Retorno del héroe tranquilo
Estreno Próximamente llegará a los cines ‘Un amigo extraordinario’, película basada en personajes reales en la que Tom Hanks retoma una vez más uno de los perfiles arquetípicos de la cinematografía estadounidense
Si existe un personaje que se resiste a desaparecer dentro del cine norteamericano, es el del héroe tranquilo, una figura arquetípica que ha sido encarnada por algunos de los más legendarios actores de Hollywood, caso de Henry Fonda, James Stewart o el más actual Tom Hanks. Los hemos visto en películas tan extraordinarias como Doce hombres sin piedad (1957), El hombre que mató a Liberty Valance (1962) o Salvar al soldado Ryan (1998).
A partir de ellas, casi podríamos establecer una historia paralela del cine protagonizada por este personaje que procede de una mítica época en la que el bien y el mal eran perfectamente distinguibles, y el mundo todavía parecía tener sentido.
Pero, ¿qué define a este héroe tranquilo, justo, y siempre dispuesto a la acción?
En primer lugar, podríamos decir que a nuestro héroe le caracteriza su saber estar; ser una presencia que irradia sosiego y tranquilidad. Alguien que, además, camina de una forma única. Ya lo dijo John Ford cuando le preguntaron qué era el cine para él y contestó: “¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine”. Así lo vemos en Pasión de los fuertes (1946), donde Fonda encarna a un sheriff llamado Wyatt Earp, dispuesto a vengar, de forma tranquila, eso sí, la muerte de su hermano. Entretanto, le vemos pasearse magníficamente por el pueblo o permanecer sentado en un porche desde donde ve pasar la vida con ojo avizor.
Otra de las características de este héroe honesto e imperturbable es su lucha contra la injusticia, ya sea utilizando las armas o las leyes. Lo vemos en el personaje protagonizado por Henry Fonda en Doce hombres sin piedad, un hombre que, en vez de dejarse llevar por la opinión del resto del jurado, cuestiona la condena colectiva contra un inocente. El mismo perfil lo encontramos en James Stewart en El hombre que mató a Liberty Valance (1962), abogado y futuro político, y de nuevo en Henry Fonda en Las uvas de la ira (1940), donde en esta ocasión encarna a un pobre jornalero que lucha contra las injusticias sociales. Estas dos últimas películas fueron dirigidas por John Ford, principal artífice de esta clase de personajes.
Todos estos héroes aparecieron, y no por casualidad, entre las décadas de los años cuarenta y los sesenta del pasado siglo, tiempos en los que todavía persistía el mito de un Estados Unidos formado por honestos y estoicos pioneros. Los principales referentes para esta sociedad eran los padres fundadores norteamericanos, pero, sobre todo, la figura omnipresente de Abraham Lincoln, interpretada también por Fonda en El joven Lincoln (1939), papel que supuso quizá la primera encarnación del hombre tranquilo: un tipo espigado, reflexivo, inteligente, y capaz de impartir justicia frente a la adversidad. Un héroe que sería la contrapartida de la figura más viril y violenta –e iletrada– de John Wayne.
Sin embargo, todo cambió a finales de la década de los sesenta. No sólo la figura del héroe clásico fue cuestionada, sino que la modernidad le convirtió en un personaje más torturado y complejo, todo acorde con los tiempos que se vivían. El héroe tranquilo, como tal, prácticamente desapareció, y sólo fue recuperado mucho después gracias al actor Tom Hanks. La primera encarnación de este personaje sería en Forrest Gump (1994), donde el actor interpreta a un joven ingenuo, puro y con las ideas claras, precisamente en el contexto de los convulsos sesenta, donde todos los valores estadounidenses se estaban viniendo abajo debido a la derrota
Su figura procede de una época en la que se podía distinguir el bien del mal y el mundo parecía tener sentido
en Vietnam y el Watergate. Lo interesante aquí es ver cómo sobrevivió este héroe, ahora convertido en un entrañable tontorrón capaz de superar toda clase de obstáculos en parte gracias a su honestidad, y en parte a su buena suerte. Alguien que, a pesar todo, sabe todavía quienes son los buenos, y al que también le caracteriza la sinceridad, el sentido de la justicia y la contención.
