Prestigios cambiantes
El pionero del periodismo cultural profesionalizado en España falleció el pasado miércoles en Madrid. Marino Gómez-Santos (Oviedo, 1930) cultivó full time la disciplina en una época en que los diarios no contaban con secciones de cultura, y las informaciones de esta temática se deslizaban a través de reportajes, entrevistas o artículos de opinión por distintos espacios.
Discípulo de César González-Ruano, hoy personaje desprestigiado pero en los años cincuenta muy valorado, Gómez-Santos colaboró en Pueblo, Abc, Madrid, Ya y en las revistas Blanco y Negro, Índice, Gaceta Ilustrada, Mundo Hispánico, La Actualidad Española,Tribuna Médica...
Cultivó a las grandes figuras de la época, que acogían encantadas a aquel joven atento, espigado y bien vestido, y como resultas publicó biografías de Pío Baroja, Azorín, Gregorio Marañón, Severo Ochoa, Ortega y Gasset, y la reina Victoria Eugenia de Battenberg, entre otras.
Autor de un libro de recuerdos, La memoria cruel (Espasa, 2002), en el año 2014 donó a la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid su Fondo Documental Personal, formado por unos 70.000 documentos gráficos, sonoros y en papel. Ese depósito ha generado un blog que muestra regularmente algunos de sus contenidos a partir de un personaje, un tema o un acontecimiento.
En 1969 Gómez-Santos publicaba el libro Doce hombres de letras en la desaparecida Editora Nacional, de titularidad estatal. Sin constituir exactamente un canon oficial es una buena radiografía del establishment literario de la época, no la primerísima fila pero sí una segunda muy acomodada , a través de unos encuentros que se desarrollaron entre 1958 y el año de publicación. Leerlo hoy ilustra bien sobre cómo cambian los gustos y costumbres y cómo se marchitan los prestigios. Y sobre la vida cotidiana de los retratados.
Ignacio Agustí , por ejemplo, le lleva a comer a Lliçà de Vall, el pueblo que inspira Santa Maria del Vallès, donde se refugiaba Mariona Rebull.
Tomás Borrás, que había sido retratado por Solana en el cuadro de la tertulia de Pombo, es descrito vistiendo gabán negro con cuello de astracán, sombrero negro de alta copa, guantes y cañas de bambú. “En este tiempo de escritores zarrapastrosos, en guerra abierta a la corbata, este caballero Tomás Borrás mantiene su elegancia personal”, escribe Gómez-Santos.
Francisco de Cossío vive en el hotel Plaza de Madrid. Cada mañana escribe diez o doce cuartillas de corrido, luego carga su pipa y baja al bar, donde toma el aperitivo. Wenceslao Fernández Flórez le declara sin pestañear que “si se deja aparte el Quijote, a la literatura española el humor lo he traído yo”.
A José María Gironella le ve con
“aspecto saludable, de terrateniente del Ampurdán, con la piel tostada y una alegría sana y contagiosa”. Y a Torcuato Luca de Tena le visita en su amplio despacho del Abc, el diario de la familia, que dirige, “sin dejar de trabajar: habla por teléfono, pulsa timbres que hay sobre su mesa”.
Edgar Neville aparece “instalado en un piso del moderno Madrid, desde cuyas terrazas se contempla un panorama de rascacielos construidos con aluminios y cristal”. Neville, “eterno joven, necesitaba acercarse a esta nueva ola de hormigón armado y mosaicos brillantes”. Estamos en el Madrid desarrollista, mezcla de Navalcarnero y Kansas City según definición de Cela.
Alejandro Núñez Alonso, el Santiago Posteguillo de los años sesenta, con sus leidísimas novelas de romanos, admira al periodista por su despacho con secretaria personal y una magnífica máquina de escribir eléctrica “y luego, cinco o seis más, portátiles y de oficina”.
¿Quién recuerda hoy a Borrás, a Cossío, a Núñez Alonso y a otros de los entrevistados en el libro como Pedro de Lorenzo o el poeta José del Río? (Bueno, a este le ha recordado Andrés Trapiello, que editó su lírica marinera, y una recia escultura que he visto año tras año en la curva de la Magdalena en Santander). Algunos de estos doce hombres de letras triunfantes de los años sesenta –ilustrativo que el periodista no recogiera a ninguna mujer, de las varias que destacaban literariamente por aquel entonces– eran franquistas; otros contemporizaron y en algún caso marcaron cautas distancias con el régimen. Todos fueron figuras representativas de aquel momento recogido por Marino Gómez-Santos. Ubi sunt?
Marino Gómez-Santos, fallecido esta semana, fue el pionero en España del periodismo cultural profesionalizado