El golpe republicano
Historia Enric Fossas nos ofrece una esclarecedora investigación sobre el juicio por los hechos ocurridos el 6 de octubre de 1934 en Catalunya
Durante el proceso independentista ha sido tentador comparar los hechos del presente y los de octubre del 34, aunque usar el espejo del pasado implique casi siempre hacer un uso torpe de la historia. Pero algunos de los viejos acontecimientos ha parecido que se compasaban con otros que nos ha tocado vivir. El president Lluís Companys, con el acuerdo de sus consellers, hizo una proclama rupturista fallida, rápidamente abortada por el ejército, y el gobierno de la Generalitat fue detenido, encarcelado, juzgado y sus integrantes fueron condenados a treinta años de prisión por haber cometido el delito de rebelión militar contra el orden establecido. No los juzgó el Supremo sino el Tribunal de Garantías Constitucionales, que había chocado con la Generalitat pocos meses antes, pero las sesiones del juicio a Companys y su ejecutivo sí se celebraron en el Supremo.
Son estas continuidades lo que ha llevado a Pere Bosch a titular con intención su buen reportaje narrativo El primer procés contra Catalunya. El objetivo de Enric Fossas (Vic, 1958) en Companys, ¿golpista o salvador de la República? no ha sido la reconstrucción de los hechos ni proyectarlos al presente sino hacer una aproximación desde la óptica de la historia constitucional. Es muy clarificador. Lo es por el prólogo de López Burniol y por el apéndice (que, entre otros materiales, incluye la transcripción de la sentencia). Pero sobre todo por la investigación metódica, expuesta de manera comprensible, sobre la institucionalización de un tribunal nuclear que ya nació con fórceps (“deslegitimado desde su creación”), la descripción de la trayectoria de sus integrantes, el atípico prólogo que fue la tramitación de la Llei de Contractes de Conreu y, claro, por la crónica del desarrollo del proceso judicial.
De alguna manera el libro de Fossas es primo hermano de El juicio de Adolf Hitler que comentamos hace pocos meses. El centro del relato también es un proceso politizado, aunque en el caso español el sumario se haya extraviado y las sesiones se deben reconstruir a través de obras periodísticas. Pero hermanar los dos casos, tan diferentes, permitiría comprender una dimensión particular de un tiempo de tinieblas.
Aunque aquí y allí los golpistas serían condenados, la judicialización necesaria no se convirtió en un factor de estabilización de unos regímenes débiles que todavía perdían más autoridad pública a la hora de afrontar crisis constitucionales. Los dos libros revelan una misma falla que se expandiría como un veneno durante la época de entreguerras mundiales: el deterioro progresivo de la democracia liberal.
Que la Segunda República era un régimen deteriorado es indiscutible. Que era una paradoja que las fuerzas antirrepublicanas gobernaran en Madrid contra el espíritu del propio régimen también era algo que alertaba a los impulsores de la República. Y aún lo es más que la deriva revolucionaria del PSOE y otras fuerzas estalló, de Madrid a Asturias, cuando la CEDA contrarrevolucionaria entró en el gobierno. Llegados a este punto, en Catalunya, ¿qué?
La tesis de los abogados defensores –algunos padres del propio régimen– era que, ante la amenaza de involución, se había llegado a un estado de necesidad que pedía un golpe de timón: la proclamación del Estat Català dentro de la República, cortando relaciones con el gobierno y desarrollando el potencial federalizante de la Constitución, habría sido una salvaguardia crítica ante la temida ofensiva reaccionaria. El Tribunal, por mayoría absoluta, no lo entendió así cuando a mediados de 1935 sentenció, pero la justicia no tardaría en acabar desbordada por la política. Tras las elecciones de 1936, con la represión como argumento, se aprobó de inmediato una amnistía. |
Los acusados fueron condenados a 30 años de prisión por delito de rebelión militar contra el orden establecido
MARCIAL PONS. 216 PÁGINAS. 22 EUROS
SURVEILLANCE CAMERAS: THEY ARE ALIVE!
THE HEART OF THE CITY constituyen las únicas obras de arte que no sólo son percibidas por los espectadores: ellas también se percatan de la presencia de estos gracias a sus sensores.
