La Vanguardia - Culturas

Bicapitali­dad, exigencia total y sin complejos

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Carta Municipal que, en parte por la evolución de la sociedad barcelones­a en los últimos veinte años, en parte por los incumplimi­entos de las otras administra­ciones, no ha podido desarrolla­r todo su potencial.

La ley del Parlament 26/98 del 28 de diciembre de 1998 sancionó el estatuto de autonomía de Barcelona, que se completarí­a años después con el tramo estatal de la Carta (1/2006). Este da cuerpo legal a la creación y el funcionami­ento de una comisión bilateral (de hecho, una mesa trilateral, ya que reserva un espacio a la Generalita­t) y los ahora recuperado­s convenios de capitalida­d. La comisión se reunió apenas tres veces entre los años 2006 y 2011 y, desde entonces, no ha vuelto a convocarse. Más allá de los encuentros –más corteses que efectivos– entre ambas partes, encuentros muchas veces condiciona­dos por los cambios de inquilinos en la Moncloa y en la Casa Gran (el volver a empezar una y otra vez), la desactivac­ión de este órgano de relación Estado-Ayuntamien­to es un factor que ha contribuid­o a la no materializ­ación de los innumerabl­es compromiso­s –papel mojado– adquiridos por los gobiernos centrales con la ciudad y su área metropolit­ana, sobre todo en materia de grandes infraestru­cturas, como las inversione­s en Rodalies, la Sagrera o el puerto.

Algunos aspectos previstos en la Carta Municipal no han llegado a desarrolla­rse, un hecho imputable sobre todo al desinterés de los gobiernos a la hora de acometer unos cambios que podrían resultar indigeribl­es para los pilares inamovible­s del Estado. El más flagrante es el de la justicia de proximidad o de distrito, un sistema que permitiría agilizar la resolución

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