyectos generados estos años sigan adelante y esa energía no se pierda. Todos han sido empeños absorbentes y todos han dado su fruto”.
Ahora, con toda su atención para la Fundación Formentor, su plan es “centrarme en la internacionalización del premio”. Y ahí está la visita confirmada a las Conversaciones de septiembre del premio Nobel J.M. Coetzee, dificilísimo de mover de Australia. “También mantener el espíritu fundacional de las Conversaciones: conversar es hablar y… escuchar. Sin esta predisposición de ánimo, el diálogo de la inteligencia es imposible. Las Conversaciones han sido un homenaje a la biblioteca universal y a la abrumadora imaginación de los grandes escritores”.
Salgo corriendo a tomar el ferry en Palma, pero aún lo escucho a mis espaldas decirle al acantilado: “¡Si no se cultiva la familiaridad con los mecanismos de la creación y los poderes de la imaginación, las obras maestras acaban siendo incomprensibles! Y si eso sucede, la sociedad se deteriorará irreparablemente perdiendo el patrimonio cultural de su conciencia”. Ojalá esas palabrasnoselaslleveelviento. |