El artista Ricardo Iglesias, autor de Arte y Robótica (Casimiro Libros, 2016), el ensayo más completo que se ha escrito sobre este tema en lengua castellana, es madrileño y reside en Barcelona. Imparte clases sobre interfaces y sistemas interactivos en la Universitat de Barcelona (UB). Sus obras se caracterizan por el sentido del humor y un planteamiento crítico. Un ejemplo es la instalación Surveillance Cameras: They are Alive, donde cámaras robóticas vivas persiguen a los visitantes de la exposición, siguiendo sus pasos y haciéndoles sentir incómodos. Las grabaciones obtenidas se proyectan sobre las pantallas y se cuelgan en la red. En una era de hipervigilancia y en pleno debate sobre el mal uso de los datos personales y del reconocimiento facial, ¿puede haber otra manera más irónica de hacernos reflexionar sobre las implicaciones éticas de la tecnología?
Otra artista barcelonesa que trabaja en torno a la tecnoética es Mónica Rikic. Su reciente obra Data Gossiping Robots presenta una comunidad de art robots que han evolucionado tanto social y emocionalmente que se vuelven chismosos e intercambian datos personales de los usuarios de las redes sociales.
El arte y ciencia es una disciplina colaborativa porque necesita miradas y conocimientos de diferentes profesionales: artistas, científicos, filósofos, programadores o tecnólogos, sin que ninguna de las disciplinas prevalezca. Para cada proyecto se crean alianzas siempre enriquecedoras. Esto hace pensar en el padre de la cosmonáutica, Konstantín Tsiolkovski, quien no sólo calculó la ecuación del cohete, sino también la fuerza mental de las personas que piensan conjuntamente en la misma idea. Según este físico, filósofo y escritor, dos pensadores de ideas afines multiplican el poder de sus mentes por siete, y tres pensadores, por cuarenta y nueve.
Andy Gracie, reconocido artista británico de bioarte y space art, tiene estudio en la fábrica de creación Fabra i Coats y colabora con el Institut de Ciències del Cosmos de la UB (Iccub). Frecuenta a sus investigadores –como la profesora del departamento de Física Cuántica, Carme Jordi– para idear una obra que explique artísticamente el fin del universo. En proyectos anteriores, Gracie ya ha entrenado a moscas Drosophila melanogaster para vivir en Titán (un gemelo de la Tierra prebiótica), y ha cultivado plantas bajo espectro de luz de otros planetas.
Otro tipo de arte tecnológico es el así llamado arte de nuevos medios. Incluye arte electrónico, digital, interactivo, de visualización de datos o de realidad virtual.
Usar la tecnología como medio de creación es una de las mejores maneras de humanizarla, aunque el término humanizar tenga connotaciones antropocéntricas y el mismo concepto de humanismo esté hoy en crisis. ¿Acaso no se colonizaban
EPIZOO los continentes y sus habitantes y no se sometía a las demás especies animales –y a las mujeres– desde la subjetividad del hombre blanco e ilustrado? De lo que se habla ahora es de humanizar la tecnología no desde la supremacía y el control, sino desde una perspectiva más femenina (no necesariamente de mujer, pero femenina). En definitiva: la tecnología como una amiga, >
El ArtSci es una disciplina colaborativa, de artistas, científicos, filósofos, tecnólogos y programadores
> una aliada en aras de una ética renovada e inclusiva que sea fuente de reflexión y empatía, incluso como un puente para cambios sociales positivos.
Anaisa Franco, una brasileña que vive y trabaja en el Poblenou, crea arte público interactivo, muchas veces lumínico. Su obra The Heart of the City es uno de los ejemplos perfectos donde la tecnología nos recuerda que estamos vivos. Tiene forma de corazón gigante y está dotada de un sensor. El espectador puede apoyar en él la yema del dedo y ver cómo la obra se ilumina de un rojo intenso y empieza a emitir latidos lumínicos, reproduciendo y compartiendo con los demás las pulsaciones del corazón. La obra se expuso en Sydney durante el festival Vivid, que dura tres semanas y recibe a dos millones de visitantes.
