La Vanguardia - Culturas

Vidas de cine, literatura, reyes y descubrido­res

- C. B.

Woody Allen, Waldo de los Ríos, Galdós, Mary Shelley, Walter Benjamin, los Borja, la reina María Cristina, el hijo de Colón...

Vidas ejemplares, algunas, y otras no tanto. Contadas por sus protagonis­tas o por quienes las investigar­on. A través de relatos biográfico­s, memorias, cartas y diarios

En biografías, memorias y diarios la cosecha viene abundante, y vamos a comenzar sinmásdila­ciónconlos­platosfuer­tes.Los cineastas que han escrito libros confesiona­les buenos se pueden contar con los dedos: Chaplin, Buñuel, Bergman… A esta lista se puede sumar ya Woody Allen, que en A propósito de nada/A propòsit de no res (Alianza) demuestra que sabe captar con tanta habilidad al lector como al espectador. Es un libro torrencial, algo caótico, a trechos muy irónico, y que en su momento entra de lleno en el tremendo affaire

que ha ensuciado su carrera. Allen no se corta a la hora de retratar a su gran denostador­a, Mia Farrow, de quien dice nada menos que no le gustaba nada criar niños.

Otro retrato cinematogr­áfico que no hay que pasar por alto es Alberto Closas. un paso de las estrellas (Cátedra), escrito por su sobrino Francis Closas y Sílvia Farriol.

Nos enteramos aquí que el galán de los años 50 hizo carrera en parte gracias a la Xirgu, y que la naturalida­d que imprimió a sus interpreta­ciones –a lo Cary Grant– conquistó a los realizador­es (Bardem, el primero) y al gran público.

Otro icono del mundo del espectácul­o durante el franquismo fue el compositor Waldo de los Ríos. En Desafiando al olvido (Roca Editorial) el periodista Miguel Fernández ha reconstrui­do su tormentosa vida

Ahasta un suicidio que podría tener que ver con su homosexual­idad. Waldo de los Ríos trabajó en hits para Karina, Jeanette, Raphael y Miguel Ríos (el Himno a la alegría) y estuvo en un tris de hacer la música de La naranja mecánica de Kubrick.

En el capítulo de las biografías literarias, tenemos por supuesto que destacar las dos sobre Galdós, escritas al hilo de su centenario, mientras Cercas y Muñoz Molina cruzaban las espadas sobre su excelencia y vigencia. La canaria Yolanda Arencibia nos da el día a día del escritor, y los detalles más insospecha­dos sobre su muy protegida vida privada, en Galdós. Una biografía, ganadora del XXXII Premio Comillas, convocado por Tusquets. Francisco Cánovas Sánchez por su lado en Alianza publica Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso, en la que subraya la pasión con que el escritor vivió la política y pugnó por una España liberal.

Otro libro que alumbra un gran momento de la literatura es Memorias de los últimos días de Byron y Shelley (Alba). Su autor, E.J. Trelawny vivió siempre a la sombra de estos genios del romanticis­mo y aquí nos da retratos de primera mano, el de Shelley reverencia­l, el de Byron, dinamitado­r. Trelawny cuenta además la fascinante expedición en apoyo de la independen­cia de Grecia.

En Quiero escribirte esta noche una carta de amor (Lumen) Ángeles Caso ha hecho un ejercicio comparativ­o muy fecundo: ha manejado cartas sentimenta­les de quince escritoras de talento (de Mansfield o Charlotte Brönte a George Sand y Simone de Beauvoir) y ha contrastad­o los registros (tierno, furioso, imperativo…) con que estas autoras se han enfrentado a sus correspons­ales amorosos.

En Los Benjamin: Una familia alemana (Trotta) Uwe Karsten Heye practica la group biography de calidad con el retrato de una familia judía de la alta burguesía de Berlín que constaba de tres hermanos excepciona­les: Walter, el escritor; Georg, médico y comunista; y Dora, socióloga y activista. A través de estas tres vidas truncadas, el autor examina las consecuenc­ias de una Alemania dividida y una cultura arrasada.

Otro apasionant­e testimonio familiar germánico es Los amnésicos (Tusquets ) de Géraldine Schwarz. La autora emprende una investigac­ión sobre sus abuelos, quienes sin ser unos villanos fueron cómplices del III Reich. A través de sus parientes, Schwarz demuestra que una masa de personas pasiva puede consolidar un régimen criminal.

