La ciencia, en la cuerda floja
científicas, Barcelona es imbatible”. Por su vitalidad cultural, por su apertura a nuevas ideas, por su calidad de vida. Pero se está perdiendo la capacidad de ofrecer proyectos científicos ilusionantes.
“Necesitamos recuperar la sensación de que competimos por la Champions. Aún estamos a tiempo”, declara Lluís Torner, director del Institut de Ciències Fotòniques (ICFO), con sede en Castelldefels. Para ello habrá que resolver los problemas estructurales que estrangulan la investigación desde finales del siglo XX. De lo contrario, la reconstrucción económica pospandemia no podrá sustentarse en la ciencia y la innovación. Habrá el viejo dicho. Los países líderes en investigación no invierten en ciencia porque sean ricos. Son ricos porque invierten en ciencia.
“Deberíamos acercarnos por lo menos a 2,1% de la media europea de manera progresiva, en los próximos cuatro o cinco años”, sostiene Josep M. Martorell, del BSC. Sin más dinero, va a ser difícil ser mucho más competitivos.
Segundo problema, más complejo. El funcionamiento de centros de investigación y universidades, regulados por las normas del sector público, que son demasiado rígidas para unas instituciones que necesitan agilidad y autonomía para competir a escala internacional. En Catalunya, el funcionamiento eficaz de las instituciones de investigación debía garantizarse con una ley de la Ciencia de la que hay borradores desde hace una década y que ningún Govern ha sido capaz de aprobar. En el conjunto de España, la ley orgánica de Universidades impide que los centros universitarios compitan en igualdad de condiciones con instituciones de otros países.
A todo ello se añade la falta de liderazgo político para defender la investigación como motor de prosperidad económica y social. El gran salto adelante de la investigación en Catalunya y otras comunidades se produjo en la primera década del siglo, cuando Andreu Mas-Colell fue conseller de Universitats i Recerca y más adelante Cristina Garmendia fue ministra de Ciencia e Innovación. Aquellos fueron los años en que se pusieron en marcha lo que aún hoy son las joyas de la corona: el programa Icrea para contratar a científicos de primer nivel en Catalunya, centros de investigación que están al nivel de los mejores de Europa y el programa Severo Ochoa para apoyar la excelencia científica en España. Ningún conseller ni ningún ministro desde entonces han tenido la visión ni la capacidad de transformar el sistema de I+D que tuvieron Mas-Colell y Garmendia.
Pese a las dificultades, Catalunya ha alumbrado en los últimos años un tejido dinámico de pequeñas empresas innovadoras que ya cuenta con más de 1.500 start-ups y en el que trabajan más de 15.000 personas. Algunas de ellas tienen capacidad de atraer inversiones notables, como la recientemente creada Ona Therapeutics, una spin-off del Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona y de Icrea que acaba de captar 30 millones de euros en su primera ronda de financiación para desarrollar un tratamiento contra las metástasis.
“Queda la asignatura pendiente de atraer la inversión de I+D de grandes empresas”, destaca Andreu Mas-Colell, que fue conseller responsable de investigación en los periodos 2000-2003 y 2011-2015. Según Mas-Colell, es significativa la decisión de Repsol de construir
Maria Terrades
La incertidumbre y el miedo irrumpieron en el sector de las ciencias de la vida durante marzo y abril, al igual que en la mayoría de slos egmentos de actividad presentes en Barcelona. Han sido meses difíciles, pero gracias al carácter esencial de la salud, puesto de manifiesto en esta crisis más que nunca, empezamos ya a vislumbrar la salida y la recuperación de nuestro sector, aunque sin margen para la relajación.
Durante el periodo de cierre de las actividades económicas no esenciales, han sido muchos los centros de investigación y las empresas vinculadas a las ciencias de la vida que han multiplicado su actividad para descubrir nuevos tratamientos, vacunas y métodos de diagnóstico y que se han movilizado para captar fondos públicos y privados que permitan hacerlos realidad. El Parc Científic de Barcelona, su comunidad de 3.000 profesionales y muchas otras entidades similares ubicadas en Barcelona han hecho evidente la importancia de la investigación básica, la transferencia y la innovación en ciencias de la salud como pilares para abordar el reto mayúsculo que nos planteó la pandemia y para lograr un futuro mejor.
La reconstrucción de Barcelona tras las consecuencias sociales y económicas de la Covid-19 pasa por reforzar la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación, incrementando la inversión en I+D+i, tanto pública como privada. Debe apoyarse a las spin-offs, start-ups y pymes que tengan proyectos innovadores y sólidos, ayudándolas a acceder a infraestructura y recursos científicos ya disponibles en la ciudad y así optimizar grandes infraestructuras científicas. Debemos atraer, pero también muy importante, mantener y recuperar el talento de la ciudad a través de medidas sociales como el acceso a la vivienda. Y para ello, debemos apostar por la colaboración público-privada entre gobierno municipal, universidades, hospitales de referencia, centros de investigación, infraestructuras como el Parc Científic de Barcelona, empresas y emprendedores.
La investigación y la innovación permiten lanzar al mercado productos que mejoran nuestra salud y, a la vez, crean riqueza y empleo de alta calidad y contribuyen a un crecimiento sostenible de la economía. Barcelona, y su área metropolitana, tiene todos los ingredientes para consolidarse como una ciudad de referencia en investigación e innovación en ciencias de la vida y contribuir, significativamente, a alcanzar un Estado del bienestar sostenible.