Situaciones irreales con efectos muy tangibles
Sin duda uno de los efectos de la Covid19 ha sido evidenciar que las situaciones irreales que a veces crea la ficción pueden ser perfectamente reales y tangibles. En la cosecha catalana de esta mitad de año, hay varias novedades que fabulan eficazmente mundos imaginarios que adquieren un potente valor simbólico. Ahí está Manuel Baixauli, que en Ignot (Periscopi) idea una isla llena de genios y de manuscritos menospreciados, y con ella teje una atmósfera onírica y visionaria. O el corrosivo Albert Pla, que en Espanya en guerra (Amsterdam) improvisa una especulación sobre las consecuencias de una declaración de independencia.
No menos osado es el experimento narrativo de Teresa Colom, que en Consciència (Empúries) crea un mundo virtual (en el 2090), en el que la conciencia de una persona puede pasar a una máquina y se puede vivir sin cuerpo. La voluntad de romper las barreras de la realidad anima –¡y de qué modo!–los cuentos que Carlota Gurt ha reunido en Cavalcarem la nit (Proa). En uno de ellos la madre de la historia ha resuelto borrarse con un método desatomizador y cuando llega el hijo solo queda una mano, reminiscencia de un vínculo afectivo.
En fin, la fantasía más desbordada está también presente en la antología realizada por Ricard Ruiz Garzón, Extraordinàries (Males Herbes) donde quince autoras aportan relatos de ciencia ficción en consonancia con los tiempos. Uno de ellos nos dará el tono: en Solalstàlgia Gemma Martí aborda el tema del doble y lo sitúa en un contexto de emergencia climática.
Otra tendencia palpable en algunos de los títulos catalanes es una voluntad de revisionismo de figuras y hechos de nuestra historia reciente y no tan reciente. Al hilo por ejemplo del 175 aniversario de su muerte, se han escrito dos novelas sobre mossèn Cinto Verdaguer que renuevan sus claros y sombras. La de Álvar Valls en Edicions de 1984, Entre l’infern i la gloria, pasa de las mil páginas, y constituye un meritorio plongeon en su contexto cultural, político y religioso. La de Daniel Palomeras en Comanegra, Fills de la terra dura, cuaja como un rompecabezas muy bien urdido y se lee como un retrato íntimo y concentrado. Por su parte David Castillo en El tango de Dien Bien Phu (Edicions 62/Edhasa) se ha confrontado con el pasado de un abuelo anarquista y ha relatado sus sucesivas reinvenciones en la Guerra Civil, el confinamiento en Argelès, las batallas con la división Leclerc e incluso la guerra de Indochina. Otra novela basada en hechos reales y con voluntad revisionista es Guillem ,de Núria Cadenes (Amsterdam). La escritora barcelonesa restituye la memoria de un joven luchador antifascista que fue asesinado por un grupo de neonazis en 1993. Con sus ficciones tanto Valls y Palomeras como Castillo y Cadenes cumplen con el dictum de Kundera: las novelas existen para decirnos que la realidad es siempre más compleja de lo que parece.
La narrativa en catalán que nos llega en este aplazado día del Libro viene en muy buena parte firmada por mujeres. La autora sensación es sin duda la treintañera Irene Solà, quien en Canto jo i la muntanyaballa / Cantoyoylamontañabaila (Anagrama) ha sabido concentrar en una geografía pirenaica (entre Camprodon y Prats de Molló) una constelación devoces,humanasynohumanas(nubes, osos, fantasmas…), entretejiendo fábulas y mitos con una gran originalidad.
Si Irene Solà da vida a nubes y osos, Silvia Colomé tampoco se queda corta y en L’estalactita ploramiques (Edicions Salòria) explica la historia de una estalactita que no puede dejar de llorar. Con esta fábula entre poética y filosófica, Colomé habla de los defectos que se convierten en virtudes, y de paso reivindica el derecho a llorar.
