El círculo vicioso del maltrato
Flàvia Company, con seudónimo, describe la relación entre una pintora y una mujer absorbente
En una época en la que una buena parte de la narrativa busca el tono confesional y la revelación autobiográfica, Flàvia Company (Buenos Aires, 1963) ha iniciado una aventura heteronómica singular. Los últimos libros que ha publicado aparecen firmados por la protagonista, Haru. Y también ahora: Andrea Mayo. Mentiría si dijera que entiendo del todo en qué consiste esta desaparición del autor. El primer libro en catalán de Flàvia Company que leí, Llum de gel (1996), comparte con La planta carnívora el clima opresivo y sádico. Y de otro libro algo posterior, Ni tu, ni jo, ni ningú (1998), recuerdo el atrevimiento formal y la composición intensamente dialogada, próxima al estilo fragmentario, hablado, de chispas de texto, de hoy. Con estos libros que firma con otro nombre, Flàvia Company es más ella misma que nunca. Las diferencias entre la vida i la literatura se borran, no porque la vida atropelle la literatura, sino porque encuentran una simbiosis ideal: todo es ficción, creación, artefacto literario. “Madame Bovary c’est moi”, la frase apócrifa de Flaubert, llevada hasta las últimas consecuencias.
La planta carnívora trata en primera persona un caso de maltrato, a través de sus diferentes etapas. Al principio de cada parte introduce apólogos que indican la universalidad de la violencia (un niño agrede salvajemente a otro chico en un partido de fútbol, una mujer convive con un tigre). Frente a la máxima, cada vez más extendida, de “es bueno porque es auténtico”, Company levanta el cartel: es auténtico porque es una ficción. Aunque el lector tiene siempre la duda sobre si algunas de las historias que se cuentan aquí, y que has oído a otras personas maltratadas, le han pasado a ella.
El personaje de la abusadora, Ibana, es una creación literaria muy verosímil: la manera que tiene de culpabilizar a su amante de la relación torturada que viven, con la idea de que todo lo que hace la otra es una provocación. Para subrayar la circularidad de la historia, todos los fragmentos de las diferentes partes llevan el número 1 en el encabezamiento. Es como si no consiguiéramos pasar nunca de la primera fase o como si esta primera fase se repitiera infinitamente. La novela, pero, rompe el círculo y avanza con nuevos elementos: una página fuerte sobre el control de los orgasmos de Andrea por parte de Ibana, la idea de que el abusador pretende crear una secta de dos, la imagen del abuso físico con Ibana que duerme literalmente sobre Andrea y la aplasta hasta el punto de obligarla a pasar por la consulta de un médico o la historia del negocio místico de Ibana: vender una especie de pan inconsútil new age, con el cual se saca un buen dinero.
En la parte final, busca un efecto espejo: eso que le pasó a Andrea, ¿podría pasarte a ti? ¿Podría ser que por amor,de buena fe, llevado por la confianza que tienes en cambiar al otro, pudieras caer en la mismatrampa?Sonpinceladasexplícitas que rematan el retrato de los personajes, ambiguo e indefinido. Acompañamos a Andrea en el reconocimiento de su problema. Más que un “a mí esto no me pasaría”, entras en la lógica del abuso y acabas comprendiendo las razones del abusado.
Antes de Eva Baltasar estaba ya Flàvia Company. Con estilos y personajes distintos, sus libros transmiten una idea negra del amor y de las relaciones de pareja. Lo que en Eva Baltasar es resistencia e indiferencia, en La planta carnívora es indefensión y esperanza. Un retrato literario de envergadura a partir de un tema psicológicodeactualidad.
Antes de Eva Baltasar estaba ya Flàvia Company: transmiten una idea negra del amor y de las relaciones de pareja
PROA. 192 PÁGINAS. 16,90 EUROS