Otra encarnación memorable que muestra la reconversión del héroe tranquilo, es el personaje de Woody en Toy story, cuya voz pertenece también a Tom Hanks. El pequeño sheriff representa todos los ideales de antaño. Sin embargo, chocará contra un mundo que no comprende. Woody sigue siendo el mismo, pero los niños crecen y él pierde su lugar dentro de esa nueva sociedad. El suelo que pisa el personaje animado ya no es tan firme como el de sus antecesores de los años cuarenta y cincuenta.
Hanks se ha convertido así en el único y consciente heredero de este arquetipo. Lo vimos reencarnado en un capitán de la Segunda Guerra Mundial en Salvar al soldado Ryan, luego en Capitán Phillips (2013), luchando de forma políticamente correcta contra los piratas somalíes, y finalmente disfrutamos de su presencia en El puente de los espías (2015), de Spielberg.
En su último trabajo, Un amigo extraordinario, aparece nuevamente nuestro héroe, pero ahora vestido con un nuevo y singular traje. En esta historia real, el personaje de Tom Hanks ya no es un pistolero o un abogado. Su personaje, basado en el famoso presentador de programas infantiles Fred Roger, tendrá como misión ayudar a un periodista a resolver sus problemas personales. La parte del héroe tranquilo entendido como hombre de acción se ha desvanecido. Solamente quedan valores como el sentido de la justicia o el saber estar, convirtiendo ahora esta figura que surgió inicialmente en el western, en un maestro zen con tintes de psicoterapeuta. Pero no por ello su papel es menos interesante, ya que la película, como muchas otras de este género que hemos creado aquí, habla finalmente acerca de cuáles son los verdaderos valores que deben sostener la vida de una persona en un mundo cada vez másagresivoeincomprensible. |
El héroe que surgió inicialmente en el western es ahora un maestro zen con tintes de psicoterapeuta
en un espectáculo. Y porque esa es una imagen que nos han vendido los hombres quizás porque sienten morbo al ver a dos mujeres peleándose por ellos o por cualquier otra cosa. NB: Si en los años cincuenta se aceptaba la sociedad patriarcal, ahora nos la cuestionamos.
EV: Si Pau Miró escribe ahora una obra como la de Mankiewicz, le cuelgan. Nosotras, las primeras. Pau Miró busca ser justo con ellas y explorar con objetividad los motivos que las mueven a ambas.
Y ¿cuáles serían esos motivos?
EV: La actriz veterana no quiere ser joven; no es cierta esa idea de que, hasta que no mate ese deseo, no podrá seguir adelante. Y ella quiere hacerlo entender, explicar que ni tiene el deseo de ser joven ni trata de serlo. Que ese no es su problema. Que su problema es cómo la mira una sociedad que ledicequeporhabercumplidosesenta años tendrá menos trabajo y será menos interesante. Pero es la sociedad quien lo piensa, no ella. Y ella lo que debe hacer es rebelarse y decir que la mirada de los otros no le sirve.
¿Y cuál es el problema de la actriz joven, de Eva?
NB: Es un problema muy generacional: la suya es una generación muy afectada por la crisis, una generación de personas extremadamente preparadas, porque pensaban que así llegarían más lejos en la vida, pero que, en cambio, no han conseguido trabajar en lo que ansiaban. Eva llega con esta carga: está preparada, quiere ser actriz, pero no encuentra una oportunidad. Y cree que no la consigue porque en esta profesión lo que importa son los seguidores que tienes en Instagram y porque siempre consiguen trabajar los mismos.
¿Habla entonces la obra de ese tapón generacional que tanto se ha denunciado últimamente?
NB: Es un tema latente y presente. Pero yo creo que no podemos echar a la gente que está trabajando para hacernos un sitio. Al contrario, tenemos que hacer un trabajo en equipo. Como en todo. Como en el feminismo… Es cierto que hay una falta de oportunidades, pero quienes trabajan han conseguido llegar porque son talentosos y lo que tenemos que hacer es aprender de ellos.
EV: Esta profesión es dura porque te pasan los años: el personaje de Julieta lo puedes hacer cuando tienes dieciocho pero no con treinta; así que los personajes se te escapan. Por eso la gente tiene prisa por llegar. Quizás ahora, más. Cuando yo empecé, los actores jóvenes teníamos muy asimilado que uno empezaba en la profesión con papeles pequeños y que, con