Una historia de la Historia
Villatoro ofrece una visión del catalanismo menestral a través de la vida de su abuelo materno
Al final de Un home que se’n va –una obra impresionante–, Vicenç Villatoro (Terrassa, 1957) consignaba que había empezado la investigación para escribir el libro durante la primavera del 2007. En aquel momento Villatoro presidía la Fundación Ramon Trias Fargas y uno de los ciclos que se organizaron entonces fue sobre la Guerra Civil y la necesidad de explicarla de manera más compleja, menos maniquea. La historia del abuelo republicano de Castro del Río, desbordado por el proceso revolucionario que se puso en marcha el 36 y que tras la derrota pasó años en la cárcel, encajaba con ese afán de entender con mayor profundidad aquel momento crítico y enlazaba con un propósito del autor no menos ambicioso: la llegada del abuelo a Terrassa para ganar una nueva oportunidad para su hijo –el padre del escritor– era un caso más de uno de los procesos fundamentales del despliegue de la Catalunya contemporánea.
Otro de estos procesos, también vinculado a la derrota bélica, ahora lo explica Villatoro a través del abuelo materno: Artur Lamolla. De él y de su esposa. Aunque el origen de la familia de Artur fuera italiano, como se explica, el proceso que encarna este hombre es endógeno, pero probablemente menos conocido que el de los otros catalanes: es el de la configuración de un catalanismo menestral que tuvo su concreción en un novecentismo de masas en una ciudad industrial republicana, que laguerradesbordótambiényquetambién fue extirpado por el franquismo. Artur, enrolado a la Columna Macià Companys, se exilia, pasa por los campos de refugiados y las compañías de trabajo. Al cabo de dos años vuelve a casa –no a la suya, porquelahanperdido–yempiezaarehacerla vida trabajando en la empresa donde se había ganado la vida antes del fin de un mundo. En buena medida la Catalunya de las clases subalternas que se convirtieron en una cierta clase media –la mesocracia que ha tramado el país– es el resultado de la conjunción de estos dos procesos.
Al final de La casa dels avis –demasiado ralentizada en las páginas italianas o cuando amplía la red que quiere tramar al relato–, Villatoro incluye también las fechas de escritura: entre octubre del 2016 y julio del 2020. Este fresco silenciado y que el texto hace memorable –entre esperanza y desesperanza, entre terror y alegría– tomó forma durante el momento álgido del proceso independentista. Y la conexión entre pasado y presente, que podría ser forzada, adquiere sentido pleno. No solo porque en varios momentos aparezca el dolor por los presos políticos, sino porque la historia de vivir asediado, de poder perder la casa en sentido literal, irrumpe de nuevo en el corazón de la estirpe cuando el hijo del autor es procesado a raíz de los Fets d’Octubre del 2017. Su madre nunca olvidó cuando encarcelaron a la abuela. Sus nietos ahora sufren porque pueden encarcelar a su hijo. Los tiempos se confunden. No hay impostura alguna en el relato, al contrario, la posición del narrador –el Villatoro que explica la investigación y la vivencia– es sobria y honesta. Y así se cierra una de las meditaciones más hondas que he leído sobre el país dondenoshatocadovivir.
Vicenç Villatoro La casa dels avis
Un novecentismo de masas en una ciudad industrial republicana, que la guerra desbordó y el franquismo extirpó
PROA. 644 PÁGINAS. 21 EUROS