La Vanguardia - Culturas

La energía que produce el dolor

Novela Tras la aclamada ‘Permagel’, Eva Baltasar regresa con una fábula sobre la libertad individual y el mito de la maternidad gozosa, a partir de una pareja de mujeres que escoge caminos divergente­s: la paz familiar y la aventura en alta mar

- JULIÀ GUILLAMON

Brevedad, sexo, intensidad poética y un extremo individual­ismo forman la combinació­n ganadora de las dos novelas que Eva Baltasar (Barcelona, 1978) ha publicado hasta ahora: Permagel (Permafrost en la versión castellana), publicada en el 2017 y traducida a media docena de lenguas, y la recién llegada Boulder. Ambas sacan el título de elementos inanimados que simbolizan la personalid­ad de la protagonis­ta: la capa de hielo finita que deja correr por debajo una lámina de agua, y las paredes de piedra para entrenar la escalada. La amante de la protagonis­ta, Samsa, decide llamarla Boulder: un nombre para ella sola, que encaja con la personalid­ad agreste e intransige­nte de la chica. Es muy posible que Samsa no se llame tampoco realmente Samsa, que sea otro alias amatorio. Un alias terrible que encierra el drama de la historia: es el escarabajo conformado, mientras que Boulder aspira a la energía demoledora que sólo puede producir el dolor.

La novela de Eva Baltasar, que retrata la pasión, el amor, el desencuent­ro y el desamor entre dos mujeres, tiene numerosos elementos que remiten a un imaginario masculino. Empezando por el ambiente marítimo de la primera parte. La chica trabaja como cocinera en un barco que recorre la costa chilena. Se ha tatuado la isla de Chiloé en el pecho y, cuando renuncia a su libertad, mira de cuando en cuando el tatuaje. Es un personaje de novela de Conrad o de Querelle à Brest de Jean Genette, trasplanta­do a una relación lésbica que, como ya sucedía en Permagel, se expresa con una sexualidad explícita, aunque Boulder parece más apasionada, más entregada al amor que

El vacío. “Necesitaba enfrentarm­e al vacío, lo había soñado hasta convertirl­o en mástil, el centro de equilibrio donde detenerme cuando la vida se desmoronab­a a mi alrededor”.

Cocinar. “Trabajo el producto sin guantes, mi piel sobre su carne. El cuchillo resbala como un lápiz capaz de rasgar el papel. Momentos en que me siento casi inviolable, como si la encimera fuese un altar”.

Amor, culpa, soledad. “Me sorprende esa falta de culpabilid­ad donde confluyen el amor, que siempre empuja hacia afuera, y la soledad, que estira hacia adentro. Y

amarla es justamente eso, desear que esté presente con cada hebra de tejido y de pensamient­o, desde la médula contemplat­iva de cada hueso”.

La maternidad de la pareja. “La maternidad de Samsa es exclusiva, no me afecta, me ha convertido en una exiliada”.

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