También merece atención la obra póstuma de Isabel-Clara Simó, El teu gust (Bromera). Aquí se da protagonismo a una heroína que cuenta sus amores y desvelos, y en especial el que siente por otra mujer dominada como ella misma por un afán creativo. El teu gust, en fin, profundiza en las pasiones que mueven a las personas, y por sus páginas desfilan, entre otros, nombres rutilantes como los de Estellés, Vinyoli, Espriu o Dalí.
Enfrentarse al propio pasado a menudo es una labor ingrata y amarga. No siempre estamos preparados para saberlo todo. Hay varias novelas catalanas que encaran sin ambages esta problemática. En Seguiré els teus passos / Seguiré tus pasos (Columna / Destino) Care Santos pone en escena a una mujer que viaja al Pallars Jussà y ha de medirse con la historia de su padre, muerto en extrañas circunstancias hace 44 años. Care Santos sondea la Guerra Civil y se pregunta qué hacer con la memoria, si recordar u olvidar. Por su parte Sandra Comas ,en Encara som nosaltres (La Campana), relata la historia de dos amigos de infancia, Àngel y Pol, que tras años de no verse se reencuentran, y lejos de compenetrarse, notan que han convertido sus vidas en un castillo de mentiras y que han de cargar con su pasado, por traumático que parezca. Otra novela que mira hacia atrás en busca de luz es La fondària de les arrels, de Marienka Bellostas (Pagès Editors). El relato se desgrana en tres generaciones de mujeres. La abuela, Maria, ha abandonado un pueblo del Segrià para abrirse camino en la industrializada Terrassa. La nieta, Mariona, siente en cambio el poder telúrico de la tierra y quiere hacer el viaje a la inversa y buscar en el mundo rural de sus ancestros las señas de su identidad.
Sumergir al lector en décadas de color sepia es una tendencia muy practicada últimamente por algunos autores. Pilar Rahola, sin ir más lejos, se maneja muy bien en este género, y lo demuestra de nuevo con L’espia del Ritz / El espía del Ritz
(Columna /Planeta). Rahola recrea las aventuras de un personaje real, Bernard Hilda, quien huyendo de los nazis abandona París y se instala en el glamuroso Ritz barcelonés, donde dirige una orquesta de jazz. Un personaje y un tema queabordatambién JosepMariaLoperena en L´espia del violí (Efadós). Otro cultivador de los tiempos d’autrefois es Xavi Barroso,queen L’avinguda de les il∙lusions / La avenida de las ilusiones (Rosa dels Vents / Grijalbo) evoca la Barcelona de la Setmana Tràgica y da vida a una joven indomable, Francisca, condenada a trabajar de criada, y que logra abrirse camino como cantante del Paral∙lel.
Cerraremos este balance con clásicos. En primer lugar, Joan Perucho, de quien en noviembre celebraremos el centenario de su nacimiento. Comanegra (de la mano de Julià Guillamón y Jordi Puig) publica Els homes invisibles, recuperación de dos relatos (entre el poema en prosa y la autobiografía) que nos acercan a la esencia literaria del escritor. Acompañan las piezas sugerentes dibujos de Francesc Todó. Por su parte, Bernard Cormand ha ilustrado Viatges i flors de Mercè Rodoreda, editada por Nórdica Libros .La fantasía de Rodoreda logra imponerse aquí por encima de la futilidad de la vida.
Ediciones Hildy publica en catalán, en traducción de Anna Grau, el más catalán de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, Girona.
Un autor que merece releerse en este aplazado Sant Jordi es Baltasar Porcel .Se han cumplido (el 1 de julio) once años de su prematura muerte, y lo podemos recordar leyendo algunas de sus mejores novelas, todas asequibles en La Butxaca: Elcordelsenglar,L’emperadorol’ulldevent o Les primaveres i les tardors son especialmente recomendables.
Entre las novedades destaca una tendencia: fabulaciones sobre mundos imaginarios que adquieren ahora mismo un valor simbólico; también, revisiones de momentos históricos pasados y actuales, con intención
Varias novelas plantean si estamos preparados para enfrentarnos a la memoria, colectiva pero también personal