La Vanguardia - Culturas

Las casas unifamilia­res chupan la libertad

- Eva Baltasar

una plaza. Las descripcio­nes de cómo manipula la comida, con toda la carga sensual, representa­n el placer de la vida. El embarazo, el parto y la lactancia son la contraimag­en de esa materialid­ad y corporalid­ad comestible. Baltasar filtra continuame­nte imágenes de barcos, naufragios, fondos marinos, rocas en medio del océano, para expresar la condición aventurera de su personaje. También habla del colador y el cuchillo del amor. Del bebé como vampiro, desde la placenta de la madre y luego, atenazado al pecho, una imagen que el artista Miralda ha tratado en algunos de sus textos e instalacio­nes.

Antes de escribir novelas cortas, Eva Baltasar publicó varios volúmenes de poesía y existe una comunicaci­ón entre unos libros y otros. La descripció­n del centro de reproducci­ón

“Ha comprado la casa. Una casita amarilla entre otras casitas chulas en los arrabales de la ciudad. Dos plantas, sótano, jardín, habitacion­es suficiente­s para albergar a una nación. Ese tipo de vivienda me da escalofrío­s. Tengo la impresión de que las venden con la corte de fantasmas hechizados de tu futuro ya dentro. Ríete de Cantervill­e. Las casitas unifamilia­res recién construida­s tienen alma, un alma famélica que se alimenta de la tuya chupándote la libertad, la independen­cia, cualquier indicio de pasión”.

Es una idea que aparece de cuando en cuando en la literatura que escriben los autores en torno a los cuarenta años. Era el tema de La dona que es va perdre (2012) de Marina Espasa, con su estructura dual. Y es también un tema secundario de Aprendre a parlar amb les plantes (2018) de Marta Orriols. No dejarse domesticar, no claudicar, no aceptar deslizarse por la pendiente de la comodidad, de la pareja con hijos, del chantaje del confort.

Nunca como en las novelas de Eva Baltasar esta resistenci­a ha sido tan desesperad­a.

La escritora Eva Baltasar, fotografia­da en el Moll de la Fusta asistida, como un iceberg de lujo que surca aguas fulgurante­s, mientras la parte oculta navega por el tercer mundo, es una de esas imágenes poéticas. Abundan: cuando ve a la niña recien nacida y “es una vida tan nueva que aún es transparen­te, no ha formado capas”. O un momento de desamor: “Me siento hundida, el cerebro se me pudre en la cabeza como un tesoro inútil en el fondo de una pecera”. Uno de mis fragmentos favoritos, que podría ser un poema o un poema en prosa, trata del sofá, metáfora de la vida rendida y esclava. O cuando compara el cuerpo a punto de ser hormonado y medicado con un descampado en el que se depositan basuras, ruinas y despojos. No he leído nunca a nadie con la habilidad de Baltasar para hablar de la química que forma parte de nuestras vidas (ansiolític­os en Permagel, medicación propiciato­ria del embarazo en

Boulder) y sacar de ello lecciones morales.

Una de mis objeciones a Permagel era el extremo egoísmo de la protagonis­ta, concentrad­o en una de las escenas finales cuando la hermana muere y ella se siente agradecida, sin mostrarnin­gúndolor,porqueleco­nfían la tutela de las sobrinas. El fracaso de Boulder humaniza a la protagonis­ta. La visión ácida de las relaciones personales, del amor y la convivenci­a, choca con el deseo de redimirse, a causa de una exclusión inesperada. Las relaciones entre madre e hija están contadas, en proporción con otros aspectos, de manera un poco prolija dentro de la brevedad.

Boulder ofrece una visión nueva del amor enfrentado a la maternidad, sin ninguna concesión, pero tampoco con voluntad provocativ­a. Baltasar escribe lo que le parece, lo que piensa, sin buscar la identifica­ción de los lectores. Cuando esta aparece, como en el caso de Permagel, es casi una sorpresa. La descripció­n del parto, la idea del parto como experiment­o sanguinari­o, después de tantos siglos, es muy posible que provoque la simpatía. Pero el libro tiene un componente polémico, mayoraúnqu­e Permagel .Laheroínas­olitaria rechaza el relato de la vida: los relatos implican una aceptación de los roles sociales. Su vida sólo tiene sentido en la aventura, que no soluciona su desencaje social, que no le redime ni abre la puerta a una nueva existencia. Con este gran tema, Eva Baltasar ha escrito una novela de una apabullant­e intensidad. |

CLUB EDITOR/RANDOM HOUSE. TRADUCCIÓN AL CASTELLANO: NICOLE D’AMONVILLE. 128/144 PÁGINAS. 16,90 EUROS

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