La Vanguardia - Culturas

Donde se rompe la realidad

Chema Madoz

- SÒNIA HERNÁNDEZ Chema Madoz

A lo largo de toda su trayectori­a, Chema Madoz (Madrid, 1958) ha estado demostrand­o que basta una pequeña contradicc­ión en el uso o la ubicación de un objeto para que la realidad que conocíamos se desmorone. Para darse cuenta de que a veces la vida tiene poco que ver con lo que realmente sucede, es preciso “prestar atención a los detalles que parecen nimios, frágiles y que generalmen­te solemos dejar de lado”. Esa fragilidad a la que se refiere el fotógrafo –premio Nacional de Fotografía y reciente medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, entre otros reconocimi­entos– ha ido ganando presencia en sus últimas produccion­es, con la aparición de aspectos como la enfermedad o la muerte, pero “sin renunciar al humor o la ironía”, que siempre han sido fundamenta­les para él.

Mientras el Real Jardín Botánico de Madrid reúne sus trabajos más vinculados a la naturaleza, en Barcelona, la Galería Joan Prats permite ver los de los últimos años. Siguen estando presentes objetos recurrente­s como los tableros de ajedrez, las pipas de fumar, los zapatos, los dados, las partituras o los libros, y siempre tratados con las mismas limitacion­es técnicas que Madoz se ha impuesto para componer su lenguaje. Ahora, acercándos­e al collage, los utiliza para crear maquetas que en muchas ocasiones funcionan como escenograf­ías o paisajes metafísico­s, donde es posible “relacionar lo micro con lo macro”, asegura. Los objetos ya no son símbolo de su uso, sino que al formar parte de un conjunto más amplio adquieren un eco que los expande, como las vías de un tren en esfera por las que circula el tiempo hasta que una manecilla más crecida de la cuenta se transforma en una barrera. O un mapa de constelaci­ones donde lo que se lee con más claridad es el final de la película. La sorpresa que siempre han provocado los objetos fotografia­dos por Madoz pierde estridenci­a para que el silencio gane terreno. Así, la mirada del artista más que reproducir la realidad conduce hacia la imaginació­n en un estimulant­e viaje al que invita aquienobse­rva. |

GALERIA JOAN PRATS. BARCELONA. WWW.GALERIAJOA­NPRATS.COM. HASTA EL 28 DE MARZO

dos obras tan distintas, como por ejemplo Estambul o Ciudades , no puedenhabe­rsalidodel­amismamano, no al menos en un mismo año (2007), tan distintas son entre ellas.

Y, sin embargo, Pombo tenía y sigue teniendo los mismos maestros, la Escuela de Nueva York que conoció durante su estancia de varios años en una ciudad a la que llegó después de la iniciática París de aquel 98. Fue también aquel año cuando Ferran Rousaud, comisario de la exposición, descubrió una tela de Pombo en una galería. Desde entonces ha seguido con pasión la obra de un artista al que define como “hombre de gran cultura, nómada por devoción”. Un nomadismo que le ha llevado a “habitar” lugares como Groenlandi­a, de donde surge su fascinante serie Blanco (“el frío tan radical e invasivo”), Suecia, Venecia, Estambul, Reggio Emilia, donde reside actualment­e.

Hábitats que guardan la autoprotec­ción en que se encierran los privilegia­dos del mundo en la serie Ventanas, hábitats que nacen como puntos a partir de impresoras de Google Maps en la serie Mapas, o que se nutren del diálogo superpuest­o entre la arquitectu­ra de un Giotto y los carteles de la humanidad hecha urbana de Nueva York o París en sus Ciudades, conocedor como es Pombo de la célebre frase de Jasper Johns: “Toma un objeto. Hazle algo. Haz algo más conello”.Éllohace. |

Los lugares, hábitats, del artista están ahí, bajo capas de diálogos y “accidentes”, gestos y superposic­iones

COMISARIO: FERRAN ROUSAUD. CENTRE CULTURAL TERRASSA. TERRASSA. WWW.FUNDACIOCT.CAT. HASTA EL 29 DE MARZO

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Chema Madoz: ‘S/T’, 2018

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