Según el eminente futurólogo Ray Kurzweil, en un futuro próximo vamos a tener vidas y cuerpos virtuales, que serán igual de detallados y convincentes como los reales. Podremos cambiar de cuerpo las veces que queramos y vivir unas vidas imaginarias tan intensas como las verdaderas.
Evidentemente, los artistas no pueden quedarse indiferentes a este pronóstico: algunos se lo toman como un desafío o fuente de inspiración. BeAnotherLab, un grupo multidisciplinar con base en Barcelona compuesto por miembros de diferentes nacionalidades con formación en artes digitales, neurociencia, filosofía, antropología y hasta resolución de conflictos, ha creado una experiencia de la realidad virtual de lo más curiosa. Dos personas se sitúan una frente a la otra, se ponen las gafas e intercambian sus cuerpos. Se mueven, se observan a sí mismos de arriba abajo y lo que ven es que sus cuerpos son los de la pareja con la que han querido vivir esta experiencia.
BeAnotherLab utiliza también sus creaciones de realidad virtual para producir cambios de conciencia, ofreciendo al espectador la posibilidad de ponerse en el lugar de las personas que sufren discriminación. Jóvenes musulmanes de Barcelona, feministas sirias refugiadas en Jordania o habitantes de las favelas de Río hacen el gesto generoso de cedernos sus cuerpos: ¿Cómo
El arte de nuevos medios es electrónico, digital, interactivo, de visualización datos, de realidad virtual...
Usar la tecnología como medio de creación es una de las mejores maneras de humanizarla
los trataremos si un día nos encontramos con ellos?
Las obras del Art&Science y del arte de nuevos medios no suelen ser finitas, ya que están en continuo desarrollo. Además de dinero para producirlas, que normalmente consiguen a través de open calls y fondos públicos (casi nunca españoles), estos artistas o investigadores multidisciplinares necesitan centros de producción que apoyen sus procesos de investigación y creación. En Barcelona existe un centro así y se llama Hangar. Está en el Poblenou y cada jueves por la tarde sus puertas se abren al público que quiera conocer a los artistas residentes, como BeAnotherLab, y hacerles preguntas.
Por su parte, Andy Gracie comenta que, pese a haber expuesto en todo el mundo, en Barcelona sólo lo ha hecho en un par de ocasiones y en eventos menores. Esto es válido para la mayoría de los artistas que trabajan con los soportes científicos y tecnológicos: los centros expositivos de la ciudad viven de espaldas al arte de nuevos medios y siguen apostando por el arte plástico, tradicional, como si la tecnología pudiera contaminar al arte. Y eso a pesar de que, desde siempre, los artistas han recreado a su manera la realidad circundante, y nuestra vida actual es impensable sin la tecnología.
Los cambios en la percepción y la representación que ofrece la tecnología no son una moda ni una tendencia: no se puede pretender que los creadores permanezcan al margen. Por el contrario, este tipo de arte está destinado a crecer. Basta con preguntar a un niño o adolescente si le gusta más un cuadro o un robot para darse cuenta de qué buscará el nuevo público.
Los escasos centros que reconocen la importancia y el auge de los artistas que trabajan con los soportes científico-tecnológicos son el CCCB y, en menor medida, Arts Santa Mònica. También hacen falta muchos más centros de producción como Hangar, porque la demanda de estudios es superior al número de los artistas que el centro puede albergar, hacen falta mecenazgo y subvenciones.
Al festival de arte-ciencia-tecnología más importante del mundo, Ars Electronica, de Austria, asistieron este año 110.000 personas en cuatro días. Hubo una presencia destacada de artistas residentes en Barcelona, muy por encima de cualquier otra ciudad española. Son artistas que reclaman apoyo para expresar nuestra vida cambiante de la manera más actualizada. Y son artistas que están construyendo la historia del arte del siglo XXI, igual que los cubistas e impresionistas lo hicieron en su época.
¿Por qué no aprovechar la ventaja de tenerlos aquí para reforzar la imagen de Barcelona como capital de la creación, investigación científica e innovación tecnológica? |