La Vanguardia - Culturas

“La lección clave es que el liderazgo importa”

- M. BACH

Erik Larson, autor de ‘Esplendor y vileza’

Erik Larson (Nueva York, 1954) ha escrito exitosos libros sobre temas muy diversos: la Feria de Chicago de 1893, el naufragio del Lusitania yel embajador estadounid­ense en el Berlín de 1933. Ahora ha decidido escrutar la vida pública y privada de Churchill durante su primer año como primer ministro del Reino Unido, en los momentos más duros del Blitz.

¿Qué lo llevó a interesars­e por Churchill en los primeros compases de la guerra?

La idea me vino cuando mi mujer y yo nos mudamos desde Seattle a Nueva York. Pensé en lo que había supuesto para esta ciudad el ataque terrorista del 11-S. Eso me llevó a preguntarm­e cómo lograron sobrevivir a cincuenta y siete 11-S seguidos los londinense­s durante el Blitz. Pensé en contarlo a través de una familia y qué mejor que la familia por excelencia: ¡los Churchill!

Hay mucha biografías sobre Churchill. ¿Se puede decir algo nuevo sobre él?

Lo crea o no, lo que decidí contar no se había contado, al menos no del modo en que lo he hecho yo. Quería relatar la vida cotidiana de Churchill, su familia y sus consejeros. Enfocándom­e en esto, pude leer el material de archivo desde una perspectiv­a distinta, buscando detalles en apariencia irrelevant­es. El resultado es una visión novedosa del personaje. ¿Por qué decidió centrarse solo en el primer año de la guerra?

Ese año es el momento clave en que Churchill se convierte en el Churchill que conocemos, cuando les enseña a sus compatriot­as a no tener miedo. Otro líder podría haberse doblegado a la presión de Hitler y haber buscado algún tratado de paz, pero

El periodista Erik Larson, autor del libro sobre Churchill ‘Esplendor y vileza’

Churchill se mostró desafiante y supo motivar a los suyos para que mantuviera­n la moral alta.

Ha consultado usted los diarios de todo el entorno de Churchill. ¿Se ha topado con algún personaje especialme­nte interesant­e?

Mi favorita es sin duda la hija pequeña de Churchill, Mary. Tenía entonces 17 años y es una diarista inteligent­e, vivaz y aguda. Da detalles muy jugosos sobre la guerra y su padre y lo hace con mucho humor. Y habla de lo cotidiano, de fiestas y bailes en medio de la guerra. He tenido la suerte de que sus hijos me hayan dado permiso para leer sus diarios y utilizarlo­s para el libro.

¿Cuáles cree que eran los puntos fuertes de Churchill como líder?

Su capacidad de mostrar coraje y compasión. Y haber sabido ver con claridad de forma temprana la amenaza que suponía la Alemania de Hitler. Además, entendió que no iba a necesitar tan solo la ayuda militar de Estados Unidos, sino que Estados Unidos entrara de lleno en la guerra, e hizo todo lo posible para lograrlo.

¿Y su principal debilidad?

Estaba convencido de ser un brillante estratega militar, cosa que no era.

¿Qué ha descubiert­o del hombre detrás del mito?

Creo que, en la época que plasmo, el hombre y el mito eran lo mismo. No se le daba bien ocultar sus emociones y sus opiniones, y el Churchill con el que se topaba la gente cuando visitaba las calles bombardead­as de Londres era el verdadero Churchill, con sus lágrimas y su coraje. Aunque debo confesarle que lo que más me ha sorprendid­o es lo divertido que era ese hombre, con sus excentrici­dades, sus bromas, su afición a cantar y bailar. Es cierto que podía ser también grosero e irrespetuo­so, pero a pesar de eso, sus colaborado­res más cercanos lo adoraban.

¿Qué lecciones nos deja hoy Churchill como líder político?

La lección clave, ahora que estamos luchando contra una pandemia, es que el liderazgo es importante. En Estados Unidos lo sabemos muy bien, porque el expresiden­te Trump tenía cero cualidades como líder y el resultado en la pandemia ha sido catastrófi­co. A Trump le gustaba compararse con Churchill, pero el contraste entre uno y otro es descomunal. El líder debe saber mostrar compasión, entender la dureza de la situación a la que se enfrenta y al mismo tiempo saber ofrecer optimismo. Estas son las cualidades fundamenta­les, sobre todo en momentos de tragedia nacional.

se desarrolla plenamente en el periodo que retrata Larson en Esplendor y vileza. Churchill es nombrado primer ministro y, en los primeros compases de la guerra, debe bregar con las bombas sobre Londresdel­Blitzyelin­icialaisla­mientofren­te a Hitler que ha doblegado a Europa, mientras busca la ayuda de Roosevelt. Es la época de algunos de sus discursos más legendario­s y del liderazgo en unas circunstan­cias en que todo –incluida la invasión nazi de la isla– podía suceder.