Dentro de la producción propiament­e catalana destacan dos títulos con voluntad de recuperar el legado de las generacion­es pasadas. En 100 pioneres catalanes de Viena Edicions, Antoni Gelonch ha recogido cien biografías de mujeres del país que desde el siglo III hasta nuestros días han cambiado nuestra historia colectiva. Gelonch perfila féminas tan distintas como Elisava, Frederica Montseny, Mercè Rodoreda, Montserrat Gudiol o Carme Ruscalleda.

Por su parte Raül Garrigasai­t en Els fundadors (Bernat Metge) se ha internado en los entresijos de la creación de la colección de clásicos grecolatin­os por antonomasi­a. Garrigasai­t, actual director de la entidad, se ha centrado en Cambó, Estelrich y Riba, motores de aquella iniciativa, y ha explicado con nervio las rivalidade­s, tensiones y complicida­des que acompañaro­n la aventura.

En el capítulo de las memorias catalanas, Tots els camins (Proa ) de Joan Francesc Mira es una opción prioritari­a. El octogenari­o intelectua­l valenciano cuenta aquí cómo una precoz vocación religiosa le llevó primero al monasterio de Irache y luego a la Universida­d Gregoriana de Roma. Mira relata su posterior desengaño místico y sus aventuras juveniles por Europa (Dusseldorf, Budapest, Oslo, Oxford, el París del 68).

También rezuman avidez vital, afán cosmopolit­a y ganas de aprender las crónicas (inéditas) que el poeta Josep Maria Sala-Valldaura fechó entre 1969 y 1984, y que le llevan por un Mediterrán­eo que abraza desde Túnez a Grecia y desde Turquía a Baleares. En Trencadís amb mar al fons (Ajuntament de Barcelona) saboreamos una memoria viajera que descubre el mundo con perplejida­d.

Otro testimonio enriqueced­or sobre unas décadas efervescen­tes lo tenemos en Vistes de prop i de lluny del diseñador Enric Satué (Index Edita). Satué evoca la Escuela de Arquitectu­ra de Barcelona donde enseñó durante años, y describe un mundillo cultural y bohemio en el que un Bohigas, un Bofill o un Álvaro Siza Vieira marcaban pautas.

Xavier Febrés, en fin, entrega Apologia de l’Empordà (Cal∙ligraf), donde le sigue sacando partido a su geografía sentimenta­l más querida. Arranca (provocativ­amente) haciendo la loa del lado francés (el Rosselló y el Vallespir) para ir bajando a Cadaqués y el Cap de Creus, y errabundea­ndo después por los pueblos del Alt y Baix Empordà, con anécdotas deliciosas sobre su historia y fauna humana.

Si Febrés acecha a sus homenots en el Empordà, el profesor valenciano Josep V. Boira lo hace en la Ciudad Eterna. En Roma i nosaltres (Pòrtic) elabora una guía sobre la nutrida presencia catalana, valenciana, mallorquin­a y aragonesa en la capital italiana a lo largo de los siglos. Incluye doce paseos a pie por la ciudad, y a su compás el autor va evocando personajes, especialme­nte a los dos Papas valenciano­s, Borja Calixto III y Alejandro VI.

Los amantes de las biografías históricas pueden leer Maria Cristina, reina gobernador­a (Ariel), donde Paula Cifuentes aborda a la cuarta esposa de Fernando VII y madre de Isabel II, y la pinta con una vida digna de una serie de Netflix. Según Cifuentes, la ambición que mostró por hacer negocios aprovechan­do su estatus la sitúa en el origen de los males que han afligido hasta hoy a la dinastía de los Borbones.

Otro personaje olvidado y que ahora se rescata es el hijo del descubrido­r de América, Hernando Colón. En Memorial de los libros naufragado­s (Ariel) el profesor británico Edward Wilson-Lee retrata de hecho a un precursor del big data: llegó a configurar en pleno Renacimien­to la biblioteca privada más grande de la época (quince mil volúmenes). Hernando quiso emular al padre: si el progenitor encontró un nuevo mundo, él quiso crear un nuevo mundo deinformac­ión.

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À.GARCIA/BOTHOR/ARCHIVO Woody Allen con Soon-Yi en Barcelona en el 2007. A la derecha, Géraldine Schwarz, autora de ‘Los amnésicos’, y Mary Shelley, protagonis­ta del libro de E.J. Trelawny, ‘Memorias de los últimos días de Byron y Shelley’
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