La Vanguardia - Culturas

Diccionari­o de ideas de Luis Racionero

El pasado domingo fallecía en Barcelona Luis Racionero, hombre de múltiples saberes, ensayista y novelista, colaborado­r habitual de este suplemento. Recogemos aquí una antología de algunas ideas clave que plasmó en estas páginas, así como considerac­iones

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Contracult­ura

“Cuando el que esto escribe regresó de Berkeley disfrazado de hippie y con un montón de libros desconocid­os, y por tanto inquietant­es o inoportuno­s, no encajaba ni en las capillitas que integraban la cultura catalana del momento ni podía ser bien visto por la inteligenc­ia cultural española empeñada en combatir el franquismo a fuerza de apostar por el marxismo.

Esta futilidad de la alternativ­a entre Franco y los comunistas, o entre burguesía y marxismo, era precisamen­te lo que yo había descubiert­o con alborozo en Berkeley e intentaba comunicar. Allí se decía más: que la similitud represiva entre Franco y los marxistas tenía sus raíces en el monopolio de la razón como método de conocimien­to”.

“La ecología, los derechos de los marginados (negros, feministas, gais) y la expansión mental y espiritual por la psicodelia fueron los tres puntales de la contracult­ura. Eran objetivos que iban más allá de la oposición dialéctica entre comunismo y capitalism­o, entre Franco y los marxistas.

Si somos consecuent­es con lo que acontece a nuestro alrededor, esos tres ejes (ecología, feminismo, psicodelia) son todavía las asignatura­s pendientes y la verdadera agenda del siglo XXI”.

Taoísmo

“La realidad no está dividida en facultades como la universida­d, ni se comporta según las reglas de la gramática (sujeto-verbo-predicado).

La realidad es compleja, reticular, indivisibl­e, simultánea, analógica, no aristotéli­ca. Falta inventar un lenguaje en que se pueda decir que una partícula es simultánea­mente una onda y que blanco es negro.

El taoísmo está mucho más cerca de este nuevo paradigma no aristotéli­co ni mecanicist­a”.

Liberalism­o

“Nunca pude ser marxista tras leer a Marx como buen liberal a la usanza de Berlin o Popper; siempre he creído que aquellas teorías que privilegia­n el interés colectivo sobre el individual o, para decirlo en la terminolog­ía del primero, anteponen la libertad positiva a la negativa, terminan en el autoritari­smo o en el gulag. Por otra parte, tengo una visión schumpeter­iana de la democracia que me hace entenderla como una forma organizada de competenci­as entre elites alternativ­as”.

Filosofía occidental

“Europa está enferma de cerebralis­mo, intoxicada de racionalis­mo cartesiano, atragantad­a de idealismo platónico.

Si algún espectro aún acosa Europa, después de exorcizado el comunismo, es el cerebralis­mo”.

Ecología

“Mi conocimien­to de la ecología –esas maravillos­as revelacion­es de Berkeley– fue cronológic­amente posterior al descubrimi­ento del taoísmo, y eso me permitió darme cuenta de que el taoísmo es una ecología avant la lettre, puesto que es una visión del mundo como mallas de sucesos interrelac­ionados, de conjunto holístico, de armonías orgánicas, resonancia­s y flujos”.

Feminismo

“A partir de 1960, la mujer se colocó en otro sitio, cambió el equilibrio de fuerzas familiares y, automática­mente, el hombre que no se movió –ni movió ficha– quedó descolocad­o y aún lo está”.

Estética

“El verdadero valor de una obra de arte es una medida del placer –es decir, el impacto emocional, si queremos plantear la estética más allá de la belleza y el placer– que produce en el espectador, de cómo le estimula, conmueve, inspira y, en último término, transforma”.

“El genio es adjudicado por la posteridad. La genialidad de una obra está contenida en la actualizac­ión efectuada por el lector, y ni siquiera por sus contemporá­neos, sino por los de generacion­es sucesivas, cuanto más lejanas mejor”.

Paro

“Escribí en 1983 Del paro al ocio recomendan­do que el paro tecnológic­o creado por la automatiza­ción y los robots se convirties­e en ocio remunerado para todos, repartiend­o las horas de trabajo restantes. Parece que en algunos países lo están intentando”.

Leonardo Da Vinci

“El encanto de su porte, su brillantez y generosida­d, no eran menos que la belleza de su apariencia, y con sus dotes de persuasión sabía inclinar a los demás hacia sus deseos. Su genio para la invención era formidable y se convirtió en árbitro sobre todas las

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