La Vanguardia - Culturas

En tierra árida

Narrativa Olga Merino teje un estremeced­or western contemporá­neo

- INÉS MACPHERSON Olga Merino La forastera Elif Batuman

Hay diferentes maneras de delimitar un lugar, una vida o una historia. Cuando uno tiene entre sus manos La forastera, de Olga Merino (Barcelona, 1965), lo primero que ve es una valla, probableme­nte no muy alta, quizá no muy sólida, clavada en una tierra árida. Una cancela, como nos cuenta Angie al inicio del libro, que ella siempre deja abierta. Pero, aunque uno deje un límite abierto, no significa que sea menos límite o que no marque una distancia. Y es que, a veces, regresar al hogar no es sinónimo de acogida ni de recuperar buenos recuerdos; a veces nace de la necesidad de huir, de esconderse incluso de uno mismo, para retirarse y dejar que la vida pase. Y se alzan ciertas barreras, silencios que son mutuos, porque hay lugares donde los extraños son eso, extraños, aunque tengan raíces, aunque su apellido forme parte de la historia del pueblo.

Tras sus tres anteriores novelas, Cenizas rojas (1999), Espuelas de papel (2004) y Perros que ladran en el sótano (2012), donde la autora exploraba la existencia de seres desubicado­s y marcados por los acontecimi­entos históricos y los cambios sociales, Olga Merino se traslada con esta nueva historia a la España actual para retratar esas zonas vaciadas, olvidadas, llenas de historia. En La forastera, Merino nos presenta a una mujer que lo ha perdido todo, pero que conserva todos sus recuerdos y fantasmas: los de una familia que ella creía conocer, pero que estaba llena de secretos. Aislada en el hogar que fue de su familia, en un pueblo áspero, donde los olivos sobrevi

ven al igual que las personas y las diferencia­s sociales están muy presentes, su tranquilid­ad se verá truncada por el hallazgo del cadáver del terratenie­nte más rico de la zona, colgado de una cuerda. No es el primer suicidio del lugar y circulan varias teorías sobre los motivos que llevan a tantas personas a buscar la muerte antes de tiempo. Como

un hilo de Ariadna, esa cuerda le ofrecerá a Angie la posibilida­d de confeccion­ar una red que conecta la historia de los vivos y los muertos y que habla de mentiras y silencios. Un viaje que le permite ahondar en el pasado de su familia y de su tierra, pero que también la lleva a recordar los años vividos, el Londres que compartió junto a Nigel, esa ciudad marcada por el río y por los pigmentos de ese pintor del que se enamoró y que se convirtió en otro de sus espectros.

La prosa de Olga Merino tiene un toque áspero, sin florituras ni excesos. Su lenguaje tiene fuerza, como su personaje, y a través de las palabras podemos sentir la tierra y el vino, ver los colores del cielo, pero también los de la soledad. El dolor y la muerte, la memoria y la identidad se entremezcl­an en esta novela que también nos muestra los diferentes abismos a los que se asoman algunas personas. Una historia con heridas que se abre ante nosotros de forma directa, desde el cuerpo y la palabra, para hablarnos de la capacidad de resistir y de las distintas maneras en que podemos asumir nuestros fantasmas para encontrar nuestro lugar. |

ALFAGUARA. 240 PÁGINAS. 17,90 EUROS

El hallazgo de un cadáver será el inicio de un viaje al pasado en el que Angie descubrirá secretos familiares

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MANÉ ESPINOSA Una imagen de Olga Merino en el 2012
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ARCHIVO

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