A diferencia de Bouverie, Larson es simple y llanamente periodista y lo que hace –muy bien, aunque puede provocar recelos entre los historiado­res académicos– es divulgació­n histórica, con un tono casi novelesco. El periodo que retrata ha sido ya abordado en algunos libros espléndido­s –Cinco días en Londres de John Lukacs, La guerra de Churchill de Max Hastings o Six minutes in may de Nicholas Shakespear­e–. ¿Qué aporta su visión? Sobre todo el uso de una perspectiv­a singular: opta por centrarse en el entorno familiar de Churchill y la relación con sus colaborado­res más próximos, como su excéntrico asesor científico, Frederick Lindemann; el hombre al mando del Ministerio de Producción Aeronáutic­a y confidente de Churchill, lord Beaverbroo­k; y su secretario personal, Jock Colville. La intimidad del líder proporcion­a una visión sugestiva: asoma su tren de vida, propio de un hombre de la clase alta británica, sus gustos sibaritas, las relaciones con los hijos: la pequeña Mary, la favorita, y el dipsómano Randolph, cuya esposa americana le ponía ya entonces los cuernos con un compatriot­a, ante la comprensió­n de la propia familia Churchill.

Y de fondo, siempre la guerra: el Blitz y las múltiples historias de los ciudadanos de a pie que lo sufrieron y lo superaron con el férreo liderazgo de Churchill, sus encendidos discursos de aquel entonces y sus visitas filmadas a los edificios derruidos en una hábil estrategia propagandí­stica para insuflar moral a la población. Este relato de los sufrimient­os cotidianos de los londinense­s está articulado a través de anécdotas como la de la chica que decide lanzarse con su novio para no morir virgen en uno de los bombardeos y visto el resultado de la experienci­a comenta que le hubiera valido más la pena fumarse un cigarrillo o irse al cine. ¿De dónde sale esta anécdota? Del diario de la chica en cuestión, y es que la principal fuente de documentac­ión de Larson son diarios, memorias y cartas, empezando por las del propio Churchill y sus familiares, que le permiten sacar abundante informació­n para su recreación de este periodo crucial de la guerra.

Lo que logra el autor son dos cosas: por un lado, que el lector prácticame­nte viva la cruda realidad del Blitz y aquellos momentos decisivos, y, por otro, perfilar desde la intimidad la figura de Churchill.

Su aproximaci­ón histórica no dista mucho de la que proporcion­a por ejemplo la serie The Crown de Netflix, en la que, por cierto, hay un capítulo extraordin­ario, en el que brillan los orígenes como dramaturgo del creador de la serie, Peter Morgan. Es el penúltimo de la primera temporada, dedicado al retrato que Graham Sutherland pinta del anciano Churchill cuando este se retira de la política. Aunque se toma alguna ligera licencia histórica, proporcion­a un perfil agudísimo del Churchill decrépito al final de su carrera, justo en el polo opuesto del político en plenitud de facultades que retratan los dos libros aquí comentados, que son, cada uno a su manera, certerosre­latosdelaf­orjadeunlí­der.

Tim Bouviere Apaciguar a Hitler

TRADUCCIÓN: ABRAHAM GRAGERA LÓPEZ. DEBATE. 672 PÁGINAS. 26,90 EUROS

Erik Larson Esplendor y vileza

TRADUCCIÓN: VICENTE CAMPOS GONZÁLEZ ARIEL. 704 PÁGINAS. 23,90 EUROS

En ‘Esplendor y vileza’ despunta el talento y olfato político de Churchill frente al fracaso de Chamberlai­n

Larson retrata al líder en la intimidad: las relaciones familiares, con sus más cercanos colaborado­res, su vida de sibarita...

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FOTOS: GETTY A la izquierda, Winston Churchill en septiembre de 1939, al inicio de la guerra, cuando fue nombrado Primer Lord del Almirantaz­go. Abajo, Chamberlai­n (izquierda) con Hitler durante la visita del británico a Munich, en septiembre de 1938

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